jueves, 22 de enero de 2009

Yo no estuve allí: Hernán Pérez del Pulgar (II)

Durante el asedio de los ejércitos cristianos a la ciudad de Granada llevó a cabo nuestro protagonista su hazaña más famosa. En este punto, he de renunciar a relatar tal suceso, pues en mi búsqueda y recopilación de datos sobre el personaje que nos ocupa, he encontrado un artículo de uno mis escritores preferidos, Arturo Pérez-Reverte, que lo refiere. Además expresa, mucho mejor que yo, por supuesto, el maltrato a nuestra historia al que me refería al principio del artículo. Fue publicado en el XL Semanal del 4 de marzo de 2007, con el título 1490: comandos en Granada. Adelante, maestro:

“Hoy toca episodio histórico. Es bueno mirar atrás de vez en cuando, en esta España con poca vergüenza y peor memoria, y comprobar que aquí han sucedido muchas cosas interesantes: sucesos que gente normal, segura de sí, convertiría en series de televisión, en películas, en referencia indispensable y signo de identidad para escolares y público en general, en vez de ocultarlas por desidia e ignorancia, por no encajar en lo social y políticamente correcto, o por desmentir el negocio de recalificación nacional de todo a cien que han montado a nuestra costa, atentos sólo a su pesebre, unos cuantos hijos de la gran puta.

Estoy releyendo con inmenso placer, después de muchos años, una biografía de Hernán Pérez del Pulgar, el guerrero sin tacha. Y al llegar al capítulo de su legendaria incursión nocturna del 17 de diciembre de 1490, en Granada, no he podido evitar que el niño asombrado que hace casi medio siglo escuchaba referir esa hazaña se estremeciera en mi interior, como cuando oía recitar a mi padre unos viejos versos de los que nunca supe el autor, pues los aprendí de memoria: «Amparados en la noche / quince jinetes cabalgan / y Hernán Pérez del Pulgar / es el que primero avanza». Menuda historia, y menudo elemento. Curtido en la dura campaña de Granada, última de la Reconquista, caballero apuesto, famoso en la corte de los Reyes Católicos, Hernán Pérez del Pulgar tenía treinta y nueve años y una impecable reputación, consecuente con el lema de su escudo familiar: «Tal debe el hombre ser, como quiere parecer».

En aquel tiempo difícil, cuando el diálogo de civilizaciones se hacía al filo de una espada, Pérez del Pulgar era bravo entre los bravos, hasta el punto de que se decía que sus escuderos, gente rústica y fiel hasta la muerte, llevaban «la cabeza sujeta sólo con alfileres». Quince de ellos lo probaron acompañándolo en la más audaz y espectacular incursión bélica –hoy diríamos acción de comandos– que registra la historia de España.

Observemos la escena: cerco de Granada, noche sin luna. Unas sombras silenciosas moviéndose bajo la muralla. Tras planificarlo hasta el último detalle, Pérez del Pulgar y sus escuderos, equipados con ropas negras y armas ligeras, se acercan a la ciudad. Y mientras nueve se quedan guardando los caballos y cubriendo la retirada, su jefe y otros seis se cuelan por el cauce del Darro, acero en mano y el agua por la cintura. Después, guiados por uno de ellos –Pedro Pulgar, moro converso–, callejean a oscuras hasta la mezquita mayor, hoy catedral de Granada. Y allí, en la puerta y con su propia daga, Pérez del Pulgar clava un cartel donde, junto a las palabras «Ave María», dice tomar posesión de ese lugar para la religión católica, en nombre de sus reyes, y por sus cojones. Tras semejante chulería, los incursores encienden un hacha de cera; y, clavándola en el suelo a fin de que ilumine bien el cartel, rezan de rodillas antes de buscar la Alcaicería para incendiarla. Pero Tristán de Montemayor, el encargado de la cuerda alquitranada para el fuego, la ha olvidado en la mezquita. Cabreadísimo, Pérez del Pulgar lamenta que le haya «turbado el mayor hecho que se hubiera oído», y sacude a Montemayor una cuchillada en la cabeza, mortal si no se interponen los compañeros. Uno de ellos, Diego de Baena, se ofrece a regresar en busca de la mecha, y Pérez del Pulgar le promete, si salen vivos de allí, una yunta de dos bueyes por echarle esos huevos. Pero la suerte se acaba: de vuelta con la lumbre, Baena se da de boca con un centinela moro, al que endiña unas puñaladas antes de poner pies en polvorosa. Entonces se lía el pifostio: gritos del centinela, luces en las ventanas, alarma, alarma. Etcétera. Con toda Granada despierta, el grupo corre a oscuras hacia la muralla. Junto al río, uno de ellos, Jerónimo de Aguilera, cae atrapado en un foso. El compromiso es «no dejar atrás prenda viva», y todos son profesionales: Aguilera pide a sus compañeros que lo maten, pues no quiere caer en manos de los moros. Pérez del Pulgar le tira una lanzada, pero yerra el blanco en la oscuridad. Al fin, como en las películas, con los enemigos encima, logran liberarlo y salir todos por el río, subir a los caballos y largarse al galope, mientras en la ciudad se monta un carajal del demonio y al rey Boabdil, despierto con el escándalo, le dan la noche.

Interesante historia, ¿verdad? Reveladora sobre unos hombres y una época. Y ahora imaginen con qué adjetivos figurarían Pérez del Pulgar y sus quince colegas –si alguien los recordase– en un texto escolar de 2007.”

No se puede contar mejor; tanto la situación histórica como la actual. Prosigamos.

Hernán Pérez del Pulgar se formó en un ambiente caballeresco donde el amor por las letras iba creciendo. Su principal ocupación fue la militar, pero no por ello descuidó su formación académica (¿no véis cómo hay tiempo pa tó?). Al igual que en el campo de batalla hacía honor al blasón familiar- “El pulgar quebrar y no doblar”- en el caso de las letras lo hacía a su lema personal -“tal debe el hombre ser, como quiera parecer”- . Así, a instancias de su señor Carlos I escribió una parte de las hazaña de don Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán; en concreto su participación en la toma de Granada, ya que era gran amigo del afamado militar cordobés. Ésta es la obra escrita de Hernán Pérez del Pulgar, el de las hazañas, que a menudo se ha confundido con otro escritor e historiador del periodo, Hernando (o Fernando) del Pulgar, toledano éste, autor de la Chronica de los muy altos y esclarecidos Reyes Catholicos Don Fernando y Doña Isabel, entre otras obras.

En 1524 parece que el emperador Carlos pidió a Hernán, el de las hazañas, que dirigiese a su ejército en la confrontación contra Francia en la frontera pirenaica, a lo que accedió a pesar de contar ya con 73 años (curiosos viajes del IMSERSO que se ofrecían entonces, la verdad; antes se plantaban al alba en el campo de batalla dispuestos a soportar golpes y mandobles por la honra de su monarca, y ahora se plantan al alba en la playa dispuestos a soportar golpes y mandobles por un sitio cerca de la orilla donde poner la sombrilla).

El 11 de agosto de 1531, con ochenta años, murió Hernán Pérez del Pulgar, recibiendo sepultara en la capilla cedida por el propio Carlos V en Granada, en la encrucijada entre la Catedral, la iglesia del Sagrario y la Capilla Real; un lugar para su muerte del que se hizo merecedor con su vida.

Bueno, pues ya está. Sí, ya sé que la imagen que se da de este personaje bebe más de la leyenda que de los hechos. No, no me parece un ejemplo para nadie un comportamiento así en la actualidad, claro, tan belicoso e intolerante. A pesar de ello, y situándola en su contexto con las reservas pertinentes, me parece una figura evocadora y sugerente, qué queréis que os diga. Una historia entretenida y amena, siempre y cuando se sepa contextualizar y entender en su justa medida. La de un hombre que luchó por aquello en lo que creía, fiel a sus amigos, y piadoso con sus enemigos. Y encima le salió bien, pues a lo largo de su vida fue colmado de bienes y honores. Imaginaos lo que harían en Hollywood con esta figura; figuraos lo que podríamos hacer en España, si no hubiese tanto prejuicio y tanta tontería, leche.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Las fotos son de tu última estancia en Granada?

¡Qué despliegue de colores, negritas y cursivas! ¡Algo se mueve en la red!

Ya sabes que si me haces un guion te hago un película de Hernán rápido, que no necesitamos a jolibu pa na.

Anónimo dijo...

¿Qué pensaría Hernán Pérez del Pulgar de la eliminación de España en el mundial de Balonmano?

Anónimo dijo...

Hola,
Me llamo Hernán Pérez del Pulgar, soy descendiente de dicho personaje. Sólo quería escribiros para deciros que me ha gustado mucho el artículo y sobre todo la idea de la película, siempre quise ser actor jajaja.
Agrego el blog a mis favoritos
Un saludo

Wayne dijo...

Hola, Hernán, mucha alegría conocerte. Si efectivamente puedes demostrar el parentesco yo que tú pedía mis derechos sobre la casa familiar, que está mu chula y mu centrica. Y si conseguía que me reconociesen la propiedad, la tiraría y haría un bloque de apartamentos, que es lo que se estila. Te ibas a forrar (es borma, no se a que akguien dioga que fomento el terrorismo cultural)

Un saludo.