miércoles, 8 de abril de 2009

Yo no estuve allí: La Pasión de Jesús de Nazaret (I)

Estamos en Semana Santa, semana de pasión. Todos conocemos la llamada “historia más grande jamás contada”, denominación más que merecida en mi opinión. Sabemos sobre todo un relato, entre lo histórico y lo literario, sobre la vida de este hombre. Pero esta figura, la más conocida de la historia de la humanidad, es, paradójicamente, también una de las que más enigmas y misterios presenta. Vamos a adentrarnos en estos misterios, en especial los relativos a la Pasión, intentando arrojar luz con los datos históricos que disponemos. La base de lo que a continuación voy a comentar se encuentra en las palabras y escritos de los investigadores que colaboran en el magnífico programa “La Rosa de los Vientos”, del fallecido Juan Antonio Cebrián (va por tí, maestro), que se reunían en la llamada Tertulia de las 4C (el propio Cebrián, Carlos Canales, Bruno Cardeñosa y Jesús Callejo).

Primero hay que empezar aclarando una duda que aún hoy muchos tienen, aunque no exista base para ella. Jesús existió. Tenemos pruebas históricas de sobra que demuestran la existencia de una figura histórica llamada Jesús que vivió en el siglo I en la zona de Galilea y Judea y que fue crucificado. Cómo fue su vida, si efectivamente creó una religión, y, más aún, si fue o no el Hijo de Dios, eso ya es otra cosa, pero la existencia histórica de esa figura llamada Jesús de Nazaret es innegable. Hay tantas pruebas de ello como de la existencia de, por ejemplo, Julio César. Por tanto, lo que nadie puede ni debe dudar es que Jesús fue una persona de carne y hueso, y que tuvo cierta notoriedad en su tiempo a tenor de lo que después ocurrió con su figura, en torno a la cual se creó la religión más extendida e influyente de la historia de la humanidad.


Este año la Semana Santa cae en la segunda semana de abril, pero otras veces es en marzo, en la primera de abril, etc. ¿Por qué? La Semana Santa se establece según un calendario lunar: el Domingo de Resurrección es el primer domingo posterior a la primera luna llena tras el equinoccio de primavera (entre el 20 y el 21 de marzo). Pero, ¿cuándo murió en realidad Jesús? Sabemos que la tradición cristiana sitúa la pasión cercana a la propia Pascua judía, que conmemora la salida de los judíos de Egipto y el comienzo del Éxodo. Jesús murió el día antes de la fiesta judía de la Pascua (pésaj). Pero, ¿de qué año?

Antes de seguir aclarar que el hecho de que Jesús muriese a los 33 años tiene más que ver con la simbología del número que con una realidad histórica. El monje benedictino Dionisio el exigüo determinó en el siglo VI el año de nacimiento de Cristo en el 753 de la fundación de Roma (ab urbe condita), pero estudios posteriores han demostrado que esta fecha es errónea, y que Jesús nació, según el estudio de las propias escrituras, entre el 749 y el 747 a.u.c., es decir, entre el 4 y el 6 antes de Cristo (en el 4 ac murió Herodes, con lo que las fechas posteriores están descartadas).

Bien, tras esta aclaración, continuemos buscando la fecha de la muerte de Jesús. En 1988 dos científicos de Oxford, Colin Humphreys y William Waddington establecieron dos fechas posibles: el 7 de abril del año 30 y el 3 de abril del año 33. La Pascua judía se celebra siempre con la luna llena de primavera (el calendario judío es lunar) que daba inicio al mes de Nisán, equivalente al mes de marzo o abril. Analizando fuentes judías y romanas, y tomando como base que Cristo fue crucificado un viernes del mes de Nisán, seguramente el 14 de ese mes, establecieron esas dos fechas como posibles, teniendo en cuenta, además, que el gobierno del procurador Poncio Pilato fue del año 26 al 36 d.c. Sin embargo, parece que la segunda toma más visos de realidad, puesto que el día de la crucifixión según afirma el Libro de los Hechos de los Apóstoles, la Luna fue vista de un color rojo de sangre, lo cual indica un eclipse. Igualmente, en el informe que manda Poncio Pilato al emperador Tiberio, se dice que “el sol se oscureció, salieron estrellas en el cielo y por todas partes las gentes encendieron las lámparas”. Precisamente el 3 de abril del año 33, a las 18:20 horas, los astrónomos han determinado que se produjo un eclipse parcial de luna que sería visible en Jerusalén. También se cree posible que esas tinieblas a las que se hace referencia cuando muere Jesucristo tuviesen como origen una gran tormenta de arena, muy común en la región palestina a principios de abril. De ahí que se tome como más fiable esa fecha del 3 de abril del año 33 d.c. y que, gracias al dato astronómico del eclipse, podamos incluso aventurar la hora (aunque no coincide con la hora nona de los evangelios, es decir, las tres de la tarde). De todas formas no son pocos los que optan por la del 7 de abril del 30, optando por la tormenta de arena el origen del oscurecimiento del sol, lo que permitiría cuadrar las horas con los evangelios (de la hora sexta a la nona, es decir, de las doce a las tres de la tarde, más o menos). Además, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento tienen muchísimas referencias a fenómenos extraños del tipo que acompaña a la crucifixión y la mayoría no tienen explicación astronómica, por lo que la cuestión del eclipse (que de ser cierta, el evangelio de San Lucas lo confundiría con un eclipse solar y no lunar) no parece tampoco decisiva para optar por una u otra fecha. Al fin y al cabo, podría tratarse también de un fenómeno sobrenatural, o al menos sin explicación aparente, que, como las meigas, haberlos, haylos.

Al retardar el nacimiento de Jesús hasta el año 4 o 6 a.c., ocurre otro hecho, y es que nos encontramos con un Jesús mayor de los 33 años que la tradición nos presenta. En una época donde la esperanza de vida era mucho menor, donde la infancia y juventud eran mucho más cortas que ahora (que casi llegan a esos 33 años), esto deviene en una cuestión importante. Aunque la imagen que se nos da de Cristo es la de un “joven maestro”, el Jesús histórico debió de ser un hombre ya maduro, con la carga de respetabilidad que eso conllevaría en aquella época. No un anciano, desde luego, pero tampoco la edad ideal y de plenitud física que habitualmente se representa. Estamos hablando, teniendo en cuenta las distintas fechas tanto de nacimiento como de muerte, de un Jesús con entre 34 y 39 años, en una época donde la esperanza de vida era mucho menor que la actual.

Pero vamos específicamente con lo relacionado con La Pasión. Lo primero, el juicio a Jesús.

Hay que tener en cuenta que el control de Palestina por el imperio era más bien somero. Me explico. El interés que tenía Roma en el territorio judío era escaso. El único objetivo por el que se justificaba su presencia era porque se erigía en frontera frente al expansionismo del imperio parto, al este, y para asegurar el comercio por el Mar Rojo. Los romanos, además, veían al pueblo judío como gente peligrosa y poco de fiar, con lo que intentaban relacionarse lo menos posible con ellos. El objetivo fundamental por tanto era mantener el orden público para garantizar la frontera con el imperio parto y mantener abiertas las vías comerciales a través del Mar Rojo. Los romanos, por tanto, no tenían ningún interés en quedarse. Por ello, los romanos, y más en concreto Poncio Pilato, pensaban que el asunto de Jesucristo era un problema interno de los judíos, y que sólo debían intervenir para garantizar el orden público, sin entrar en el proceso a Jesús en sí. Por tanto, el derecho romano no fue aplicado a este juicio, a pesar de ser condenado a crucifixión por ellos. De esta forma, se puede asegurar que el juicio a Jesús no fue justo, en el sentido en que no se aplicó el derecho de forma adecuada.

El miedo que Poncio Pilato, que a pesar de llevar entre 4 y 7 años como prefecto de Judea no era bien visto desde Roma por su mala administración de la zona, tenía a la población que le correspondía “controlar”, hizo que pusiera el mantenimiento del orden público por encima de la aplicación justa y adecuada del derecho. El Sanedrín, la Asamblea Suprema de justicia judía, había colaborado hasta entonces con Pilato, lo que le había procurado unos años de prefectura de relativa tranquilidad. Además, justo en la Pascua eras cuando los ánimos de los nacionalistas y contrarios al imperio estaban más exaltados, tanto por el significado religioso de la fiesta como por la tradición de ejecutar las sentencias de crucifixión justo en esa época, y de ahí que para Pilato resultara vital la colaboración del Sanedrín para controlar a la muchedumbre y evitar posibles motines y rebeliones. Así, el prefecto se “plegó” a las peticiones del Sanedrín, que acusaba a Jesucristo de proclamarse Mesías, hecho, que, por supuesto, no constituía delito alguno en la ley romana, imperante en la Palestina ocupada. Finalmente, para conseguir que Jesús fuera condenado, se le acusa de sedición, de llamar al levantamiento contra los romanos, hecho que jamás fue demostrado, y de proclamarse rey, lo cual sí que supuso la condena final, pues se consideraba que de esa manera negaba la autoridad el Emperador sobre aquellas tierras.

Pero es que además incluso dentro del derecho judío el proceso a Jesús estuvo lleno de irregularidades. Primero, se le juzgó en festivo, lo que estaba prohibido por la ley judía. Segundo, se determinaba que los juicios tenían que celebrarse de forma pública, de día, y en el patio del Templo, mientras que Jesús fue juzgado en privado, de noche, y en una casa particular. Tercero, el derecho judío determinaba que sólo se podía condenar a alguien mediante el testimonio de dos testigos, mientras que en este caso sólo se le escuchó a él, interpretando sus palabras como el cuerpo del delito. Como vemos, lo que se buscaba era la condena, de la forma que fuera. Primero, los judíos celebran un juicio injusto, lleno de irregularidades, y luego la autoridad romana, Poncio Pilato, manipuló las leyes romanas para dar satisfacción al Sanedrín. Así, podemos concluir que este juicio fue una farsa, puesto que estaba condenado de antemano.

Curiosamente, de los relatos evangélicos se puede inferir que el propio Pilato sintió una cierta simpatía por Jesús. Pronto percibió al parecer que se trataba de una persona pacífica, si acaso un iluminado que se creía elegido por Dios, pero no el criminal peligroso que el Sanedrín le presentaba. De ahí ese mínimo intento de salvarlo al dar la opción de soltarle, que se trunca cuando la muchedumbre elige a Barrabás. Éste momento constituye también la sentencia final por parte del pueblo judío, que pudiendo salvarlo lo condenan de manera definitiva. Todo esto certifica el temor que el prefecto, y en general los romanos, tenían con respecto al pueblo judío, a cuyos dirigentes preferían no contrariar a fin de mantener la paz social. Pero la cobardía de Pilato, con la que ha pasado a la historia tras su simbólico acto de lavarse las manos, no debería ser por condenar a un hombre que él creía inocente, sino por permitir que no se cumpliese la ley y que Jesús tuviese un juicio justo con arreglo a derecho. Porque Poncio Pilato pudo evitar la muerte, puesto que es el que detentaba el poder. Seguramente Jesús hubiera muerto de todas maneras posteriormente, debido a lo “peligroso” para la jerarquía judía de su mensaje, pero no lo hubiese hecho de forma tan dramática, con tanto sufrimiento y con la connivencia de todo un imperio.

Antes de su arresto, San Lucas nos narra como Jesús, mientras ora en el huerto de Getsemaní, suda sangre. A este hecho, excepcional aunque natural, se le denomina hematidrosis, hematohidrosis o hemohidrosis. Ocurre cuando una persona sufre un elevado nivel de estrés, ansiedad o debilidad: los vasos sanguíneos se dilatan y contraen hasta llegar a romperse, causando hemorragias en la capa de la epidermis próxima a las glándulas sudoríparas. Tras esto, la sangre se mezcla con el sudor y sale por los poros de la piel. Parece que, efectivamente, Jesús sabía lo que le esperaba, o, al menos, se lo podía imaginar, y de ahí esta sudoración hemática.

(Continuará)

2 comentarios:

Desblogado dijo...

Pregunta: ¿Por qué hay cosas que se interpretan en clave simbólica (como la edad de Jesús) y otras se creen a pie juntillas (como la sangre que sudó o las estrellas que llenaron el cielo)? ¿No pueden ser todo símbolos? ¿Cómo damos a unos por ciertos y a otros por falsos? Profundo, profundo.

Padre Melchor dijo...

No es que se crean a pies juntillas, ni se trata de asegurar que sea cierto (lo cual en la mayoría de los casos no es posible), sino de dar VEROSIMILITUD a esas circunstancias. Lo de creérselo, allá cada uno, como digo, algunos hasta se pueden negar a creer en la existencia de Alejandro Magno, por ejemplo.

En el caso de la edad, en los evangelios no se habla de 33 años, eso ha sido una tradición posterior. El único que cita la edad es Lucas, que habla "de unos treinta años" que pueden ser 30, 33, o 37, vete tú a saber.

Digamos que la intención de los evangelistas fue dar fe de los hechos que ocurrieron, por eso se pueden estudiar desde un punto de vista histórico, mientras que la parte "simbólica" es una incorporación posterior de los intérpretes de los textos, especialmente de los llamados padres de la Iglesia, en los primeros siglos de existencia de ésta.

Ah, y por cierto, desblogado, todo el tiempo que dure tu "problema" este blog está abierto a que participes en él de la manera que quieras, tanco en los comentarios como si quieres enviar algún artículo.