miércoles, 13 de mayo de 2009

Hasta por el culo le conocían (y II)

Pero no sólo era un tipo gracioso y ocurrente. Si así fuese, no pasaría de bufón de la corte; brillante y genial, sí, pero bufón al fin y al cabo. Quevedo fue, sin embargo, mucho más. En política fue de los pocos con cojones (con perdón) para mostrar la realidad de su tiempo y censurar el inconsciente gobierno de su majestad y su valido que, rodeados de lameculos que a cualquier barbaridad llamaban idea para el progreso y felicidad del Reino, hundirían lo que antaño fuese el gran imperio español y, lo que es peor, llenarían de desgracia y miseria la vida de sus súbditos.

Parece mentira, pero tres siglos de por medio y seguimos igual incluso en la pena que ha de padecer el valiente que alza la voz contra la irracionalidad, la injusticia y el populismo demagógico: si antaño fue el exilio de la corte, acusado de felón y desvergonzado, lo es ahora la proscripción intelectual, acusado de facha y reaccionario. El poder y sus sicarios no soportan la razón ni los argumentos, ni ahora ni en cualquier tiempo. ¡Y pobre del que se atreve a utilizarla! ¡Desdichado el que se resiste al pensamiento único! Arruinado y solo terminará su vida, pero será una vida digna, al fin y al cabo.


Cómo me gustaría tener las agallas y el ingenio de don Francisco, pues en muchos puntos se asemeja nuestra realidad a la suya. Y decir en voz alta estas palabras, verdadero lema de toda una vida:

No he de callar por más que con el dedo,

ya tocando la boca o ya la frente,

silencio avises o amenaces miedo.

¿No ha de haber un espíritu valiente?

¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?

¿Nunca se ha de decir lo que se siente?


Para terminar, no puedo evitar compartir con vosotros uno de los poemas más intensos y emotivos que se ha escrito jamás, y que surgió de la pluma de Quevedo:

“Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra que me llevare el blanco día,

y podrá desatar esta alma mía

hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de esotra parte, en la ribera,

dejará la memoria, en donde ardía:

nadar sabe mi llama la agua fría,

y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,

venas que humor a tanto fuego han dado,

medulas que han gloriosamente ardido:

su cuerpo dejará, no su cuidado;

serán ceniza, mas tendrá sentido;

polvo serán, mas polvo enamorado”

Ahí queda eso. Con dos cojones.


2 comentarios:

Embrujada dijo...

Estos últimos versos sólo son mejorables de una manera,
poniéndoles voz, más no una voz cualquiera,
solo el Brujo sabe hacerlo o en su defecto un embrujado
por una gran pasión, un amor desmesurado.

Risitas dijo...

Está mejor la primera parte, la de las tontunas, que es lo que me gusta a mí.