Bueno, ahora explico a qué venía lo del artículo anterior. Me había planteado glosar la vida y milagros de uno de los pocos personajes relevantes que Ciudad Real ha dado a la historia, Hernán Pérez del Pulgar. Sí, el que la casa donde nació está al lado de la Catedral, y que alberga el Museo López-Villaseñor. El caso es que este señor vivió a caballo entre los siglos XV y XVI, época atribulada y compleja (y cuál no). Primero militar y luego historiador, se ganó el apelativo “el de las hazañas”, por los episodios protagonizados en la Conquista de Granada, al servicio de los Reyes Católicos en la guerra contra “los moros” (tú usa expresiones políticamente incorrectas que verás; parece que no aprendes, leche, que estas cosas no se pueden decir). Y, claro, aquí ya hemos “pinchao en hueso” (¡Hala, expresiones taurinas! Tú te quieres buscar la perdición). Parece que actualmente para lo único que se debe recordar la figura de un soldado que luchó primero en la guerra civil castellana, luego contra los nazaríes, y finalmente frente a los franceses, es para censurar su comportamiento y vida, para acusarle de violento, insolidario, racista e intolerante, y que seguramente tal comportamiento público escondía además privadamente el maltrato físico y psicológico a su mujer e hijos, el acoso sexual a sus subordinados (porque ya se sabe que cualquier personaje histórico muerto era homosexual), y la conducción temeraria (cogía el caballo después de beberse una jarrilla de vino). Contribuyó con ello a la caída de Granada y a la imposición de una religión única, en vez de practicar el diálogo y el conocimiento intercultural, que habría hecho de aquella España (con perdón) del XVI una sociedad abierta, plural, libre y democrática. Empero, yo, inconsciente de mí, sigo en mis trece con la intención de contar su vida. Y así lo voy a hacer, aunque no lo haré sólo, como se verá posteriormente.
Siendo joven participó del lado de la Reina Isabel en la guerra civil castellana frente a las huestes de Alfonso V de Portugal, cuya esposa Juana, apodada La Beltraneja, disputaba la corona a la que luego sería la Reina Católica (como vemos los asuntos de cama por entonces también tenían mucha importancia, hasta el punto de desencadenar una guerra civil; lo mismo hacen en Tele 5 y Antena 3 todos los días, parece ser tradición muy nuestra). Parece que en estas lides se hizo un nombre, pues cuando Isabel y Fernando decidieron emprender la conquista del Reino de Granada, lo llamaron a su lado.
Cuenta Francisco Martínez de la Rosa en su biografía de Hernán Pérez del Pulgar, más basada en la leyenda que en los hechos, que acudió nuestro paisano en ayuda de la plaza de Alhama, al igual que otros insignes caballeros de Castilla, pero mientras el resto lo hicieron acompañados de sus huestes y pequeños ejércitos, Hernán lo hizo con tan sólo la compañía de un fiel escudero, pues más no podía ofrecer que su brazo, su espada y su arrojo. Y decía para sí:
“a esta guerra van a acudir los caballeros más ilustres, lo más granado del reino, los que traen bajo sus banderas un ejército de vasallos… Tú no tienes, Pulgar, más que tu brazo; más por la gloria de mis padres, que he de morir en la demanda, ó he de ganar más fama que todos los caballeros de Castilla”.
(voy a seguir transcribiendo partes del documento por su magnífica prosa, aunque lo de la “por la gloria de mis padres” ya nadie se lo puede tomar en serio, que parece que te están contando un chiste)
Allá fue y participó de la defensa del sitio de Alhama. Rodeados de enemigos, pronto empezaron a escasear los víveres y el agua;
“a punta de espada y no sin riesgo de la vida, tenían que buscar el agua en la propia corriente del río, bebiéndola no pocas veces mezclada con la propia sangre”.
“Ánimo compañeros- les decía con voz esforzada-: dentro de breves días vuelvo a salvaros o a morir con vosotros”.
(ojo aquí; el caudillo es Pulgar, que quede claro, sobre todo para aquellos, muchos, para los que la historia de España empieza en el 36)
Posteriormente, como era de esperar, consiguió burlar el cerco y entrar en Alhama, logrando con sus viandas y con su ejemplo asegurar la postrera victoria de los cercados. Tanta valentía fue correspondida con tierras y honores, como era de justicia.
Participó con posterioridad en la conquista del Castillo del Salar y de Vélez-Málaga, en la batalla de Bentomiz y en la rendición de Málaga. Tomó Baza, donde dio muerte a Aben-Zaid, comandante del ejército granadino, y defendió de forma heroica Salobreña. En este último hecho se sitúa otra de sus hazañas: sitiados por las tropas de Boabdil, y con Pulgar comandando la defensa de la plaza, los pozos de agua de la ciudad se agotaron. Lejos de rendirse, arrojó desde lo alto de la muralla el último cántaro de agua (como se diría hoy, “pa chulo, chulo, mi pirulo”). Boabdil pensó entonces que su cerco había fracasado, creyendo que aún tenían agua, y retiró a su ejército.
“Ahogase más de un alarbe (árabe), con el ansia de salvarse más presto; y solo permaneció a la vera misma del agua un moro de gran cuenta, que no habiendo podido recabar de los suyos que siquiera volviesen el rostro, y sonrojado de tal villanía, no quiso tornar a la ciudad, de donde en mal hora saliera, y dijo a Pulgar allegándose: "más quiero ser tu cautivo que adalid de cobardes; dispón de mi libertad y de mi vida". "Una y otra te devuelvo, y mi amistad, si la tienes en precio"-contestóle gravemente Pulgar, alargando su mano derecha”
(¡Ole, ole y ole!; que me encanta este tío, hombre ya…)
(Continuará...)
3 comentarios:
Los pelos de punta oiga, los pelos de punta, deja al Cid campeador como un principiante aunque ganara batallas incluso muerto ¿o no?
Ahora entiendo porqué la Salobreña tiene tanto éxito en Ciudad Real y si sales de la provincia ni la conocen.
Lleva el apellido del pueblo toledano de Pulgar, lugar donde nació alguno de sus antepasados.
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