Esta mañana me dio mucha pena ver a un par de señores de bastante edad intentando esforzadamente, los pobres, borrar las pintadas que, como ocurre con el 90 % de los españoles, tenían en la fachada de su edificio. Y lo peor no es que no lo fueran a conseguir (se veía que a pesar de frotar y frotar, no se iban), sino que lo tengan que hacer. Es más, casi enternece su inocencia, puesto que, de conseguir su objetivo, en menos de veinticuatro horas sus relucientes paredes sería de nuevo violadas por la estúpida actividad de un ignorante ególatra al que la sociedad le permite todo.
A los pocos minutos, mientras paseaba con mi hija, me crucé con uno de esos especimenes de jóvenes tan de moda hoy en día, de tan sólo 15 o 16 años, que parece que van perdonando la vida de los que compartimos la calle con ellos, grosero por altanería y artificiosidad en su vestir y caminar, con esa forma de andar que bien pueda provocarles en el futuro una luxación de cadera, los muy estúpidos, cuya operación pagaremos todos. Descubrí con sorpresa y un poco de pena que mi reacción a la vista de tal sujeto, modelo de la era de hedonismo vano, egoísmo institucionalizado y provocación banal que vivimos, era la de “meterle”, cosa que por supuesto no haré jamás porque soy un enemigo de la violencia por razones morales y de cobardía personal, todo hay que decirlo, pero es triste que el atuendo y actitud de algunos jóvenes puedan provocar tal reacción. Los pensamientos, al mirar a mi niña, fueron volando, serpenteando a gran velocidad haciendo un esbozo de la época que nos ha tocado vivir/sufrir. Pienso en Marta del Castillo, y en cómo sus asesinos se ríen a carcajadas de toda la sociedad española, con su supuesto Estado de derecho y sus fingidas leyes que nadie cumple. Ahondando en ello, recuerdo dos de las primeras noticias con las que me he desayunado esta mañana: 45 de los 46 acusados de más de 80 robos en la provincia quedan en libertad al haber sido condenados a 16 meses de cárcel (que supone no entrar en ella, sorprendentemente) y la etarra Idoia no se qué (ni sé ni me importa el nombre de estos hijos de puta), autora de 23 asesinatos es agraciada por beneficios penitenciarios nadie sabe muy bien por qué (cuando lo que tenía que hacer es pudrirse en la cárcel toda su puñetera vida).
En mi paseo observo la ingente cantidad de locales vacíos, donde antaño había provechosos negocios, combinados con tiendas de toda clase regentadas por chinos, de esas que no cierran nunca. Rememoro las polémicas entre los comerciantes locales y nacionales y su posturas enfrentadas sobre las leyes que determinaban los horarios comerciales, ésas que jamás se han aplicado a estos nuevos negocios, de los cuales los dedicados a alimentación tienen un alto porcentaje de productos ya caducados y unas carencias higiénicas que hace poco hubieran supuesto la ruina de los comerciantes locales (ya se arruinaron luego ellos solos, por desgracia),que eran diligentemente sometidos a una estricta vigilancia por parte de los ministerios de sanidad (por no hablar de las inspecciones de trabajo). Hay un rumor callejero que dice que esta gente no paga impuestos por estos negocios, un rumor que por otra parte nadie ha negado en ningún sitio.
En mi caminar, veo un edificio en cuya entrada están colocando rejas. En su tiempo este portal fue concebida en función de la estética y el aprovechamiento del espacio, pero ahora se ha de blindar con feísimas cancelas. Me vienen a la memoria las palabras de nuestro presidente del gobierno, diciendo que teníamos las mejores generaciones de jóvenes de la historia de España, y, a la vista de estos enrejados urbanos tras los que se han de parapetar los honrados vecinos de nuestro país, se me dibuja una media sonrisa en la cara a caballo entre la ironía y la rabia.
Paso al lado de un supermercado donde una “rumana”(que en realidad nadie sabe si estas profesionales de la mendicidad son de tal nacionalidad, pero así se les llama por aquí) limosnea con su niño, ya crecidito la verdad, en brazos. Me vienen a la mente las noticias que salen de vez en cuando de padres a los que se les amenaza con retirarles la custodia por parte de las instituciones públicas porque están demasiado gordos, o porque les han pegado un cachete, y se entremezclan con las imágenes de estos niños obligados a mendigar, e incluso con el conocimiento de otros que son utilizados para robar, y una sensación de perplejidad anida durante un buen rato en mi ser.
Enfilando ya la calle de mi destino, observo carteles antitaurinos que me hacen pensar en la reciente prohibición de las corridas de toros en Cataluña. De nuevo perplejidad, ironía, rabia e ira se suceden en mi mente, pensando en cómo un país y sus políticos se preocupan de la “salud” de unos animales que cuando no exista tal espectáculo se extinguirán, mientras se legisla permitiendo y fomentando la muerte de los humanos no nacidos. Un país donde si tu hijo o tu hija mueren en un accidente de tráfico provocado por un desgraciado malnacido que conduce bajo los efectos del alcohol o las drogas, tal hecho es un atenuante y no un agravante como debería ser donde imperase la razón. Un país donde se gastan millones en evitar el consumo de drogas, pero donde tal consumo no es delito, y está comúnmente aceptado por una amplia mayoría de la población que bromea y se regodea en su uso y disfrute tanto de palabra como de acto, especialmente en el caso de sus autoproclamados “intelectuales (ja), pero, eso sí, se prohibirá vender gusanitos y cocacolas en los centros educativos, que ya se sabe que son peor que la maría y la cocaína. Un país donde se persigue a imbéciles que exhiben emblemas racistas y anticonstitucionales, pero donde es muy “cool” portar símbolos apologéticos del consumo de sustancias estupefacientes. Un país donde una chica (una mujer) de 16 años debe y puede decidir sobre su embarazo, sobre si acaba con la vida que crece en su vientre o no, pero un joven (ahora niño) de esa misma edad no es responsable de golpear o asesinar a alguien. Un país donde en 32 años de democracia constitucional, los ciudadanos tan sólo han sido consultados dos veces, en concreto para asuntos de tanto calado como la integración en la OTAN y la Constitución Europea. Otros aspectos menos relevantes para la vida diaria, para la dignidad de la persona y de la sociedad, ya son despachados por la casta política, que guía y conduce al resto de los ciudadanos aliviándoles la pesada carga de decidir sobre los verdaderos problemas del país, mientras les narcotizan con debates estúpidos y artificiales, fútbol y telebasura. No tienen cojones para una democracia de verdad y no esta pantomima de representación ciudadana secuestrada por partidos políticos y medios de comunicación. Un sistema donde las personas decidiesen con información y responsabilidad sobre temas verdaderamente importantes como el aborto, la eutanasia, la pena de muerte y el cumplimiento de las penas de cárcel, la igualdad de los territorios y las personas, la mayoría de edad legal y la responsabilidad penal de los delincuentes, etc. Qué envidia de esos lugares donde preguntan a sus conciudadanos hasta el color de las baldosas de la plaza del pueblo (Inglaterra, Irlanda o EEUU, por ejemplo), que tendrán sus fallos, pero por lo menos no están sometidos a la dictadura de los partidos y los periodistas, y por tanto un paso más cerca que nosotros de la libertad y la democracia.
Mientras subo en el ascensor el cochecito de mi hija de dos meses a la que traigo a ver a su abuela (en este caso mi madre), y mirando las muecas divertidas de mi niña, la conclusión de esta tormenta de pensamiento se debate entre dos sentencias. La primera es una de Tagore: “cada niño que viene al mundo nos dice que Dios aún confía en el hombre”. La segunda es personal: “este país es una mierda; una mierda pinchá en un palo".
jueves, 29 de julio de 2010
Un paseo
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4 comentarios:
Y, curiosamente, sólo has tocado de refilón lo que, a mi juicio, es uno de los más sangrantes entre la montaña de despropósitos nacionales: los llamados "intelectuales".
Cuando cracks del mundo de la (in)cultura de la talla de Javier Bardem y cía hacen sus pinitos en esto de la producción industrial de opinión para el consumo de la masa, y en cambio figuras como Savater, Punset o Espada gracias pueden dar si son objeto de mofa (ya que esto supone que alguien les conoce), la conclusión más lógica debe ser que la famosa encefalopatía espongiforme (humana) pronto desbancará a las dolencias cardiovasculares como primera causa de muerte en España.
Pero no. Los imbéciles no se mueren como exige la ley natural para el beneficio de generaciones posteriores, no señor. Los imbéciles o tienen un cargo público o están delante de una cámara. Más posibilidades de diñarla tenemos seguramente tú o yo, que al yendo a comprar algo al "chino" nos atropelle, borracho como una cuba, el hijo del presidente de algún club de fúrgol que sin duda se asegurará de comprar de una forma u otra la impunidad del vástago.
Zapatero a tus zapatos, que decía mi abuela. Pues tampoco. Los dichos populares, como el sentido común y el buen gusto son claramente cosa del ayer. Hoy, en la España Feliz (R) no necesitamos todas esas cosas; tenemos mediocracia y feisbuk, y semos los campeones del mundo... de la mediocridad.
Enhorabuena por el blog, me he reído y me ha ha hecho pensar (cómo duele, jo). Y además compartimos el interés por la IIGM. Seguramente me hubiera ido mejor contigo como profe de Historia que con un progre de sofá que no tuvo cojones a mencionar el asesinato de Calvo Sotelo cuando tocaba dar la Guerra Civil Española. Añadido a favoritos.
Gracias por tu comentario.
Realmente cuando escribo estas parrafadas terapéuticas creo que nadie se las va a leer enteras, debido a su "incorrección política", que se diría hoy. Me alegra de que haya alguien que sí lo haga, auqnue bien es cierto que sobre todo son un grito de rabia que uso de tratamiento contra mis accesos de ira provocados por la falacia nacional, la estupidez insana y la desvergüenza general.
Ah, y por si le interesa a alguno/a (que no creo), estoy de vacaciones (del blog, porque sigo en casa) y espero volver en septiembre, claro.
Da la sensación de que las malas hiervan han aparecido de repente, sin motivo alguno pero no es así, amigos míos hace tiempo que se descartó la generación espontánea. Acaso no os habéis fijado como las personas adultas (padres, madres, tíos, abuelos, vecinos…) de los actuales jóvenes desalmados no tienen consideración con el resto de la población y digo bien porque no los consideran, no les afecta que estén ahí, si entra alguien en un autobús o metro un poco lleno no se apartan para que pueda pasar, no digo que se levanten de su asiento digo que muevan unos centímetros los pies para que no les pises mientras haces contorsionismo para llegar al fondo donde a veces hay sitio. Supongo que todos en alguna ocasión hemos deseado que el ascensor de nuestra casa llegue rápido para salir pitando antes que el que acaba de entrar en el portal llegue a la puerta y así no compartir tan largo viaje, de acuerdo, pero una vez que te “ha pillado” por favor, un hola y un hasta luego ¿son tan caros?
De aquellos polvos vinieron estos lodos y de estos lodos….
La mala educación y la falta de civismo es una de las plagas de nuestro tiempo, sí. Tanta subvención, tanto programa económico colosal, tanto análisis sociológico, y la verdad es que solución a la mayoría de los problemas estaría en mirar a los demás a los ojos esbozando una sonrisa...
Gracias por tu comentario, Carlota.
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