Carlomagno se convirtió en Emperador cuando fue coronado por el Papa León III en el año 800. Antes, desde 768, era rey de los francos. Según la leyenda, Carlomagno blandió la lanza del destino en 47 campañas victoriosas. De nuevo las fuentes difieren aquí sobre cómo consiguió la lanza. Mientras unas aseguran que era propiedad familiar, pues ya Carlos Martel la había enarbolado en la batalla de Potiers (732) frente a los musulmanes, otras aseguran que fue un regalo del Papa León III. En este último caso, el arma se conocía como Lanza de San Mauricio, pero se aseguraba que fue utilizada por el emperador Constantino en sus batallas. Aparte del poder que otorgaba la reliquia a quien la poseyera, también tenía una maldición: aquel que la perdiera pagaría por ello con su vida. Precisamente, Carlomagno es la primera víctima conocida de la maldición, pues la dejó caer vadeando un arroyo en Aix-la-Chapelle, en el año 814, muriendo poco después.
A partir de Carlomagno la Lanza de Constantino pasa por las manos de diversas monarquías y grandes casas nobiliarias europeas (los reyes sajones de Inglaterra, la Casa de Borgoña) hasta que en el siglo X nos la encontramos en manos de Enrique el Pajarero, fundador de la casa real de Sajonia. De éste, pasaría a su hijo, Otón I el Grande, coronado emperador por el Papa Juan XII en 962, hecho que se considera el inicio del Sacro Imperio Romano Germánico, toda vez la idea imperial se había venido debilitando desde Carlomagno y la división de su imperio entre sus hijos. Aunque sabía que existía otra Santa Lanza, que podemos llamar de Longinos, en Oriente, creyó que su lanza, la supuesta de Constantino, el había llevado a la victoria sobre sus enemigos, y regaló una copia de la misma a los reyes de Hungría y Polonia (otras fuentes dicen que fue Enrique II el que hizo este regalo). Una de estas copias sería la que se conserva hoy en día en Cracovia (Polonia)
El nieto de Otón el Grande, Otón III, añadió a la lanza un clavo, supuestamente uno de los que sujetaron el cuerpo de Cristo en la cruz, cosiéndolo a la punta con hilos de oro, plata y cobre. Recordemos que la original Lanza de Constantino había sido hecha a partir de uno de los clavos de Cristo (que en principio, al menos los que encontró Santa Elena, eran dos), con lo que si efectivamente ésta fuese la original lanza de Constantino el Grande, ambos clavos encontrarían unidos en el arma. La posesión de la lanza por parte de la dinastía de Sajonia como elemento de justificación divina del poder fue un importante elemento propagandístico en la llamada Guerra de las Investiduras. Igualmente, la dinastía heredera de la anterior, los Hohenstauffen, la utilizaron de manera similar en los inicios de la lucha entre güelfos y gibelinos, que dividieron a Italia dividida durante varios siglos.
El primer Hohenstauffen, Federico I Barbarroja, fue otra víctima de la maldición de la lanza: vadeando el rio Cidno, en Asia Menor, en el año 1190, la dejó caer y murió ahogado. Su nieto Federico II, tras asegurarle el Papa Gregorio VII que la lanza era la que atravesó el costado de Cristo, la llevó a Nuremberg, donde fue custodiada durante 500 años hasta la llegada de Napoleón. En 1350, Carlos IV, emperador germánico de la casa de Luxemburgo, grabó en la lanza la leyenda Lancea et clavus domini (lanza y clavo del Señor) y el Papa Inocencio VI estableció oficialmente su veneración como la Lanza de Longinos.
Pero volvamos en el tiempo y a Asia. En 1204, durante la Cuarta Cruzada, los caballeros occidentales atacaron el imperio bizantino y tomaron Constantinopla, fundando el Imperio Latino de Oriente. Uno de sus emperadores, Balduino II, vendió en 1241 la punta de la lanza (¿la de Constantino?¿La de Jerusalén encontrada por Santa Elena? ¿La de Antioquia recuperada durante la Primera Cruzada? ¿Otra totalmente distinta?) al rey Luis IX de Francia (San Luis), que construyó la Sainte Chapelle para albergarla junto a la corona de Espinas. Allí estuvo hasta la Revolución Francesa, cuando fue trasladada a la Biblioteca Nacional Francesa. Actualmente la corona de espinas está perdida (lo que ahora llaman así es una guirnalda, en conmemoración, supongo) y de la lanza poco se sabe. Eso sí, en el siglo XIV un peregrino decía haber visto las puntas de Paris y Constantinopla y que esta última parecía mucho más antigua que la francesa.
Otra vez a viajar. Hasta ahora una ciudad ha sido la más importante en “número de lanzas”: Constantinopla. Retornemos a ella. En el 1453 cae en manos del Imperio Otomano. Con la ciudad, el asta de la lanza (que o es la de Constantino sin la punta, que a saber dónde está, o es el asta de la de la encontrada por santa Elena, trasladada desde Jerusalén a Constantinopla, donde supuestamente estaba la punta, de la que tampoco nada se sabe entonces, a no ser que una de las dos puntas fuese la de París, que no parece por los testimonios antes comentados, aunque esto fue lo que aseguró el Papa Benedicto XIV en 1700, al considerar que esta punta se complementaba perfectamente con el asta que nos ocupa). En 1492 el papa Inocencio VIII intercambió este asta por el hermano del sultán Bayaceto, y desde entonces se encuentra guardada, junto con otras reliquias de dudosa autenticidad como la Verónica en el interior de uno de los cuatro grandes pilares de San Pedro del Vaticano.
Regresemos a la de San Mauricio, o “de los Habsburgo”. La habíamos dejado en Nuremberg. A principios del siglo XIX, con Napoleón adueñándose de Europa, sacan la reliquia de la ciudad alemana y va a parar a Viena, a la colección de Tesoros Reales de los Habsburgo, conocida como la Schatzkammer (Cámara de los Tesoros). Allí es donde la vió Adolf Hitler por primera vez en 1909, y donde comenzó una obsesión de la que hablaremos posteriormente. Si hemos de concluir en relación a esta pieza que es la que mejor se conoce, desde su posesión por Carlomagno en la actualidad (está en Viena, en el Palacio Hofburg), aunque el problema es que hay pocas probabilidades de que ésta que le llegó a Carlomagno fuese la original de Longinos.
Como vemos, en la actualidad podemos ver cuatro lanzas, la de Cracovia (una copia de la de Viena), la de Echmiadzin (de dudosa historicidad), la del Vaticano (a la que ni siquiera el Papado le hace mucho caso) y la de Viena (la más interesante y de más largo y conocido recorrido histórico, pero que difícilmente es la original). Aunque abundaremos en esta cuarta lanza y su relación con Hitler en un próximo capítulo, la conclusión a la que podemos llegar es que la lanza original de Longinos, si existió, jamás ha sido encontrada, pero su recuerdo, identificado como reliquia en otros objetos ha tenido un gran poder e influjo en la historia de la cristiandad en particular y de la humanidad en general.
sábado, 3 de abril de 2010
Yo no estuve allí: La Lanza del Destino (II)
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5 comentarios:
Vamos a ver hermosos, la lanza de Longinos la tengo yo escondía. Tuve que encargar unas copias para que cada sobrino tuviera una y no pelearan porque la envidia es mu mala.
Me han encantado las dos entradas sobre la Lanza del Destino. ¿No hay una tercera?.
Me parece un tema apasionante del que me gustaría hablar con el autor.
Un saludo y enhorabuena.
Gracias, Quinto. No creo que haya una tercera a menos que surjan nuevas hipótesis de trabajo. Precisamente hace dos o tres meses no recuerdo si fue en el Canal de Historia o en el National Geographic se pasó un docu donde se resume bastante bien el estado de la cuestión, centrándose sobre todo en la de Viena. Supongo que se podrá encontrar por la red (casi seguro que era de National Geographic, me parece recordar).
Y nada, aquí para lo que gustes. Un saludo.
Pues es una verdaddera pena que no haya esa tercera parte.
Mi interés por la Lanza del Destino viene dada por un compañero de trabajo que me pidió que escribiera un artículo sobre ella.
Ya llevo otras entradas sobre armas en mi Blog como has podido ver, pero el tema de la Lanza se aparta un poco de lo que estoy acostumbrado a escribir. En estos momentos me estaba documentando al respecto y ha sido cuando he encontrado tu Blog.
Después de leer las dos primeras partes me he desanimado un poco porque, ¿qué más puedo añadir a lo que tu has escrito?. Me lo pones muy difícil.
Creo que voy a parar un poco y me voy a tomar unas semanas para ver porqué camino tiro antes de seguir escribiendo.
Sólo me gustaría hacerte una pregunta. ¿Qué fuentes has utilizado?.
Yo en principio estoy sacando la información de la web por falta de más tiempo para acercarme a alguna biblioteca "seria".
Un saludo y gracias.
Casi toda la información es de la web, creo recordar (estos artículos tienen dos años, y no recuerdo bien del todo), aunque sí que me sirvió de inspiración y me dió las primeras pistas la parte dedicada a esta reliquia del magnífico libro "Enigmas", de Juan Antonio Cebrián (q.e.p.d.), Jesús Callejo, Bruno Cardeñosa y Carlos Canales. También recuerdo hacer un croquis con las informacions relativas a las distintas lanzas, lo cual recomiendo para no perderse. Ya te digo que si puedes conseguir el docu del que hablaba (En busca de La Lanza del Destino, creo que se llamaba), te puede informar muy bien especialmente sobre la de Viena.
Un saludo.
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