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viernes, 17 de febrero de 2012

La mejor/peor peli de ninjas

Como la actualidad está como está, vamos a abstraernos un poquito de la mala leche con este video que me descubrió el otro día un compañero de trabajo. Se trata de la mejor/peor película de ninjas de la historia y el propio video incluye todas las explicaciones necesarios en castellano suministradas por un bloguero muy divertido, no como yo. Disfrutarlo, porque es pá mear y no echar gota. Hala, a reir un rato.



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miércoles, 12 de enero de 2011

Leslie Nielsen, REP (ríanse en paz)

Con algo más de dos meses de retraso, aquí va mi sentido y divertido homenaje a un grande de la comedia universal. Habrá grandes actores, artistas, intelectuales, y todo lo que queráis, pero... ¿se puede llegar a ser más grande que ser capaz de provocar una sonrisa (a menudo víspera de carcajada) en millones de personas simplemente al ver tu cara? Pues eso es lo que consiguió el gran Leslie, que para muchos siempre será el "competente" teniente de la polícia de San Francisco Frank Drebin. Gracias por todo, y que descanses ¿en paz? Y dale saludos a Juanito Navarro, que acabará de llegar allá donde os vayáis los cómicos, que tuvo sus momentos de gloria también, aunque a niveles más modestos (y un gran madridista, Juanito, y se murió sin cumplir su sueño de presidir el R. Madrid, que visto lo visto, igual nos hubiese ido mejor de lo que nos va).

Cómo voy hilando las cosas, ¿eh? He pasado del homenaje a un gran "payaso" a recordar a otro cómico, éste más modesto y "de la tierra", relacionado con el Madrí. Ya sólo me queda despedir esta entrada mentando al gran fenómeno humorístico de la actualidad en España: ni los de Muchachada (ahora Museo Coconut), ni Mota (grandísismo el especial de Nochevieja de este año), ni gaitas, el gran comediante del momento es... ¡Mourinho!



PD: aunque sólo fue un truco publicitario, ésto valió la pena verlo... y soñar con que se hubiese hecho realidad.












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domingo, 4 de abril de 2010

Decir tonterías es gratis... o hasta te pagan (y un pastón)

Declaraciones de la Ministra de Cultura (¿?) Ángeles González-Sinde en relación al (por otra parte nada fundamentado) rumor de que las productoras norteamericanas se planteaban no distribuir DVD´s de sus películas en España debido a la piratería: "Tradicionalmente, en los países mediterráneos es dificil hacer entender que las cosas inmateriales pueden tener el mismo valor que las materiales".

Aunque para cualquiera con dos dedos de frente (a no ser que estén invadidos por dos cejas en forma de ^) estas palabras sólo pueden llevar a la risa o a la indignación (depende del "callo" que cada uno haya hecho ya en su maltratada mente), permitidme que haga un comentario a esta aseveración, recordando las palabras que un antiguo profesor le espetó a un compañero de colegio años ha: "tú eres tonto(a) y en tu casa no lo saben... ves, llámalos por teléfono, y se lo dices". En la anécdota original el por otra parte buen chaval se marchó de la clase, llamó a su domicilio como le habían ordenado, pero en ese momento no se encontraba nadie en su casa al que comunicar el descubrimiento/confesión. Supongo que si llamase la ministra y se lo cogieran, le contestarían que algo ya sospechaban, ya...

Esta mujer o es tonta (que dice tonterías, aunque la mamá de Forrest Gump incluyese la acción y omitiese la palabra como elemento definitorio del sujeto merecedor de tal consideración) o se cree que somos gilipollas (con perdón). El caso es que ahí está, de ministra. ¿Qué? ¿Cuánto decís que cobra un ministro? ¿Y reparte miles de millones en subvenciones según criterio propio, filias y fobias personales, sin dar explicaciones? Ay, madre, que va a ser lo segundo, que los tontos somos nosotros y nos la están metiendo doblá... Bueno, tampoco es que esto sea nada nuevo.


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martes, 8 de diciembre de 2009

Don Mendo mató a Menda

Las imbecilidades que ocasionan injusticias son eternas, intemporales. Parecen ser clase inmortal aquellos que se erigen en árbitros de la calidad y jueces del arte, los que en base a criterios personales dictan sentencia sobre una obra, sea esta literaria cinematográfica, musical, o historietística, por ejemplo. Críticos, se llaman. La Crítica, se suele decir, como si de una divinidad impersonal y etérea se tratara. Como digo, estos (la mayoría) impostores de la calidad ética y estética, que curiosamente en España se funden y confunden con los “artistas” e “intelectuales” paniaguados por la clase política “bienpensante” (aunque curiosamente, cuando estaban los otros, los “malos”, igualmente vivían de la subvención, pero claro, no tan bien), parecen ser caterva antigua e intemporal. Crucifican con términos altisonantes, incomprensibles, afectados y al fin superficiales todas aquellas obras que gozan del favor del público, mientras ensalzan con igual cháchara ininteligible las que son producto de las pajas mentales de sus camaradas de ideología, de gusto (o falta del mismo), de vicio, o de cama, vaya usté a saber. Son legión los autores que se han ganado el favor del público, que se han hecho con un lugar en la historia, pero que en su tiempo, y aún después, fueron y son despellejados por esta suerte de Inquisición erudita y fracasada. Ejemplos actuales los hay a patadas, pero, tras la casual reposición el otro día en TVE de “La venganza de Don Mendo”, me ha dado por glosar el caso de don Pedro Muñoz Seca.

Estamos ante un ejemplo doble de exclusión y vilipendio: en su tiempo, se le echaba en cara la falta de calidad de sus producciones, que sin embargo llenaban los teatros no sólo de público sino también de carcajadas; tras morir, y más llegada la democracia, no se le perdona su ideología conservadora, y se le exilia al olvido como castigo por su convencido catolicismo y defensa de la monarquía( jejeje, como si hubiese sido pequeña sentencia la muerte, llegada en noviembre de 1936 fusilado, como tantos otros, en Paracuellos del Jarama, recordatorio de que en todos sitios cuecen habas y de que la verdadera y culpable enemiga es la propia guerra, y cómplices los que se empeñan en resucitarl). Otro caso, éste en cambio de más feliz discurrir para el protagonista, pues no en vano fue en vida figura del cine nacional, es el de José Luis Sáenz de Heredia, sobre cuya obra maestra, auténtica cima del cine patrio, podéis leer aquí.

Nos encontramos en el caso de Muñoz Seca con un autor teatral que, no sé si los críticos y los historiadores de la literatura lo hacen, cosa que me la refanfinfla, pero yo sitúo junto a Jardiel y Mihura (de los que en gran medida fue maestro) en esa corriente del humor del absurdo que parece olvidada y que se caracterizó, y hablo siempre, como todos deberíamos hacer, en mi humilde parecer, por parir obras de una gran calidad y sobre todo tremendamente divertidas. Y ojo, que este último aspecto, que fuese divertidas, no le quitan ni mérito, ni importancia, ni profundidad: si acaso, aún más, le otorgan las tres cosas. El título más conocido de Muñoz Seca fue La Venganza de don Mendo, divertidísima pieza teatral que se ha representado en miles de ocasiones. ¿Miles? Pues sí, miles, pues se trata de una de esas obras que suelen elegir las compañías de teatro aficionado, sabedores de que las risas y la satisfacción del público están aseguradas. Por supuesto, también ha tenido montajes “serios”: desde su estreno en el Teatro de la Comedia de Madrid en 1918 hasta la actualidad han sido múltiples y variados, siendo don Mendo interpretado por cómicos de la talla de José Luis Ozores, Manolo Gómez Bur o José Sazatornil, “Saza”. Incluso Tricicle realizó un montaje de la obra en 1999. Algunos de estos montajes fueron realizados también para televisión, donde han dado vida al vengativo caballero Tony Leblanc o Ismael Merlo. Pero, sin lugar a dudas, el don Mendo más conocido es el del sinpar Fernando Fernán Gómez, genio absoluto del teatro, el cine y la literatura española, que dirigió y protagonizó la única película basada en este texto en 1961 (y que fue la que pusieron el otro día).

Muñoz-Seca es considerado el creador de la astracanada, un género teatral cómico que sólo pretende hacer reír a toda costa: la acción, las situaciones, los personajes, el lenguaje e incluso el decorado se centran únicamente en hacer reír. Se explota el uso del retruécano, el sentimentalismo ridículo, el anacronismo y las situaciones disparatadas, a las que se supeditan los personajes y la acción, haciendo uso de juegos de palabras, tipificación regional del habla, nombres propios que dan lugar al equívoco y al chiste, etc. De este género es La Venganza de Don Mendo el mejor y más grande ejemplo: una divertidísima sátira de los dramas históricos y de las comedias sobre el honor del Siglo de Oro. Antecedente del humor absurdo, serían el grandísimo Jardiel Poncela y Miguel Mihura quienes ocupasen su lugar en las preferencias del público teatral tras la Guerra Civil, pues, claro está, él no podía hacerlo al no haber sobrevivido a la contienda. Mezclen algo de Les Luthiers (el juego de palabras), de los Python (el absurdo), de las sagas “como puedas” de Zucker-Abrams (el continuo martilleo de gags), y de Faemino y Cansado (el más absurdo todavía) y aquí lo tienen: don Pedro Muñoz Seca, el tatarabuelo chiflado de todos ellos y padre putativo de los grandes Jardiel y Mihura, a los que también tendremos que recordar en su momento.

Y como una de las cosas que más me gustan son las anécdotas, sobre todo cuando tienen como protagonista a mentes ocurrentes y despiertas, aquí van algunas de ellas, sin importar si son ciertas o no: únicamente el hecho de que se le hayan atribuido es ya prueba de que su ingenio bien podría haberlas parido.

La primera tiene que ver con su valía como versificador. El matrimonio que atendía la portería de su casa, a los que tenía un gran afecto, falleció con pocos días de diferencia. La familia le pidió a Don Pedro que escribiera un epitafio para honrar su memoria, y así lo hizo:

Fue tan grande su bondad,
tal su generosidad
y la virtud de los dos
que están, con seguridad,
en el cielo junto a Dios


La Iglesia tenía que dar el visto bueno, pero el obispo censuró los versos alegando que nadie, ni siquiera él como vicario de Dios, podía asegurar que ambos fallecidos hubiesen ganado gloria eterna. Por tanto, prohibió poner el epitafio. Llegado esto a oídos de Muñoz-Seca, redactó otro:

Fueron muy juntos los dos
el uno del otro en pos
donde va siempre el que muere
pero no están junto a Dios
porque el Obispo no quiere.


El obispo, molesto, escribió al autor reprendiéndole por el cachondeo que rezumaban sus versos y explicando que: "Ni yo ni ningún otro representante de la Santa Iglesia, intervenimos para nada en el destino de los difuntos, por tratarse de un misterio inescrutable, que ni usted, a pesar de su buena voluntad, ni nosotros estamos capacitados para aclarar". Sin embargo, don Pedro no quedó conforme, y escribió un tercer epitafio, que no pudo ser reproducido por cuanto el obispado se negó a ello y dio el tema por zanjado. Este epitafio “definitivo” fue:

Flotando sus almas van
por el eter débilmente,
sin saber que es lo que harán,
porque desgraciadamente
ni Dios sabe donde están.


En otra ocasión, cuenta su nieto Alfonso Ussía, le escribió el ministro de Cultura de la época diciéndole:

"Estimado Sr. Muñoz Seca:
[...] Sin duda, usted es un escritor de gran popularidad, por lo que resulta especialmente lamentable que a menudo el lenguaje empleado en sus obras sea tan vulgar y malsonante [...]"


Al poco tiempo, el ministro recibió respuesta de Muñoz Seca:

"Estimado Sr. Ministro:
En este mismo instante, tengo su carta delante; en breves momentos la tendré detrás."


Un día le preguntó un crítico literario cuáles eran, a su juicio, los cinco más importantes hombres de las letras españolas contemporáneas y don Pedro rápidamente elaboró una respuesta:

Don Miguel de Unam-uno
Benito Pérez Gal-dos
Miguel de Cervan-Tres
Luca de Tena, Don Tor-Cuatro
Benavente, Don Ja-Cinco.


Por último, dos anécdotas relacionadas con su encarcelamiento y posterior ejecución. En la checa de San Antón, donde estuvo preso, comentó a sus carceleros:

"Podréis quitarme las monedas que llevo encima, podréis quitarme el reloj de mi muñeca y las llaves que llevo en el bolsillo, podéis quitarme hasta la libertad y la vida; sólo hay una cosa que no podréis quitarme, por mucho empeño que pongáis… el miedo, este horrible miedo que tengo."

Por último, se dice que lo último que dijo antes de morir, a los integrantes del pelotón de fusilamiento que iba a acabar con su vida fue:

“me temo que ustedes no tienen intención de incluirme en su círculo de amistades”.


Pues nada, aquí os dejo tres escenas de La Venganza de Don Mendo. Primero, los avances bélicos en la Edad Media, con Antonio Garisa como Alfonso VII y Juanjo Menéndez como don Pero, Duque de Toro. Después, la narración de las siete y media que da origen al "drama", con Don Mendo interpretado por Sazatornil. Luego, otras dos más, en este caso de la película dirigida por Fernán Gómez, al igual que la primera: la irrupción de don Mendo en la corte disfrazado de Trovador y el final hiperviolento y "gore" de la obra.








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jueves, 12 de noviembre de 2009

Peazo peliculón: La Jungla de Cristal

Se acercan las navidades (para los grandes almacenes y supermercados ya están aquí) y con ellas las típicas películas navideñas. La número uno de la historia es, sin duda, “Qué bello es vivir”, del sin par Frank Capra, una película que no por estar teñida de espíritu navideño deja de ser uno de los cúlmenes del séptimo arte, al menos para el que suscribe (y cuidadín con criticarla sin argumentos sólidos en mi presencia, que me puedo poner muy violento como alguno ya sabe y podéis apreciar aquí y aquí). De menor calidad, pero algunos muy divertidos, suelen ser los filmes basados en Santa Claus, como los realizados en los últimos años por Tim Allen, o los que adaptan el popular “Cuento de Navidad” de Dickens (en este caso, me encanta Bill Murray como un postmoderno Mr. Scrooge en “Los fantasmas atacan al jefe”). Pero si hablamos de un clásico de las navidades (auque se estrenó en verano), quitando la obra maestra de míster Capra, debemos hacer alusión a otra gran película, también una obra maestra, aunque ésta del cine de acción, considerada además la mejor de la historia en este género: nada más y nada menos que “La jungla de Cristal”.

En el original “Die Hard” (de nuevo una bonita cabriola idiomática por parte de los traductores, para ver infinidad más, pinchad aquí)“La Jungla de Cristal” es, como no podía ser de otra manera, una de mis películas de cabecera. Como aficionado a los perdedores que se sobreponen a su fatal destino (los “losers”, que dirían los americanos), John McClane es el paradigma de este tipo de personaje; y Bruce Willis el actor que mejor los ha llevado a la gran pantalla (aparte de McClane, el gran Joe Hallenbeck en “El último Boy Scout”, otra de las películas que brillan con luz propia en mi particular Olimpo cinematográfico) Puestos a recopilar las causas de que este film de John McTiernan, estrenado en 1988, constituya Eldorado de cualquier aficionado (venga, va, utilizaré el término “friki”, aunque no me gusta) sobre la treintena, podemos también destacar igualmente la sublime actuación de Alan Rickman como Gruber, el líder de los terroristas, y la presencia de Reginald Veljohnson como el policía Al Powell, el único apoyo de McClane durante la película y que al final le salva la vida sobreponiéndose a su propio drama personal.

Por cierto, hace unos días, en un episodio de “Chuck” (serie a la que tanto mi señora como yo estamos enganchados) hacía su aparición estelar el propio Reginald Veljohnson y el personaje, policía para más señas, en un episodio enmarcado en las fechas navideñas y con una crisis con rehenes como trama, se llamaba precisamente Al Powell. Pedazo de homenaje. Otra “frikada”: en una de las series de cómic de mayor éxito entre la crítica en los últimos años, “Invencible”, de Robert Kirkman, el protagonista, un adolescente con superpoderes, acude al Instituto “Reginald Veljohnson”, y el director es clavadito, clavadito, al actor; ¡qué huella nos has dejado, “Carl Winslow”( y amenazo con ocuparme algún día de Urkell y toda la tribu de “Cosas de Casa”, otra de esas producciones que me han dejado una profunda huella y por la que tengo verdadera admiración y devoción).

A lo que iba. Este peliculón de McTiernan asaltó las taquillas de 1988. Por lo visto, el proyecto inical era hacer una segunda parte de “Commando” (también de McTiernan) con el personaje de “Chuache” visitando a su ya crecidita hija y encontrándose con la crisis terrorista. Por suerte, no se pusieron de acuerdo con el actor y reciclaron el proyecto con Bruce Willis como prota, después de habérselo ofrecido a Richard Gere, Stallone y ¡Burt Reynolds!, que, gracias al cielo, no aceptaron. Hasta ese momento, Willis era conocido por la teleserie Luz de Luna, con la madurita de buen ver Cybill Shepard, y su único papel protagonista había sido con Kim Basinger en Cita a Ciegas. Por tanto, parecía un actor encasillado en el género cómico, lo cual tampoco le vino mal para hacer al “duro” MacClane, que a fuerza de ironía logra superar la tensión a la que se ve sometido. Curiosamente, en el cartel original el rostro de Willis no se mostraba con demasiada nitidez, puesto que no era la gran estrella que fue posteriormente, pero cuando a los pocos meses la peli fue un éxito, y el actor se convirtió en un rostro popular, “aclararon” su imagen para que fuese fácilmente reconocible.

Basado en la novela Nothing Lasts Forever, de Roderick Thorp, La Jungla de Cristal es la historia de cómo las personas que no son capaces de conducir su vida de manera adecuada, pueden, sin embargo, manejar con éxito situaciones límite. John MacClane es un policía de Nueva York que va a visitar a su esposa Holly (Bonnie Bedelia) a Los Ángeles, donde ella ha entrado a trabajar en una empresa japonesa. Ambos, al trasladarse ella a L.A., decidieron darse un tiempo para pensar sobre su relación. John es un obseso de su trabajo, y esta fijación coartaba las aspiraciones profesionales de su mujer. Cuando por fin ella consigue un puesto de responsabilidad en una gran empresa, él no la apoya lo suficiente, y se niega a trasladarse y abandonar su puesto en la policía de N.Y. Cuando va a pasar la Navidad con Holly y la hija de ambos, John se encuentra en la fiesta de navidad del edificio Nakatomi, sede de la empresa donde trabaja su esposa, con la irrupción de unos terroristas. Éstos, dirigidos por Hans Gruber, quieren hacerse pasar por miembros de una guerrilla revolucionaria, cuando en realidad son vulgares ladrones (¡cuánto realismo hay en esto!). Curiosamente, la mayoría de los terroristas son europeos. En torno a esto hay una singular circunstancia, que puede hacer las delicias de los aficionados a las teorías de la conspiración. Por aquellos años lo que era el Mercado Común europeo se convirtió en la Comunidad Económica Europea, estrechando aún más los lazos económicos entre los países miembros, algo que fue visto con escepticismo desde los EEUU. Pues bien, en el film, no sólo los terroristas son en su mayoría de origen europeo y se comunican entre ellos en alemán, sino que cuando aparecen las imágenes las que “trabajan” en el robo, suena como fondo el Himno de la Alegría, himno de la actual Unión Europea. Eurofobia pura y dura, podría interpretarse.

Al final, como todos sabéis y tras muchas vicisitudes y sacrificios mentales y físicos, el desgraciado y estoico policía de N.Y. logra desbaratar los planes de los ladrones y acaba con ellos, no sin antes pasar por algunos de los “sitios comunes” de las pelis de acción: tiros a cascaporrillo, frases “chulas”, acrobacias varias, la intervención de los “ineptos” del FBI, y unos malos que no se mueren “ni pa trás”. Sin duda, el modelo de toda peli de acción, y que por ello trasciende el propio género y se erige en precursora y cénit del mismo. Un peliculón en toda regla, vamos.

Para terminar, dos cosas. Un enlace a un estudio donde se enumeran todas las armas que salen en el film (pincha aquí); yalgunos de los diálogos que han quedado marcados a fuego en la propia historia del cine, o, al menos, de “mi cine”.

Operadora del Teléfono de la Policía: Atención, sea quien sea, este canal esta reservado para llamadas de emergencias.
John McClane: No me joda señorita. ¿Le parece que estoy encargando una pizza?

(Después de matar a uno de los terroristas y teniendo en cuenta que cuando se produce el asalto él está descalzo) John McClane: 9 millones de terroristas en el mundo y se me ocurre matar a uno que tiene pies de mujer.

(Cuando Al Powell se acerca al Nakatomi Plaza para certificar si el aviso a la policía era real, y al ver cómo daba la vuelta con su coche patrulla al verlo todo tranquilo) John McClane: ¿Quién conduce ese coche? ¿Stevie Wonder?

Hans Gruber (el jefe terrorista): Me tiene intrigado. Sabe mi nombre pero, ¿quién es usted? ¿Otro americano que vio demasiadas peliculas de niño? ¿Otro huerfano de una cultura en declive que se cree John Wayne, Rambo, el equipo A?
John McClane: A mí el que siempre me gustó fue Roy Rogers, y esas chupas que llevaba con lentejuelas.
Hans Gruber: ¿En serio cree que puede ganarnos la partida, vaquero?
John McClane: Yipi-kay-yei, hijo de puta.

Hans Gruber: Sigue jugando a las peliculas. Qué americano. Son unos niños. Esta vez John Wayne no terminará marchándose con Grace Kelly.
John McClane: Ese fue Gary Cooper, inculto.
Hans Gruber: Basta de bromas.
John McClane: Usted también habría sido un buen cowboy, Hans.
Hans Gruber: Sí, sí. ¿Qué fue lo que me dijo antes? Yipi-kay-yei, hijodeputa.

(Durante una tensa calma que esperan McClane dentro del edificio y Powell fuera, comunicados por radio- Roy es el “nombre en clave” que adopta John para mantenerse en el anonimato) John McClane: ¡Dios! ¿Qué es esto?
Al Powell: Roy, ¿te ocurre algo?
John McClane: Estoy intentando comerme un donuts más duro que una piedra. ¿Con que harán estas cosas?

Dwayne T. Robinson: Soy el subcomisario de policia Dwayne T. Robinson y estoy al mando de esta operacion.
John McClane: ¡Ah! ¿Así que al mando? Pues a ver si se entera, Dwayne, desde aquí arriba no parece que esté al mando de nada, ¡tuercebotas!
(jejeje, lo de “tuercebotas” es que me encanta)

Como sabéis, después se han hecho otras tres secuelas, y, a pesar de que están muy bien, ninguna llega a la mítica primera parte y original… ¡Jungla de Cristal (Die Hard)!.

Os dejo algunos videos. Primero, una canción homenaje a la película que ya fue recopilada en el blog de mi buen amigo el engendro (actualmente interrumpida la emisión):





Y a continuación dos films-resumen de la película, el primero va directamente al fondo de la misma, y el segundo la revisita con un estilo algo añejo:






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viernes, 2 de octubre de 2009

Los Hermanos Marx (II): Groucho Superstar

Lo he intentado pero no he podido. Resistirme a centrar los dos videos en Groucho (y en la Señora dumont, claro) obviando a Harpo y a Chico, me refiero. Lo he intentado, pero las cosas como son: los momentos cumbre de los Hermanos Marx están protagonizados por Groucho. Un actor que siempre hacía de sí mismo, porque en sí mismo era un personaje, aunque le cambiase el nombre en cada película (y vaya nombres, siempre me han encantado: Hugo Z. Hackenbush en Un día en las carreras; Otis B. Driftwood en Una noche en la Ópera y Rufus T. Firefly en Sopa de Ganso).

Bueno, ahí van dos escenas: la primera de Un día en las carreras (la pobre Margaret siempre sufriendo los desatinos de, en este caso, el Dr. Hackenbush) y otra de Sopa de Ganso (excelente ejemplo de esa sensación de "no sé por qué pero se me está poniendo una mala leche" que todos hemos conocido alguna vez).







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sábado, 1 de agosto de 2009

Los hermanos Marx en increiblebleble

Llevo algunos meses mostrando en este humilde blog muestras de dos de los grupos de humor más geniales que han existido (y en el caso de Les Luthiers, existen). Ahora voy a irme unas cuantas décadas (seis o siete) más atrás para recuperar el legado de unos de esos pioneros del humor audiovisual, es decir, del humor en el cine. Sí, sí, ya lo sé, pioneros, pioneros, los grandes del cine mudo, como Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd,, etc. Pero me refiero a los cómicos que unían acción visual con sonora, y por tanto, los que entraron “en escena” (y nunca mejor dicho) con el cine sonoro: Los Tres Chiflados, Laurel y Hardy, Abbot y Costello, Bob Hope, Cantinflas en México... De todos ellos que mayor éxito y fama tuvieron a lo largo y ancho del mundo fueron sin duda los Hermanos Marx, protagonistas de 13 películas que abarcan 20 años (1929-1949). De entre ellas son destacables sobre todo tres: Sopa de Ganso, Una noche en la ópera y Un día en las carreras. Sin embargo, en todas podemos encontrar retazos de genialidad de esta familia de cómicos.

Los Hermanos Marx eran cinco en realidad, aunque los que han pasado a la historia han sido los tres mayores: Leonard (Chico), Arthur (Harpo) y Julius Henry (Groucho). El más pequeño, Herbert (Zeppo) formó parte de las cinco primeras películas, pero al hallarse totalmente eclipsado por el talento de sus tres hermanos decidió dedicarse a la representación de artistas, siendo el repesentante, claro, de los Hermanos Marx a partir de 1933. El último hermano, Milton (Gummo), sólo actuó con ellos en sus años de vodevil teatral, y lo dejó para servir en la Primera Guerra Mundial, asociándose posteriormente con Zeppo en su empresa de representación y terminando como apoderado de Groucho tras la disolución del grupo como tal.

Durante décadas el público ha elegido a “su preferido” de entre los hermanos, y, si en los años treinta y cuarenta Harpo le hacía sombra a Groucho (seguramente porque el humor de Harpo era heredero del “slapstick” que dominó el cine mudo), creo que a partir de entonces no hubo color, y Groucho no sólo se convirtió en el preferido del público, sino en todo un icono universal. Sí, claro, yo también soy de Groucho. Además, fue el único que tras la última película protagonizada por los tres (Amor en conserva, 1949), mantuvo su éxito con a apariciones en otros films, y, sobre todo, en la televisión. El gran olvidado seguramente ha sido Chico, el mayor, que a pesar de no destacar demasiado, sin él seguramente nada hubiera sido lo mismo, sobre todo para Harpo, pues el “Marx rubio” hablaba en sus películas por boca de su hermano, que traducía lo que quería decir con su lenguaje gestual (aunque a menudo no demasiado acertadamente). Esto… todo el mundo sabe que Harpo no hablaba en las películas, ¿no? Y que en realidad no era mudo, como durante décadas creyeron los espectadores, ¿verdad? Bueno, pues eso, que también Chico tiene un lugar en nuestro corazoncito, como Harpo, a pesar de ser admiradores recalcitrantes de Groucho.

Vale, lo reconozco. Cuando veo las pelis en video paso los números musicales. Todas las películas de los Marx a partir de 1935 (con Una noche en la ópera) tienen varios (imposición de la Metro) y son un tostón, sí. Son, sin embargo, testigos de una época, de una forma de hacer cine cercana a la revista y al vodevil, pero que lastran a las películas de los Marx hasta el punto de que no se puede decir que sean grandes películas, pero, eso sí, son divertidísimas. Para encontrar comedias divertidísimas y con gran calidad cinematográfica en esa época habría que mirar hacia otro lado (¿he oido Lubitsch? ¿Y Preston Sturges?), pero eso no cercena la importancia de estos cómicos, sino que muestra la mala suerte que ellos, y el cine en general, tuvieron al no trabajar con directores de calidad. Sólo se salva en este aspecto Sopa de Ganso, dirigida por un gran Leo Mac Carey, que se encuentra en la lista de las 100 mejores películas de todos los tiempos del American Film Institute.

Para terminar, no puedo olvidarme del último miembro de esta familia. Vale, no era hermano, ni hermana. No, no les tocaba nada. Pero, sobre todo Groucho, ¿qué hubiera sido de los Hermanos Marx sin Margaret Dumont? Como dijo Groucho, “la quinta hermana Marx”. Actriz de cine y teatro, solía representar papeles de señora rica y madura, de porte aristocrático, que solía rendirse ante los encantos de los personajes que encarnaba Groucho, los cuales habitualmente la cortejaban para luego mofarse de ella e intentar quedarse con su dinero. En aquellos años, recuerda Groucho, muchos espectadores pensaban que en realidad estaban casados, pues era difícil ver al uno sin el otro. En su divertida autobiografía, Groucho y yo, la describe tal cual sus personajes eran: una mujer de otra época, con mucho estilo y eduación, sin muchas luces, pero de gran corazón. Sin la Dumont, más del 70% de los gags que hicieron famoso a Groucho no hubieran tenido sentido. Desde aquí, rompo una lanza porque a partir de ahora, todos los que hablen de los hermanos Marx, citen, aunque sólo sea por justicia, a la señora Dumont.


Nada, ya sabéis, de vez en cuando, unas píldoras de estos geniales cómicos. Aunque, claro está, lo mejor es ver sus películas del tirón (pasando los números musicales, sobre todo cuando Harpo se pone a tocar el harpa). Hoy, dos escenas de Una noche en la ópera ("¿Quiere usted las uñas largas o cortas?" "Déjemelas cortas porque aquí ya va faltando sitio", buajajajajajajaja, simplemente genial)







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martes, 28 de julio de 2009

Lo que pudo ser y no será

Cuando vi este vídeo la emoción me embargó como sólo lo había hecho hasta entonces mi primera visita al Expocómic de Madrid, el anuncio de la cuarta película de Indiana Jones y las Copas de Europa del BM Ciudad Real. Un correo me enlazaba a este supuesto trailer de Youtube (gracias, Capi) en el cual presencié una de esas fantasías adolescentes que sabes que jamás se van a cumplir (mentes limpias, chicos, mentes limpias). Reí, grité, lloré, y rogué a Dios que pronto llegase el estreno, al que por supuesto no podría faltar.

Ahora ved el vídeo, y luego pinchad en



¡Chiquito y Leslie Nielsen reunidos en la pantalla! ¡Ni el tío Florentino se había atrevido a tanto! ¡Lo de Kaká y Cristiano es una minucia comparado con esto!¡No hay dinero en el mundo que pueda pagar tal reunión de genios! Sin embargo, pronto mi “excitación humorístico-cinematográfica” ha sufrido un graaaaaaaaaan gatillazo cuando me he enterado que Chiquito, en realidad, no sale en la película, y que Leslie Nielsen lo hace como actor invitado (es decir, un cameo y poco más).

Según la ficha de producción, los protagonistas son algunos de los de Muchachada Nui (chicos, cuidad vuestros proyectos que la línea que separa la brillantez del cansineo es muy delgada y frágil) y la Michele Jenner esa de Los Hombres de Paco. Los artífices de la película, director (Javier Ruiz Caldera) y guionistas (Paco Cabezas y Enero Lizarraga), a la vista de anteriores trabajos suyos (consultado el imdb) tampoco me atraen demasiado.

Y es que los sueños casi nunca se hacen realidad. Aunque, por supuesto, yo sigo soñando en esa utópica película coprotagonizada por estos dos genios. A ver si a la vista del video algún visionario se atreve a acometer tal proyecto… pero que se dé prisa que no son precisamente quinceañeros… y con la Gripe A que nos viene…

Conformémonos de momento con estos 44 segundos de sueño hecho realidad.

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miércoles, 15 de julio de 2009

El fontanero, su mujer, y el trabuco de Curro Jiménez

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martes, 7 de abril de 2009

Mira siempre el lado bueno de la vida

Ben-Hur, Quo Vadis, La Túnica Sagrada, Espartaco, excelentes películas que nos regala la tv en Semana Santa, amén de las que relatan la vida de Cristo (Jesús de Nazaret, La Historia Más Grande Jamás Contada, etc.). Como anticipo del especial sobre La Pasión de Cristo que estoy preparando, os dejo otra manera de mirar aquel tiempo y lugar donde se desarrollaron esos archiconocidos acontecimientos. Por supuesto, la mayoría habéis visto esta película, verdadero film de culto para varias generaciones, pero nunca viene mal revisarla. Y si no la has visto, ya estás tardando.

Como bien sabréis ya, estoy hablando de La Vida de Brian, de cuyo estreno se cumplen 30 años.

Este film de los Monty Python, con mucho el mejor y más conseguido de los realizados en común, fue en su tiempo polémico puesto que narra las peripecias de un judío del año I que es confundido con el mesías. Una vez vista la película, y teniendo en cuenta que es una comedia (una de las mejores de la historia, si no la mejor), cualquier atisbo de falta de respeto desaparece a golpe de carcajada. Aquí os enlazo las partes más relacionadas con la crucifixión, cómo Brian carga con su cruz, cómo es crucificado, y el final con la magnífica canción Always look at the bright side of life subtitulada al castellano. Disfrutadlo.











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lunes, 2 de marzo de 2009

El Carlos Sobera hindú y el cartero que sabía sueco

Slumdog Millionaire. Gran película. Hacía tiempo que no salía tan contento y feliz (“como una lombriz”, te añoramos maestro Cebrián) de un cine. Sobra que yo la recomiende puesto que los Oscars que ha ganado la convertirán en un taquillazo (de lo que me alegro; no puedo pensar en un film más recomendable para que lo vean millones de personas y saquen algo de provecho de ello). De todas formas, lo hago encarecidamente. Bueno, yo venía aquí a hablar de otra peli. De una película española que creo tiene mucho en común con ésta, y que me vino a la mente tras ver el film de Danny Boyle. Se trata de una de las cimas del cine español de todos los tiempos, injustamente olvidada como casi todas sus contemporáneas porque no forma parte de ese cine español tan novedoso, rompedor y vanguardista (y aburriiiiiiido y moleeeeeeesto, en mi humilde opinión) que surge a partir de los ochenta. Como por desgracia en nuestro país el cine tiene ideología (casi siempre la adecuada para recibir una subvención), esta obra ha sido arrinconada por ser obra de un magnífico director y guionista con un serio problema en los tiempos que corren: su relación con el régimen franquista. Y claro, esto no se lo han perdonado todos estos que nos dicen qué películas tenemos que ver y que si no nos gusta las que hacen es que somos unos iletrados o unos fachas, o las dos cosas. Estoy hablando, claro está, de Historias de la radio, dirigida por José Luis Sáenz de Heredia en 1955.


José Luis Sáenz de Heredia fue un cineasta muy apreciable, un verdadero artesano que dominaba perfectamente la técnica narrativa tanto en la elaboración del guión como en la dirección tras la cámara, y que fue responsable de películas muy correctas como Don erre que erre, o ¡Se armó el Belén! (ambas con Paco Martínez Soria) en el ámbito de la comedia, y que se atrevió con otros géneros como el histórico (Diez fusiles esperan) o el drama costumbrista (La hija de Juan Simón). Pero, craso error, dirigió en 1942 Raza, filme con guión del mismísimo caudillo Francisco Franco, y el documental Franco, ese hombre (cuyo título suena ahora a anuncio de colonia hortera masculina), en 1964. Además, ocupó varios puestos de responsabilidad en la administración tardo-franquista. Y es que a un artista se le puede perdonar que sea un drogadicto (bueno, eso a veces se le aplaude), o un borracho, o un tirano con los que tiene a su alrededor, incluso un homicida (ahí tenéis al bailaor éste, como se llame); “es que al artista se le debe juzgar por su obra, no por su personalidad”, dicen; pero, ah, amigo, simpatizar con el franquismo… eso es imperdonable, ni obra ni leches. Si uno se molesta en profundizar algo en su biografía se puede encontrar cómo fue gran amigo de Luis Buñuel (quien colaboró en el film La hija de Juan Simón), por ejemplo, o cómo se vió prácticamente obligado a realizar el documental sobre Franco, algo que él no quería, pero eso da igual, era un vil facha, y sanseacabó. Y como facha fachoso facineroso sus películas son malísisimas, que pa eso era facha. Pues peor para quien así piense, pues se perderá una película como la copa de un pino, una de las mejores de la historia del cine español a la altura de otras grandes obras como Bienvenido Mister Marshall, Viridiana, Calle Mayor o Los Santos Inocentes.

Decía que Slumdog Millionaire me recordó a Historias de la radio porque ambas utilizan como telón de fondo de la historia o historias que quieren narrar el medio de comunicación de masas más importante en cada época: la más reciente la televisión y la más antigua la radio. Además, dentro de lo que ofrecen estos medios de comunicación, ambos se centran en concursos. Las dos películas, con el pretexto de todo lo que rodea a un concurso, hacen un retrato de la sociedad de su tiempo y lugar, quizá uno más amable y por ello menos fidedigno, en el caso español, pero ambos optimistas y vitalistas, toda vez que la realidad que reflejan no es demasiado complaciente. Bueno, en realidad, aunque he dicho que la película de Sáenz de Heredia lo hace de manera más amable, lo cierto es que también tiene momentos descarnados, como la violenta y terrible carrera de los dos “esquimales”. Los pretendientes del premio en metálico no dudan en usar trampas, engaños e incluso la violencia física para lograr su objetivo. Y no es menos deprimente y retrata aquella sociedad que uno de los concursantes quiera el dinero para financiar un invento, es decir, no es un pobre diablo, sino un científico que tiene que recurrir a las prácticas más mundanas y azarosas para conseguir una patente. Ésa era la España de los 50, donde pervivía (y aún lo hace) el odioso lema “que inventen ellos” que ideó Miguel de Unamuno y que ilustra una forma de pensar muy española, poco permeable a los cambios y temerosa del progreso.

Va, que me estoy enrollando. Historias de la radio lleva ese nombre porque es por medio de una emisión de radio como se articulan las historias que narra. Si bien los episodios centrales y autoconclusivos son tres, también hay algunas historias transversales que dirigen la acción y enlazan los tres relatos centrales. Así, nos encontramos con la espeluznante “carrera de esquimales”, en la que un viejo científico se deja hasta la última gota de sus fuerzas, amén de su dignidad, por conseguir, como ya se ha dicho, una mísera cantidad de dinero (3000 pesetas) con el objeto de sufragar los gastos de la patente de su invento. El otro que opta al premio, lo quiere, sin embargo, por algo más profano, “las señoritas”. A continuación, se nos muestran las tribulaciones de un ladrón que en mitad de un allanamiento de morada contesta al teléfono de la casa en que está robando, y se le ofrece un premio si se presenta en el estudio. Sin embargo, él en realidad no es la persona a la que están llamando, por lo que buscará a la víctima de su robo para proponerle un trato y repartirse el dinero. Todo esto, con la participación especial de un cura, e incluso de San Antonio. La tercera historia es la de un maestro de pueblo que concursa para conseguir el dinero que permita que un alumno suyo, gravemente enfermo, sea operado por un gran especialista sueco. Este episodio incluye uno de los mejores gags que jamás he visto (el del cartero que sabe sueco). Las tres historias son engarzadas por medio de las relaciones que se entablan en una emisora por los diferentes trabajadores de la misma, y que termina inmiscuyendo, por obra y gracia de la radio, a unos señores orondos que viven en una pensión. El final es absolutamente apoteósico.

Se trata de un guión perfecto (cuyo autor es el propio Sáenz de Heredia), al estilo de los de las películas de Lubitsch o de Wilder. Ninguno de los hechos que se muestran son gratuitos, y aunque algunos nos parezcan que son simples anécdotas, más tarde toman sentido. Cualquier detalle, por nimio que parezca, apuntala la narración a la espera de que sea usado para dar sentido a una escena, a un diálogo, o a un misterio. En este aspecto, para utilizar un referente que puede ser conocido por muchos, podría recordar a otra película con guión “redondo”, La vida es bella de Roberto Benigni. Como digo, un guión perfecto, del que se descubren matices con cada nuevo visionado.

Y qué decir de los actores. El dramatismo, desesperación y patetismo que transmite el personaje de Pepe Isbert, el científico que se disfraza de esquimal y se pasea de esa guisa por el centro de Madrid hasta protagonizar una lucha encarnizada con otro “esquimal” que pretende arrebatarle las tres mil pesetas del premio, lo hacen digno de entrar en los anales de la historia de la interpretación. Igualmente destaca la figura del profesor de la tercera historia, Alberto Romea, que desde su apariencia tranquila y resignada del principio va tornándose cada vez más inseguro y desesperado según avanza el concurso ante la responsabilidad que tiene en sus manos (la vida de un niño, nada más y nada menos) hasta su euforia ante el triunfo final (y que conste que no destripo nada de la peli, que lo que vale la pena es ver cómo se produce tal victoria; antológico, de verdad). Los mejores actores de varias generaciones se pasean por la pantalla: Ángel de Andrés, José Luis Ozores, Tony Leblanc, Juanjo Menéndez, un jovencísimo Paco Rabal, José María Lado, etc. También, de manera anecdótica, se produce la aparición de varios “famosos” de la época (bastante más respetables que los famosillos actuales) como el locutor radiofónico Bobby Deglané, el futbolista Luis Molowny, el pintoresco torero Rafael Gómez “el Gallo”, o la folclórica Gracia Montes. Se muestra cómo era la radio de la época, verdadero consumo de masas, con sus concursos, sus entrevistas, su simpática publicidad, etc. Todo un documento de la sociedad de la época, incluso más allá del mundo de la radio. Se muestran las vicisitudes del pueblo en general para salir pa´alante, las diferencias entre el mundo rural y el urbano, el papel que en los pueblos tenían las “fuerzas vivas” (Cura, Guardia Civil y Alcalde),la corrupción en la administración, la preeminencia social de la Iglesia, el atrasado parque automovilístico, la miseria material y moral… Como digo, si bien no un documental, sí que se trata de un magnífico documento de la época, donde tampoco se dulcifican el carácter y las acciones de los personajes representados. Nos encontramos con personajes egoístas, taimados, ruines, aunque al final se haga hincapié en el lado más amable de las personas y cómo se redimen con sus actos.

Y el final, qué decir del final. Uno de los más grandes de la historia. Bueno, sus finales, los cuatro, los de las tres historias “individuales” y el final del largometraje en sí. Y los cuatro finales son extraordinarios, apoteósicos, sin igual. No dejan a nadie indiferente. El primero transmite el patetismo y la desesperanza de una época tan complicada para nuestro país como fue la posguerra; el segundo nos deja con una sonrisa de oreja a oreja tras la resolución de uno de los argumentos secundarios; el tercero, tras la sorpresa con la concluye la epopeya del maestro, nos provoca una sensación de inmensa alegría y euforia; y todo acaba con una carcajada final que da por terminado el metraje, en uno de los mejores trucos de guión que jamás he visto. Si por algo se puede calificar positivamente a una película es por conseguir lo que pretende: en este caso, entretener, y que el espectador termine con una sonrisa, complacido por lo que ha visto y reconfortado ante lo que puede esperar de la especie humana. Me siento legitimado, por tanto, para decir que estamos ante una obra maestra.

En fin, una película que debía estar grabada con letras de oro en la historia del cine español y que debería ser un referente de nuestra industria cinematográfica. Pero, sobre todo, una película que debéis ver, amigos y amigas, porque seguro que la vais a disfrutar muy mucho. Fuera prejuicios, y a disfrutar.
Aquí os dejo la actuación de los Xey, que aparece en la película. A mí me parece muy divertida, y muy propia de la época.

Y el final de la historia del inventor "esquimal". Impresionante Pepe Isbert.



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miércoles, 25 de febrero de 2009

No se puede expresar mejor.

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miércoles, 28 de enero de 2009

Más dura será la caída.

Más dura será la caída. Gran verdad. Aparte de una magnífica película protagonizada por Humphrey Bogart y dirigida por Mark Robson en 1956, aquí os presento un documento, a la altura del film referido, sobre la vacuidad de la fama. Qué poca memoria tenemos con nuestros ídolos; qué fatal destino a menudo les espera cuando su popularidad ha desaparecido. Hay tantos nombres a los que la temprana y a veces poco merecida fama ha destruido: Joselito, Mickey Rooney, Ángel Cristo, MacAulay Culkin... Hoy recordamos a Polilla y Pantalones en este apasionante documental que ha de servir como recuerdo a estas antaño estrellas del dibujo animado y de aviso sobre los peligros que encierra el éxito.

No queda sino felicitar al realizador del film, Ángel González, por mostrar en toda su crudeza los peligros de la fama, y a su productora Angelitoons, por su valentía a la hora de afrontar este preocupante tema.
Para más obras del autor: http://www.angelitoons.com/



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viernes, 16 de enero de 2009

Peliculones de videoclú (II)

Vamos a centrarnos ahora en las películas que trataban las relaciones sociales en los centros educativos. Vamos, lo que se solía llamar de “instituto” o de “universidades”. Lo primero es que estas películas americanas fueron pioneras en demostrar una afirmación que con el tiempo se ha hecho realidad en nuestro país: los centros educativos son en realidad centros de ocio y diversión. El apartado académico es lo de menos y lo importante son las interacciones entre los miembros de la comunidad educativa y lo que se puede sacar de ellas. Como digo, esto, que ahora es una realidad a la orden del día, ya se mostraba en aquellas películas. Algunas tenían un objetivo únicamente de entretenimiento mediante un humor fácil y “grueso”, caso de, por ejemplo, Los albóndigas en remojo, Regreso a la escuela, La revancha de los novatos o los míticos Porky´s, claros antecedente de películas actuales, como la “saga” de American Pie. Cabe destacar que a pesar de sus escasas intenciones más allá de hacer pasar un buen rato, también aportaron algo de descubrimiento para los espectadores preadolescentes de la época: eran cintas donde uno podía apreciar por primera vez los pechos desnudos de las chicas, junto a las de Esteso y Pajares, claro, aunque en éstas últimas las que enseñaban pechuga más que chicas eran ya señoras.


















Había otras que sin renunciar a ser cine de entretenimiento, optaban por presentar también cierta moraleja. Un ejemplo son las que alertaban de la falsedad del sueño americano juvenil de la época, la traducida aquí por “popularidad”, como se puede apreciar en No puedes comprar mi amor o La chica de Rosa. En todas ellas se presenta a la elite “popular” (sin referencias políticas, ¿eh?) como segregacionista y carente de sentido, algo que comprenden los protagonistas, que a menudo son lo que por allí llaman nerds (que podríamos traducir por “empollones”), cuando consiguen entrar en ella. Protagoniza una de ellas, La chica de Rosa, Molly Ringwald, actriz paradigmática de este tipo de cine, y con un aspecto muy alejado de los estándares de belleza que los EEUU exportaban desde hacía más de medio siglo pero atractiva al fin y al cabo, para la época al menos. La susodicha tampoco hizo muchas películas pero sí muy significativas: La chica de Rosa, El Club de los Cinco, Dieciséis velas, y algunas más. A menudo se trata de reinterpretaciones del Romeo y Julieta shakesperiano, pero cambiando la dicotomía Capuleto/Montesco por empollones/populares, medio urbano/medio campesino, clases adineradas (para los que entonces se acuñó el término “pijos”)/clase trabajadora, etc. También en algún caso, como en La chica de Rosa, y hablo de memoria (hará más de quince años que vi esta película), se podría relacionar el argumento con la obra maestra de Bardem, Calle Mayor (ahora después voy a confesarme por la blasfemia, no os preocupís). En La que hemos armado, la Ringwald interpretaba a una chica adolescente que quedaba embarazada, afrontando el film así uno de los temas tabú hasta entonces, ya tocado en España con acierto y valentía más de tres lustros antes por Manolo Summers en su Adiós, cigüeña, adiós. Éstas películas gustaban mucho más a las chicas, claro, o al menos así lo expresaban ellas, aunque a nosotros, la verdad, también nos gustasen. Por supuesto declarábamos como muchísimo mejores las comentadas en el primer párrafo, pero a éstas tampoco les hacíamos ascos, reconozcámoslo. En mi caso he esperado quince años para reconocerlo. No pasa nada, no es como salir del armario, en todo caso de un cajón de la mesita de noche. Animo a todos a hacerlo, sobre todo desde que se lleva eso de que los hombres expresemos nuestros sentimientos. Argh.

El gran gurú de este tipo de cine adolescente, pues sus filmes del género se han convertido en objeto de culto, fue sin duda John Hugues. Precisamente tocó el tema del embarazo adolescente, aunque dentro del matrimonio (eso se llama ser políticamente correcto) en La loca aventura del matrimonio, con Kevin Bacon. Alcanzó sus mayores cotas de popularidad por ser el escritor de Solo en Casa, el megataquillazo de 1992 protagonizado por el ahora desdichado MacAulay Culkin (versión americana de Joselito, al fin y al cabo). Como decía, y a pesar de escribir y dirigir la nunca suficientemente ponderada Solos con nuestro tío (y es que ésta me encanta, con el desaparecido John Candy y de nuevo el Joselito americano), de él destacan dos de los títulos más ilustrativos de este tipo de cine, la ya comentada La chica de Rosa, y el film de culto El club de los cinco. Ésta última es una película que trata la relación que entablan cinco chavales (dos chicas y tres chicos) durante un sábado por la mañana en el que están castigados en el instituto. Dos son miembros de esa elite “popular”, los interpretados por la ínclita Molly Ringwald y un adolescente Emilio Estévez (hijo del gran actor Martin Sheen), otro es el típico empollón (nerd), la otra chica una “rarita” con problemas para relacionarse con los demás, y finalmente el típico chico malo de chupa de cuero. A lo largo de la peli, y desde un inicio donde no se soportan, se van conociendo y derribando las estúpidas barreras que la sociedad ha puesto entre ellos, puesto que al fin y al cabo tienen las mismas preocupaciones e inquietudes como adolescentes que son. El final es más bien pesimista pues asumen que al lunes siguiente volverán a ser las mismas personas encasilladas en sus propios roles dentro de la sociedad estudiantil y no se atreverán a subvertir las normas sociales que les prohíben relacionarse. Debido al intento de acercamiento algo más serio y profundo que el resto de filmes a los problemas y vicisitudes de la juventud de la época, éste título se ha convertido en el más recordado y a menudo venerado de este tipo de cine. Aunque también para los más viciosillos es la peli donde la Ringwald enseñaba las braguitas. Allá cada uno considerando qué aspecto es más importante.

También dirigió John Hughes una película mucho más divertida y alocada, aquí traducida como Todo en un día y protagonizada por Mathew Broderick; una suerte de Jó, qué noche de Scorsese pero de temática juvenil. Genial.

No quiero terminar esta parte sin recordar una peli que tiene que ver con todo esto un tanto tangencialmente. Es Teen Wolf, protagonizada por Michael J. Fox, donde se entremezclaban el baloncesto y el cine fantástico con esta temática adolescente. Vaya mezcla, ¿eh¿ Nada más que por esto era normal que me gustase. Por supuesto, no se me ocurre volverla a ver, porque seguro que cambiaba mi opinión.























PD: al hilo de este post, me he encontrado con las divertidas y a menudo arbitrarias traducciones de los títulos originales al castellano. En el caso de la última peli de la que hablo, y que he nombrado por su título original, es un ejemplo que nos viene "que ni al pelo" (jejeje); hay que tener en cuenta que aquí se llamo De pelo en pecho. Teen Wolf = De pelo en pecho. Total ná. Otros casos de los aparecidos por aquí serían, así a bote pronto, La que hemos armado (She´s having a baby), Solos con nuestro tío (Uncle Buck), Los albóndigas en remojo (Up the creek), El club de los cinco (The Breakfast Club)... Anuncio la futura aparición de un profundo estudio sobre este "toco-mocho tituleril" tan habitual en nuestra querida piel de toro en la web de mi colega de elengendromecanico. Estaremos atentos a él. Ya sabéis, la dirección en la lista de enlaces de la derecha.

PD (II): acabo de descubir que en la web viruete.com ya se realizó hace bastante tiempo este ejercicio histórico-nostálgico que estoy llevando a cabo, eso sí, en el caso de la otra web bastante más completo y profundo; más "currao", vamos. Os invito a visitarla aquí.

(Continuará…) Leer más...