viernes, 6 de marzo de 2009

Libertad para la imaginación: respuestas increibleblebles. Prólogo.

Voy a comenzar mi serie sobre barbaridades más o menos graciosas que me he encontrado en los exámenes de mis alumnos. He de dejar claro que llevo este catálogo de disparates desde el más profundo respeto por mis estudiantes, a los que aprecio y tengo en alta estima (al menos a la inmensísima mayoría). El publicar, de manera anónima naturalmente, estos garrafales errores únicamente tiene la intención de provocar la sonrisa del lector, nada más. Hay que tomarse la vida con cierto humor y en esa línea hay que entender esta serie de artículos. Pero antes de pasar a ellos, voy a ponerme un poquito más serio.

Conviene indicar que las causas principales de estas simpáticas barbaridades, divertidos síntomas de una realidad preocupante, son dos: muchos jóvenes no saben leer y, como consecuencia, no saben estudiar. Cuando digo que muchos estudiantes no saben leer no me refiero a que sean analfabetos, pues lo que sí saben es convertir las letras escritas en sonidos. Otra cosa es que sepan el significado que se esconde tras las palabras, y más aún, las ideas que las distintas agrupaciones de palabras intentan transmitir. Esto obedece a dos situaciones: primero, la escasez de vocabulario que suelen tener, y, segundo y más grave, la “pereza intelectual”. Pensar es algo que cansa y a lo que no están acostumbrados. La observación, la reflexión, el razonamiento, son cosas de las que huyen como si de monstruos se tratase. Porque claro, les cuesta. Se les ha acostumbrado a no tener que pensar para estudiar, a no tener que cavilar para dar respuesta a los problemas o las preguntas que se les plantean en su discurrir educativo (me recuerda esto al chiste sobre la diferencia existente entre escurrir y “escurrir”; no, lo siento, hay que contarlo en persona, los gestos son básicos, pero muchos ya os lo sabréis, ¿no?). La mayoría de las actividades que se les proponen tienen su respuesta literal en el libro, en la página de al lado, generalmente en negrita, y ellos se limitan a copiarla. Ya está. Basta con que lo que se pregunta y lo posible respuesta resaltada en el texto tengan un aspecto parecido. El pronombre interrogativo da igual; si se pregunta la causa o la consecuencia no tiene mayor importancia; ¿una definición?, ¿eso qué es? Se copia lo que está en negrita y punto. Así de triste. Pensar ¿para qué? ¿Conocer palabras? Si con las cuatro de siempre ya te puedes comunicar, para lo que hay que decir… ¿Conocimientos? ¿De qué sirven?¿Acaso se gana dinero con ellos? ¿La verdad? Total, si la verdad no existe, si da todo igual, lo importante es lo que uno piensa y hace, no si tiene razón o no. ¿Leer? ¿Leer? ¿Qué pasa, que estamos en la prehistoria o qué? (Si, ya sé que en la prehistoria no existía la escritura, y precisamente es uno de los elementos que la define, pero a mí que me contáis, oye, intentad explicárselo a ellos)

Claro, después nos encontramos con personas trabajadoras, que “se lo curran”, pero no se les han proporcionado los instrumentos intelectuales y cognitivos necesarios para llevar a cabo su empeño de forma satisfactoria. Y lo suplen con trabajo y horas de estudio. En el caso de la geografía y la historia, deciden memorizarlo todo. No lo comprenden, pero les da igual, les cuesta menos trabajo (creen ellos) memorizarlo que entenderlo, interiorizarlo, analizarlo, y reproducirlo. Me parece una hazaña, la verdad, intentar semejante cosa. Memorizar algo sin entenderlo. Es como intentar estudiar en una lengua totalmente desconocida para uno. Increíble. Trabajo sobrehumano, y, por eso, imposible y abocado al fracaso. Cambios de palabras por otras que se les parecen o suenan igual pero tienen un significado completamente distinto, partes de oraciones que se “olvidan” (“si lo único que no he puesto ha sido una palabra, oiga, por qué me lo pone mal”; ya, bueno, pero es que esa palabra era “no”, y cambia totalmente el sentido de la frase”; “Joé, pero qué más da; no ve, si no se lo ponemos igual que en los apuntes ya no vale, por una palabra, hombre, será…”), etc.

Resulta que la reforma educativa que intentaba eliminar la memorización automática ha tenido dos consecuencias: en unos casos, no hace falta que estudies, te aprobamos aunque no tengas ni idea porque al fin y al cabo a quién le importa todo esto; y en otros, recurren a esa memorización acrítica y se les da por suficiente porque, oye, al menos trabaja. Los contenidos son lo mismo si los conocen o los entienden como si no. Si son capaces de relacionarlos con el resto de sus conocimientos (cuando los hay) e insertarlos en el análisis del mundo que les rodea (que en estos tiempos de globalización es amplísimo) no tiene mayor valor. Eso da igual. Al sistema le viene bien, porque cuantos menos instrumentos críticos manejen, serán más dóciles y fáciles de adoctrinar. Menos molestan. Curiosamente, hoy en día, cuando mayor cantidad de información de todo tipo se nos suministra, menos capacidad existe para analizarla y entenderla. Y por supuesto ellos reniegan de su falta. Difícilmente se puede solucionar un problema si primero no se asume que se tiene. Pero da igual. Curiosa sociedad ésta, donde es importantísimo que los ancianos sepan manejar internet, y se les da cursos, se publicita su uso, se les advierte del peligro de convertirse en “analfabetos funcionales”; pero da igual que los jóvenes no sepan leer (en el amplio sentido que antes decía), y que no sepan expresarse con corrección y rigor.

Alguno se molestará por lo que he dicho. Lo mismo me da. Yo seguiré intentando inculcar a mis alumnos el valor de la lectura, de la escritura, del estudio y el conocimiento en general, con el deseable objetivo de no convertirnos en marionetas de los que detentan el poder, de ser libres de verdad porque vemos todos los caminos, entendemos todas las opciones, conocemos todas las alternativas y elegimos las que nos parecen mejores; de leer un periódico u observar la televisión y ser capaces de ver más allá de la noticia, también sus causas y sus probables consecuencias; no ser, como a menudo les digo, “como una maleta, que viene y va por el mundo sin enterarse de ná”; de estar vivos y ser personas, coño (con perdón). Seguramente no valga de nada, pero ya sabe quien me conoce que soy mu cabezón (y no me refiero al tamaño de mi cabeza, que también es considerable), sino a mi terquedad y obstinación.

Por cierto, para los que escriben en su lengua abreviada (ya sabéis , la de los sms y los foros de internet): las palabras no son sólo sonidos, son también formas, figuras, tiene una realidad visual además de la sonora. Si uno no se acostumbra en su actividad diaria a ver las palabras bien escritas, y a producirlas correctamente, con su grafía propia, es imposible que cuando quiera hacerlo por necesidades educativas o laborales sea capaz de ello.

El siguiente artículo ya será más simpática, no os “preocupís”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yes, we can

Anónimo dijo...

Tienes toda la razón, yo tambien soy una bictima del sixtema educatibo. La asignatura que mas me gustaba era Istoria sobre todo cuando estudiabamos......esto.......NO ME ACUERDO!!QUE M...DE MEMORIA!!

Wayne dijo...

Las pastillas, Morfina, te has vuelto a olvidar de tomarte las pastillas.