El jueves se hizo público un documento del Ministerio de Educación que daba cuenta de los objetivos y propuestas del Pacto social y político por la Educación. Es el resultado de los esfuerzos del ministro Ángel Gabilondo y su equipo por llevar a cabo una nueva reforma educativa pero, a diferencia de las anteriores, basada esta vez en el consenso. Para lograrlo, tras variadas declaraciones públicas y reuniones con partidos políticos y otras instituciones, presenta este compendio de propuestas resumidas en un preámbulo, doce objetivos para la década 2010-2020, una exhortación a la implicación de todos los sectores en este proceso, así como la forma en que pueden contribuir al mismo, y una memoria económica con que dotar de la financiación necesaria a la reforma.
Es hora de sumar. Hasta ahora las distintas leyes educativas han sido un fracaso porque todo el mundo se ha mirado el ombligo y ha intentado, o bien imponer su criterio, o bien dinamitar las propuestas del “enemigo”. Y esto ocurría porque en realidad no se pensaba que este asunto fuese importante. La irresponsabilidad de la que han hecho gala nuestros políticos en numerosos temas se muestra de forma clara y nítida en el ámbito educativo. Y no sólo los políticos: sindicatos, medios de comunicación, incluso la gente de a pie… han utilizado el debate sobre la educación para tirarse los trastos a la cabeza y dar salida a sus frustraciones arreándole al que es de opinión contrario. Incluso si nada tiene que ver con la educación, se le arrea. Se ha ido poniendo el acento en los aspectos menos importantes y más demagógicos de la educación: que si la igualdad, que si el idioma vehicular, que si la religión, etc. Asuntos de poco calado real en la educación, pero que tienen tirón político. Un cúmulo de egos enfrentados con el único objetivo de satisfacer sus propios intereses electorales; empeñados en auto-complacerse ideológicamente enfrascados en discusiones bizantinas que nada tenían que ver con la realidad educativa. Y ahora, y ya es un avance, nos damos de bruces con la realidad: un sistema educativo caótico, inútil, impotente; repleto de eslóganes y palabrería barata en la legislación pero lleno de alumnos mal formados, consentidos unos y desesperanzados otros, y de profesores hastiados en los centros escolares, de donde la política y la burocracia han desterrado el trabajo y el saber. Era (es) soportable mientras esta situación sólo se daba en los centros; “allá se las apañen, para eso les pagan”, pensaban muchos. Pero ese material humano que se ha (de)formado en la desastrosa educación española va llegando a lo que podríamos llamar “la vida real”. Y tras constantes aldabonazos, al fin parece que alguien quiere abrir la puerta a la verdad, y ponerle solución. Sólo por eso ya tiene todo mi respeto y admiración el señor ministro, que en el principio no tuvo por algunas decisiones que a mí me parecían más de lo mismo. Ahora sí, ahora me ha demostrado, y todos lo debemos valorar, que al menos no tiene miedo de mirar a la cara a los verdaderos problemas de la educación en España y arremangarse para trabajar por solucionarlos. Es un principio.
Como decía, a diferencia de lo que ha ocurrido en las dos últimas décadas, es hora de sumar. La situación lo exige, porque es dramática. Y si esperamos un tiempo más viéndolas venir, puede que no tenga marcha atrás, lo que supondría el fin de toda esperanza para este país. Es hora de sumar. Por eso, los habituados a criticar por criticar, a exponer eslóganes dogmáticos que no llevan a ningún lado salvo al triunfo de la demagogia, los acostumbrados a únicamente preguntar “qué hay de lo mío”, que se abstengan de participar. Es hora de sumar. Analicemos las propuestas, veamos en qué estamos de acuerdo y en qué no, argumentemos los fallos que creamos que tienen, y planteemos las mejoras o modificaciones que pensemos necesarias con el afán de ponernos todos de acuerdo. Es hora de sumar. Espíritus vanidosos, cabezas cuadradas y poseedores de la verdad absoluta, échense a un lado. Partidos políticos, sindicatos, asociaciones de padres y madres, medios de comunicación, maestros, profesores, alumnos y alumnas, padres, madres, señores que pasan por aquí, españoles en general… es hora de sumar. Nos jugamos el futuro. Mientras no nos demos cuenta de esto, no llegaremos a un acuerdo y los problemas y carencias seguirán creciendo, el cáncer que ha devorado buen parte del sistema educativo se metastarizará en la sociedad, y los tratamientos serán cada vez más dolorosos y radicales, más destructivos, hasta que ya no se pueda hacer nada. Pero estamos a tiempo. Si tomamos conciencia estamos a tiempo. Si asumimos ya lo que nos jugamos estamos a tiempo. Y para ello debemos convenir primero que es hora de sumar.
He leído las propuestas del pacto, y yo también quiero sumar. Por eso voy a analizar algunos de los puntos desde mi subjetivo punto de vista, haciendo referencia en las cosas que se podrían mejorar, pero también en las que estoy de acuerdo y me renuevan la esperanza de que esta vez sí vayamos en la dirección correcta. No en que se solucionen todos los problemas, pues veinte años remando en la dirección equivocada no se enderezan de la noche a la mañana, pero sí en que empecemos a invertir el camino y poco a poco salir de las profundidades y respirar aire puro, fresco, que llene nuestros pulmones y nos permita mirar al futuro (a nuestra juventud, que es nuestro futuro) con optimismo y confianza.
Comienza el texto dando cuenta de los logros conseguidos en los últimos treinta años, y eso es bueno. El afán por transformar no debe partir de un impulso destructivo, pues se ha de identificar los aspectos positivos para que constituyan los cimientos de la nueva educación que queremos levantar. Efectivamente, la plena escolarización de los españoles comprendidos entre los 3 y los 16 años no sólo es un logro, sino que es una premisa sobre la que hemos de trabajar, puesto que es una realidad irrenunciable. Tras ello, plantea el deseo de que esta edad de escolarización se amplíe hasta los 18. En las propuestas posteriores no sugiere la escolarización obligatoria hasta los 18, sino que se fomente que los individuos, en el uso de su libertad, decidan mantenerse dentro del sistema hasta esa edad. Espero que al final se decida por esto, y no se apueste por la vía fácil, la de subir la edad obligatoria hasta los 18, pues ello redundaría en un aumento de los conflictos dentro de los centros educativos e induciría a las administraciones educativas a la molicie, al no ser necesario su esfuerzo e inventiva para convencer al alumnado de ese tramo de edad de la conveniencia de continuar su formación, sino simplemente “aguantarles” en los centros dos años más. Ya hay gente que ha manifestado su apuesta por la solución sencilla, simplista, cortoplacista e irresponsable, y me alegro de que el documento no se decante por ella, de momento. Si así lo hubiera hecho, difícilmente se le podría haber tomado en serio la voluntad de reflexión y consenso con la que asegura haber nacido. Es la senda adecuada.
Para mostrar la importancia del debate y la posterior reforma, se basa en previsiones que certifican la necesidad de una mejora en el rendimiento de los alumnos con el fin de que logren una titulación. Nos plantea que, en el horizonte del 2020-2025, el 85% de los empleos en los países desarrollados serán para personas cualificadas con una formación equivalente a formación profesional del grado medio o bachillerato. Teniendo en cuenta las actuales cifras de abandono escolar, es decir, de jóvenes que no consiguen siquiera el graduado en ESO, deben cambiar muchas cosas. Es importante, sin embargo, dejar claro que el éxito escolar no se traduce en la obtención de un título, sino en la verdadera adquisición de las habilidades y conocimientos que suponen la tenencia de ese título. En román paladino, se pueden “regalar” títulos, como se está haciendo (ahí tenemos los nuevos PCPI, en los cuales junto a la certificación de cualificación profesional se está “regalando”, como si el DVD de un dominical cualquiera se tratase, el título de la ESO). Centremos por tanto los esfuerzos por aumentar el éxito escolar, por conseguir que la mayoría obtenga un título, en el contenido que suponen esos títulos, y no en la tenencia o no del papel timbrado, a fin de no convertir al sistema educativo en una gran estafa.
El siguiente párrafo me ha resultado extraordinariamente interesante, por cuanto recoge una de las principales carencias que en el día a día tiene el sistema educativo post-Logse: “La cultura del trabajo, el esfuerzo y el respeto son valores en los que es preciso insistir. Los diferentes niveles educativos han de tener presente esta cultura y, a través de ella, persuadir a nuestros niños y jóvenes de su importancia, de su necesidad, de su indiscutible reflejo en los resultados finales. Pero hemos de ser conscientes que el esfuerzo del alumnado es un requisito necesario pero no suficiente, es imprescindible el esfuerzo de todos los agentes que, de hecho, intervienen en la educación de los más jóvenes para la consecución de objetivos educativos ambiciosos”. Lo único que cambiaría sería el verbo “persuadir” por el de “demostrar”, es decir, que se pueda valorar el trabajo en las distintas etapas educativas, y ello conduzca a la consecución de mejores y válidos reconocimientos para aquellos alumnos que han demostrado mayor disposición y ánimo para el estudio frente a aquellos que hacen gala de una total pasividad y actitudes irrespetuosas para con sus profesores y compañeros, negando la posibilidad del aprovechamiento de los recursos puestos a su disposición no sólo a él, sino a los que le rodean.
También es un punto para mí básico la llamada a todos los sectores para lograr solventar los problemas educativos a los que nos enfrentamos. Si al principio lo hace con todos los que forman parte de la comunidad educativa (profesores, padres, madres, alumnos, instituciones), en el objetivo 10 incluye a los medios de comunicación, protagonistas de la educación de nuestros jóvenes en igual medida (o mayor) que los propios centros y sus familias. Como dice un proverbio africano, “para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Hace tiempo que sostengo que los verdaderos, más intrínsecos e irresolubles, problemas de la educación tienen su solución fuera del sistema educativo. Si hasta ahora los medios de comunicación para las masas tenían una responsabilidad enorme por la capacidad de (de)formar a los jóvenes, responsabilidad que siempre han eludido en aras del beneficio pecuniario, en la era de internet, que es un medio de masas para las masas, todos y cada uno de los individuos tienen esa responsabilidad para con la sociedad. Bien es cierto que no todos los ciudadanos pueden formar de manera adecuada, pues por desgracia muchos no siquiera son buenos ciudadanos, pero aquellos que comparten los ideales de justicia y libertad deben pasar más allá de la exposición “de boquilla” de esos valores y vivir conforme a los mismos. Su ejemplo es la mejor educación. Y si lo comunican de manera activa y adecuada mejor aún.
Bueno, quizá algún día de éstos continúe analizando algún otro punto del documento, pero por hoy es suficiente. Recordar para finalizar que tanto los que sólo hablan de “excelencia” como los que se empeñan en la inútil y sobrevalorada pedagogía logsiana, y que en realidad están llevando a cabo un debate ideológico y político y no educativo, están discutiendo sobre el sexo de los ángeles y no le hacen ningún bien a la situación. Esperemos que reflexionen y esto sea un punto de partida.
¿Véis? Es lo que pasa por comenzar una entrada un día y publicarla dos días después. Ya hay respuestas a la propuesta. Y, por desgracia, parece que los peores presagios, de nuevo, se cumplen. El primero, el ínclito Rascón, presidente de la dudosamente representativa CEAPA, y al que ya dedicamos un artículo (aquí), dice que no lo ve, no lo ve. Que no se les da un papel preponderante a los padres. ¡Pero si una de las principales causas del fracaso del fracaso educativo es que los padres “se han borrado” de la educación de sus hijos! Poco se puede esperar, de todas formas, del que me temo es un “profesional” de la burocracia y el combate ideológico (ideo-ilógico más bien) que ha demostrado varias veces que lo único que le interesa es que se cumplan sus planteamientos a rajatabla y poco más. El segundo Rajoy, que ha acusado al ministro de dejarse presionar por su partido y finalmente no ofrecer algunas propuestas que consideran básicas desde el PP, y que con las que supuestamente está de acuerdo el ministro. ¡Pues cuéntalas, Mariano, no tires la piedra y escondas la mano! (me ha salido un pareado sin haberlo preparado). El único que, a mi entender, ha entendido la importancia de la situación, ha sido el presidente nacional del sindicato docente ANPE, que, aunque señala que habría que discutir algunos puntos, tanto el documento como la predisposición es la adecuada. Así, sí. A ver si van tomando nota.
domingo, 25 de abril de 2010
Pacto educativo
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