miércoles, 14 de enero de 2009

Mi pasión por los cómics

Como muchos ya sabéis, una de mis grandes pasiones son los cómics. Es ésta una de mis aficiones más antiguas (creo que sólo superada en antigüedad por la comida), y más importantes para mí en la actualidad, tanto en términos de interés como de tiempo y de dinero (¡Aaaaaaaaay!).

Aunque ya se sabe que los recuerdos de la infancia son engañosos, y suelen mezclar realidad y ficción, los primeros tebeos o “cuentos”, como les llamaba mi padre, que recuerdo en mis manos fueron los Don Miki publicados a principios de los ochenta, con historietas de los personajes de Disney. Sin embargo, el cómic que tengo marcado a sangre y fuego en mi mente como inicio de mi pasión comiquera fue el número 1 de la colección de Los Vengadores de Cómics Forum (“¡Alta tensión, Máxima acción!” rezaba su portada), con fecha de publicación española febrero de 1983, y que incluía los números americanos The Avengers 164 y 165 (Marvel Comics, octubre y noviembre de 1977), con guión de Jim Shooter y dibujo a lápiz de John Byrne entintado por Pablo Marcos. Era ésta la primera parte de una aventura de los que se autodenominaban “Los más grandes héroes de la tierra” en la que se enfrentaban con varios supervillanos liderados por un más poderoso que nunca Conde Nefaria. En esas 32 páginas por 95 pesetas descubrí personajes como el Capitán América, Thor, el Hombre de Hierro (ahora llamado, innecesariamente, Iron Man), La Bestia, El hombre Maravilla (otro caso en que ahora se utiliza su nombre en inglés, Wonder Man), La Bruja Escarlata, La Visión, La Avispa, Chaqueta Amarilla, Ojo de Halcón… y muchos otros. Quedé maravillado por la historia que mostraba; emocionado por el heroísmo del que hacían gala sus protagonistas; asombrado por las extraordinarias escenas de acción; seducido por la alegre camaradería que presidía las relaciones entre los personajes; sobrecogido por el suspense que presidía la aventura al ver que los “buenos” lo tenían todo perdido y el “malo” iba a vencer y a hacer triunfar la injusticia. Desde entonces, y hasta ahora, el cómic, y especialmente el llamado cómic “de superhéroes” (lo que en los EEUU llaman comic-book), han sido una parte muy importante de mi vida. Deleitándome con sus historias he aprendido gran parte de todo lo que sé; leyendo sus aventuras he construido gran parte de los principios en los que creo; y compartiendo las vivencias y pensamientos de sus personajes se ha modelado gran parte de lo que soy.

Tras aquel “descubrimiento”, vinieron muchos otros: Spiderman, Daredevil, La Masa (ahora Hulk), El Capitán América, Thor, El Hombre de Hierro, Los 4 Fantásticos, La Patrulla X (no, no tiene nada que ver con el porno; mente limpia, chavales), etc. Tampoco tardé mucho en conocer los héroes de la otra gran compañía de comic-books americana, DC cómics, en las colecciones de Superman, Batman, Los Nuevos Titanes, Flash, Linterna Verde (Green Lantern), etc. publicados en España por Ediciones Zinco. Por supuesto, también caían en mis manos y leía con gusto otros tebeos, caso de los de la editorial Bruguera, que publicaba a los genios del humor patrio: Ibáñez y sus Mortadelo y Filemón, El botones Sacarino, Rompetechos o Pepe Gotera y Otilio; Escobar y sus Zipi y Zape o Carpanta; Vázquez y su Anacleto, Agente Secreto y La Familia Cebolleta; Jan y su Superlópez… Igualmente hitos del cómic europeo, la bande desinée, como dicen los gabachos: Astérix, Lucky Lucke, Los Pitufos, Tintín, (aunque éste no ha sido nunca santo de mi devoción, la verdad), Spirou, Blueberry… También, cómo no, tuve acceso a clásicos españoles de la historieta como El Capitán Trueno de Víctor Mora y Ambrós, El Jabato, también de Víctor Mora y Francisco Darnís, El Guerrero del Antifaz de Manuel Gago, etc. De cualquier manera, fueron los primeros, los llamados “superhéroes”, los que me han acompañado a lo largo de tres décadas, y aquí están aún, conmigo, siendo mi gran afición y ocupando la mayoría de mi tiempo junto a mis otras pasiones: mi mujer, mis amigos, mi trabajo, los libros, el cine y el deporte.

Únicamente durante una etapa de mi vida, la universitaria, dejé un tanto apartada esta afición. No del todo, pues con frecuencia releía los ejemplares que conservaba de mi niñez y primer adolescencia, pero por circunstancias de la vida no me podía permitir gastar mi dinero en tebeos, siendo sustituido entonces por otras más “económicas” como el cine (en tv, claro) y los libros (de la biblioteca, por supuesto). También me dio por la música celta y new-age, pero fue algo pasajero, aunque muy provechoso y grato, provocado por el “maestro” Ramón Trecet y su programa de radio. Todo esto acompañado por el hecho de que poco tiempo me dejaban los estudios y los intentos por confraternizar con el sexo opuesto (claramente los resultados fueron muchísimo mejores en el primer caso, a pesar de invertir prácticamente el mismo tiempo y mucho más esfuerzo al segundo). Finalmente, cuando esas circunstancias de la vida a las que aludía anteriormente mejoraron y el horizonte se veía más claro y prometedor, volví con verdadero frenesí al cómic. Estábamos a punto de estrenar el siglo, las condiciones de distribución de los cómics eran mejores y era más fácil encontrarlos y seguir las colecciones (en los 80-90 era un cachondeo, a lo mejor te llegaba el, pongamos, núm. 25 de La Patrulla X y el siguiente que llegaba a los quioscos de la ciudad era el 31), y al comenzar a ganar ya mis perrillas podía elegir en qué gastarlas. Existía además la posibilidad de comprar por internet, las librerías especializadas en cómic, y hasta los salones del cómic (mi primera visita al Expocómic de Madrid fue muy productiva: compré una ingente cantidad de tebeos de “mis años perdidos”, por un lado, y la que hoy es mi mujer y entonces mi novia desde hacía unos meses me demostró lo mucho que me quería porque la utilicé de mula de carga y pasé de ella durante horas, la pobre, y aún así no me mandó a tomar viento, como cualquier chica en su sano juicio habría hecho).

¿Cuáles son los problemas que me plantea actualmente esta “sana” afición? Pues, quitando los económicos (peor sería gastarlo en drogas, ¿no?), sobre todo de espacio. No tengo una cifra total de los tebeos que conforman mi colección, ya que la variedad de ediciones y formatos la hace complicada de calcular, pero sí está claro que de contabilizarlos habría que hacerlo por miles. Los tomos (cómics “con lomo”) ya han invadido la práctica totalidad de las estanterías de mi casa, y los tebeos en grapa están guardados e inventariados en grandes cajas, insertos en bolsitas de plástico especiales para que no se deterioren, por supuesto, y ya copan el trastero. Eso sin contar que aún guardo bastantes en casa de mis padres. La necesidad de “aligerar” espacio me ha dado una excelente excusa para decidirme a ceder a la biblioteca de mi instituto una parte de mis posesiones historietísticas, en concreto la colección de “Grandes Héroes del Cómic” que completé hace años y que venía con el periódico El Mundo. Son 46 tomos de las mejores y más representativas colecciones de personajes de cómic: Spiderman, Los 4 Fantásticos, Batman, Corto Maltés, Blueberry… Es, sobre todo, una pequeña contribución a que los jóvenes de hoy descubran el mundo de los cómics, y más en concreto el de los héroes que yo he conocido y con los que he crecido, que siguen estando de actualidad (con un gran éxito en el cine, por cierto), y que creo que pueden aportarles numerosos momentos de diversión y ayudarles en su crecimiento personal. Únicamente trato con esto de devolver un poco de lo que los tebeos me han dado, y que no se puede pagar con todo el dinero del mundo. Si logro que algún chaval o chavala se acerque a ellos, y por unos momentos crea que el mundo puede ser un lugar mejor y que vale la pena luchar por ello, me sentiré no sólo pagado, sino que toda una vida de afición habrá tenido sentido. Si hay algo que he aprendido en los cómics de superhéroes es que un héroe, al igual que cualquier persona, no se define por sus poderes sino por sus actos. Creo que es una enseñanza muy importante que a menudo olvidamos, sobre todo en una sociedad tan materialista como la nuestra.

Para despedirme, simplemente animar a todos a disfrutar con los cómics.

Como diría el gran Stan Lee:

Excelsior!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Vamos a ponernos sentimentales... mi primer recuerdo de ti es en tu almacén jugando con los superhéroes.

Supongo que ya nos conocíamos de antes.

Anónimo dijo...

Muy interesante el apartado de los comic yo cuando era algo más pequeño también leia comic sobre todo de mortadelo y filemon; este apartado y el de la educación son los que mas me han llamado la atención.

Una cosa mas como es que no tienes nada de deporte??

Wayne dijo...

Lo habrá, lo habrá, no te preocupes. De momento estoy preparando uno de cine y deporte. Y algo de algún mito deportivo también: Magic, Jordan, Zatopek, Mohammed Alí... Hay tanto donde elegir.