miércoles, 28 de enero de 2009

Más dura será la caída.

Más dura será la caída. Gran verdad. Aparte de una magnífica película protagonizada por Humphrey Bogart y dirigida por Mark Robson en 1956, aquí os presento un documento, a la altura del film referido, sobre la vacuidad de la fama. Qué poca memoria tenemos con nuestros ídolos; qué fatal destino a menudo les espera cuando su popularidad ha desaparecido. Hay tantos nombres a los que la temprana y a veces poco merecida fama ha destruido: Joselito, Mickey Rooney, Ángel Cristo, MacAulay Culkin... Hoy recordamos a Polilla y Pantalones en este apasionante documental que ha de servir como recuerdo a estas antaño estrellas del dibujo animado y de aviso sobre los peligros que encierra el éxito.

No queda sino felicitar al realizador del film, Ángel González, por mostrar en toda su crudeza los peligros de la fama, y a su productora Angelitoons, por su valentía a la hora de afrontar este preocupante tema.
Para más obras del autor: http://www.angelitoons.com/



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domingo, 25 de enero de 2009

Un juego de pelotas

Mi amiga Maria Sharapova, a la que los amigos llamamos "Marisara", me ha preguntado sobre el origen de la puntuación usada en el tenis. Por deferencia hacia ella, y debido a nuestro pasado y a la amistad que todavía nos une (la verdad es que me da pena, la pobrecilla, creo que aún no ha superado que lo nuestro se acabara), me he sumergido en una ardua investigación y he encontrado varios posibles orígenes a esto del 15-30-40-juego-set y partido.

Nadie sabe con seguridad de dónde viene este sistema de puntuación, pero la explicación más extendida es que tiene que ver con la Edad Media y el círculo. Los juegos de pelota eran muy practicados en la Europa medieval, y ahí se situaría el origen del tenis. Por entonces era muy conocido y utilizado el sistema sexagesimal; para ellos, sobre todo en ambientes relacionados con la construcción, contar de seis en seis sería para nosotros como hacerlo de diez en diez, es decir, mu fácil. De ahí lo de jugar los sets a seis juegos y los juegos a “sesenta” puntos (que serían los conseguidos tras el 40; después lo explico). Además, el círculo representaba la perfección, la plenitud, por lo que cada parte de un partido (set), para terminar, debía completar una circunferencia. Ésta consta de 360 grados, que si dividimos en seis partes iguales (juegos) corresponden a 60 grados, en los que se dividirían los puntos de un juego. Si en la realidad cada juego para ganarlo debían hacer cuatro puntos “reales”, cada punto ganado les sumaría 15 puntos-grados (no sé si me seguís…), y el conteo sería el siguiente: 15-30-45-60 (juego). El cuarenta y cinco, para abreviar, se quedó en tan sólo cuarenta, y así se generalizó. Igualmente se eliminó el sesenta y se decía simplemente, “juego” (sesenta grados conseguidos). ¿Y por qué cuatro puntos cada juego? Pues porque el cuatro también era un número importante para la época. Los cuatro puntos cardinales, por ejemplo, estaban presentes en la cartografía, conviviendo con la circunferencia. Dividir en cuartos también era habitual, pues es la mitad de un medio. Por tanto, tanto el cuatro como el seis eran números básicos y ambos serán los protagonistas de este sistema de puntuación que ha llegado hasta nosotros. Notemos cómo la obsesión por el par también aparece en la muy posterior incorporación al marcador de la ventaja y el iguales, es decir, se determinó que había que ganar cada juego por una diferencia par (por dos puntos).

Abundando en esta explicación, los orígenes del tenis se situarían en la Europa central del medievo, más en concreto en zonas francas y germanas. El Jeu de Paume, que parece ser el origen tanto del tenis como de otros deportes como la pelota, causó furor en la Europa bajomedieval y moderna (recordar que la Asamblea Nacional francesa se reunió precisamente en una sala de Jeu de Paume en 1789, dando inicio a la Revolución Francesa). Éste deporte se jugaría con la mano hasta el siglo XVI, que aparecería la raqueta (en Italia sería llamado entonces Pallacorda), y la “cancha” correspondería a los patios de armas de los castillos o a los claustros de los monasterios, que dividirían en dos con una cuerda con la función actual de la red. En francés, setenta se forman utilizando el “sesenta” (soixante-dix) lo que corroboraría que era una cifra importante. Por otra parte, el deporte se practicaba habitualmente por dinero en forma de apuestas. Está documentada la existencia en los siglos XIII-XIV de leyes en la zona alemana que prohibían las apuestas superiores a sesenta deniers (moneda francesa de uso común en centroeuropa). También existía una moneda que equivalía a quince deniers, el gros denier tournois. De ahí que cada punto ganado fuese contado como quince, es decir, una moneda de quince deniers.

¿Qué referencias históricas tenemos del tenis y de su desarrollo? Aquí nos aparece la famosa Batalla de Agincourt de 1415, inserta en la Guerra de los Cien Años (que, por cierto, no duró cien años; 1337-1453). Algunos aluden a la primera aparición histórica del tenis en el contexto de este hecho, pues cuando el Rey Enrique V de Inglaterra reclamó sus derechos al trono francés, el Delfín de Francia, Carlos, le enviaría en respuesta unas pelotas de tenis, hecho considerado ofensivo por el primero, que decidiría entonces invadir Francia. Sin embargo, por un lado, algunas fuentes nos dicen que la referencia al tenis se encuentra en un poema en el que se relata la batalla, algo que no he podido certificar, y que quizá responda a una confusión provocada por la aparición de las pelotas de tenis en el origen del conflicto. Por otro lado, ese regalo del Delfín de Francia tampoco lo he logrado documentar, y bien puede ser una licencia poética del dramaturgo William Shakespeare que en su drama Enrique V refiere este hecho. Por tanto, en el siglo XVII sí que se documenta el conocimiento de este deporte. También existe un poema de William Lathum, escritor del XVII, donde se compara la vida con un campo de tenis.

En la batalla de Agincourt el Duque de Orleáns fue hecho prisionero y llevado a Inglaterra, donde, en su cautiverio, cuentan que jugaba diariamente al Jeu de Paume, con lo que así este deporte, o una versión del mismo, llegaba a Inglaterra, donde se desarrollaría de forma extraordinaria en los siguientes siglos. De todas formas, ha sido habitual el trasvase de ideas y costumbres entre ingleses y franceses, pues al fin y al cabo Francia es la puerta de entrada al continente para los británicos, con lo que esta historia, si bien curiosa, no dejaría de ser más que una leyenda. Lo importante es que en los siglos siguientes el tenis se iría conformando en Gran Bretaña de una forma que ya se parecería más a lo que conocemos hoy en día.

Relacionado con lo anterior, hay otra hipótesis que establece el origen del tenis en un deporte llamado sphairistike (“juego de pelota” en griego), creado por el Mayor Walter Clopton Wingfield a finales del siglo XIX. Curiosamente, este personaje parece ser un descendiente del señor medieval de Winfield, localidad del condado de Norfolk donde estuvo recluido en el siglo XV el duque de Orleáns como hemos contado antes (un poco lioso, ya lo sé, pero resulta llamativo). Más que el origen primigenio del juego, parece que este deporte inventado por W. Clopton Wingfield basándose en el antiguo Jeu de Paume es el origen de las reglas y características del tenis actual que conocemos. Pronto se abandonó el nombre spharistike por la dificultad que tenían para pronunciarlo (no es tan difícil, ¿verdad?), y se le denominó Lawn Tennis. En este punto se diferenciaba ya de lo que después se ha llamado Real Tennis, es decir, el Jeu de Paume. Ambos deportes, el Lawn Tennis (el tenis, vamos) y el Real Tennis (Jeu de Paume) se siguen practicando. De éste último existen actualmente 47 pistas repartidas por el Reino Unido, Estados Unidos, Australia y Francia. Este deporte cuenta con el campeonato del mundo más antiguo, que se disputa desde 1760 (un poco largo, ¿no?, a ver si ya gana alguno…; que no, que es broma, que se refiere a que los campeonatos se vienen disputando desde entonces).

Volviendo al sphairistike, se hizo popular entre los británicos destinados en la India, y de ahí pudo surgir la hipótesis de que el marcador de tenis se basa en el calibre de los cañones de los barcos que utlizaban, 15 el de la cubierta principal, 30 el de la intermedia y 40 el de la cubierta inferior.

Dicho esto, que cada uno saque sus propias conclusiones, que yo ya estoy agotado. Desde luego ha sido una investigación “de pelotas”. Espero que "Marisara" (la Sharapova, ya sabéis) quede contenta con la explicación; de no estarlo, será la primera vez que se me queje de algo, puesto que siempre la dejé mu satisfecha...

Por cierto, en el transcurso de mis indagaciones, también he leído sobre el origen de algunos términos tenísticos.

La propia palabra Tenis, por ejemplo, vendría del francés Tenez, traducible como “eh, tú, estate atento que voy a sacar”.

Deuce, palabra inglesa, derivaría de la expresión francesa a deux du jeux, es decir, “a dos puntos del juego”, aunque en Francia utilizan el Egalité.

Los árbitros, cuando un jugador lleva cero puntos en el juego, dicen "Love"; esto poco tiene que ver con amor aunque ese sea su significado; aunque hay diversas teorías, me quedo con dos. La primera es la que lo relaciona con l´oeuf, es decir, “huevo” en francés (el cero tiene forma de huevo, como los “huevos fritos” que suelo poner yo en los exámenes). La segunda lo identifica con la palabra flamenca y holandesa lof, que significa “honor”. Como jugaban por dinero, si no ganabas ningún punto al menos te quedaba el honor. Jeje, ésta me gusta.

Por último, el origen del “servicio” o “servir” es el más divertido. Su origen se remontaría a Enrique VIII, rey de Inglaterra (el de la reforma anglicana, hombre, el que quería el divorcio de Catalina de Aragón para casarse con Ana Bolena, que, por cierto, decían tenía tres pechos; sí, ese que le cogió el gusto a eso de casarse y lo hizo seis veces, mandando ejecutar a dos de sus esposas… pues ese, es éste que te digo). Por lo visto le encantaba este juego, pero estaba tan gordo que no era capaz de lanzar la pelota hacia arriba, por lo que se la tenían que lanzar sus sirvientes (Bwa-ha-ha-ha). No sé si será verdad, pero es mu gracioso.

Hala, ya vale. Vamos, que me acusen de hacer artículos largos, qué cosas hay que oir, por Dios…
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viernes, 23 de enero de 2009

¡Eh, que yo estoy hecho un chaval!

Me alegro de que mis alumnos lean este blog. Pero me alegra más otra cosa: que me critiquen. En realidad ésa es el principal objetivo que busco en mis clases: que desarrollen una capacidad crítica basada en el razonamiento, el conocimiento y la argumentación lógica y coherente. En esta sociedad que “aborrega” a los jóvenes para que se inhiban en los asuntos de verdadero calado, o que sólo permite a los más “adoctrinados” y “radicales”, y por tanto acríticos igualmente, participar en ellos a menudo dirigidos por la elites, no hay fin, creo, más deseable y necesario. No diré que pensar está prohibido, pero digamos que ni está a la orden del día ni se potencia desde los que nos gobiernan (y no me refiero sólo a los políticos).

El caso es que he sido censurado por algunas alumnas por la imagen que doy de los jóvenes en mi artículo sobre el proyecto de Ley de Educación en Castilla La Mancha. Personas que no se reconocen me han acusado de dar una imagen falsa de la juventud actual. Éste artículo va dirigido especialmente a ellos.

No digo que no sea culpable del delito que se me imputa, pero tampoco mi intención era hacer un retrato completo de los jóvenes españoles. Sería demasiado complicado, y, efectivamente, injusto. Sólo he destacado los aspectos que me parecen más negativos de nuestras nuevas generaciones. Aspectos que seguramente todos conozcan y vean todos los días, pero que no son universales. ¡Dios, qué miedo si fuesen universales!. Entonces ya no tendría solución. Desconozco la proporción, aparte de que sería imposible dar un porcentaje, y una estupidez también, pero esos comportamientos existen, nadie me lo puede negar, y están cada vez más extendidos. La falta de “urbanidad”, el recurso a la violencia física y verbal, el desinterés por el conocimiento, etc. Claro que eso no es aplicable a todo el mundo (¿hay algo aplicable a todo el mundo?), pero sí son conductas que me parecen un obstáculo para que la sociedad del futuro sea mejor que la presente.

Tengo la intención de ofrecer en este blog un inventario de las barbaridades más simpáticas que me he encontrado en los exámenes, y quería comenzar con una aclaración que me veo obligado a adelantar. En lo que es mi experiencia tan sólo una vez , de los cientos de alumnos y alumnas con los que me he encontrado, tan sólo una vez, repito, me he encontrado con alguien que he pensado era una mala persona. El resto de mis alumnos, todos, hasta los que más guerra me han dado, hasta los que no me han hecho ni puñetero caso (que han sido muuuuuchos), incluso los que me han dado algún añito para olvidar, ni de lejos puedo decir que sean "malos". Buenos estudiantes, malos estudiantes, cansinos, pasotas, simpáticos, antipáticos, altos, bajos, inteligentes, despistados… cada uno con lo suyo, pero personas estimables sin duda, y a los que después, hasta el momento, recuerdo con cariño. Y por eso me permito y veo necesario criticar las conductas que no me parecen correctas. Porque creo que no son universales y, sobre todo, porque tienen remedio.

Si se lee detenidamente el artículo, opino que la mayoría de los problemas, si no todos, que presenta la juventud son culpa directa o indirecta de la sociedad en general. Ya sea por obra u omisión, los responsables de cómo será la sociedad del futuro, cuyo principio está en la mente y los corazones de vosotros los jóvenes, somos todos. Si pensase que sois (son) una caterva de seres ominosos y despreciables sin remedio no me dedicaría a lo que me dedico, y, lo que es más, no me gustaría tanto mi trabajo.

El artículo trataba sobre materia educativa, por eso "criticaba" a los jóvenes. No creáis que tengo una imagen inmaculada de "los adultos", ni mucho menos. Es más, la juventud es el espejo que refleja los pecados y las virtudes de la sociedad en general, para bien o para mal.

Entiendo que se considere injusto por aquellos jóvenes responsables que se generalicen imágenes de la juventud en general en las que no se reconocen. Igual que deben ver injusto, o al menos paradójico, que la mayoría de la atención y los recursos vayan dedicados a aquellos que no quieren aprovecharlos. Pero es inevitable, como he dicho en los comentarios; pensad en la parábola del Hijo Pródigo. Eso sí, eso no es excusa para olvidar el compromiso con el resto.

¿Qué no os reconocéis en esa generalización seguramente errada que he descrito? ¡Ay, si yo os contara! Tampoco lo hacía yo a vuestra edad con la imagen que se daba de mi generación (bien es cierto, que, como comentó un profesor mío, “se comporta como uno de cincuenta años desde que tenía quince”… y no era un halago ni mucho menos), ni lo hago con la visión que se da del profesorado actualmente (ni me identifico a mí ni a mis compañeros). Pero entiendo las generalizaciones por lo que son: un intento de ajustar unas características o comportamientos determinados con un fin, en este caso, el de reconducirlos.

Hala, y para finalizar una frase de ésas que me gustaban cuando era joven, y que creo haber visto escrita por algún lado, a ver si os inspira como en su día animó mi espíritu:

"La utopía comienza a hacerse realidad en el corazón y en la mente de todos aquellos que creen en ella"

¡Qué bien que me leáis! Pero a ver si hacéis más comentarios en el blog, porfa. Leer más...

jueves, 22 de enero de 2009

Yo no estuve allí: Hernán Pérez del Pulgar (II)

Durante el asedio de los ejércitos cristianos a la ciudad de Granada llevó a cabo nuestro protagonista su hazaña más famosa. En este punto, he de renunciar a relatar tal suceso, pues en mi búsqueda y recopilación de datos sobre el personaje que nos ocupa, he encontrado un artículo de uno mis escritores preferidos, Arturo Pérez-Reverte, que lo refiere. Además expresa, mucho mejor que yo, por supuesto, el maltrato a nuestra historia al que me refería al principio del artículo. Fue publicado en el XL Semanal del 4 de marzo de 2007, con el título 1490: comandos en Granada. Adelante, maestro:

“Hoy toca episodio histórico. Es bueno mirar atrás de vez en cuando, en esta España con poca vergüenza y peor memoria, y comprobar que aquí han sucedido muchas cosas interesantes: sucesos que gente normal, segura de sí, convertiría en series de televisión, en películas, en referencia indispensable y signo de identidad para escolares y público en general, en vez de ocultarlas por desidia e ignorancia, por no encajar en lo social y políticamente correcto, o por desmentir el negocio de recalificación nacional de todo a cien que han montado a nuestra costa, atentos sólo a su pesebre, unos cuantos hijos de la gran puta.

Estoy releyendo con inmenso placer, después de muchos años, una biografía de Hernán Pérez del Pulgar, el guerrero sin tacha. Y al llegar al capítulo de su legendaria incursión nocturna del 17 de diciembre de 1490, en Granada, no he podido evitar que el niño asombrado que hace casi medio siglo escuchaba referir esa hazaña se estremeciera en mi interior, como cuando oía recitar a mi padre unos viejos versos de los que nunca supe el autor, pues los aprendí de memoria: «Amparados en la noche / quince jinetes cabalgan / y Hernán Pérez del Pulgar / es el que primero avanza». Menuda historia, y menudo elemento. Curtido en la dura campaña de Granada, última de la Reconquista, caballero apuesto, famoso en la corte de los Reyes Católicos, Hernán Pérez del Pulgar tenía treinta y nueve años y una impecable reputación, consecuente con el lema de su escudo familiar: «Tal debe el hombre ser, como quiere parecer».

En aquel tiempo difícil, cuando el diálogo de civilizaciones se hacía al filo de una espada, Pérez del Pulgar era bravo entre los bravos, hasta el punto de que se decía que sus escuderos, gente rústica y fiel hasta la muerte, llevaban «la cabeza sujeta sólo con alfileres». Quince de ellos lo probaron acompañándolo en la más audaz y espectacular incursión bélica –hoy diríamos acción de comandos– que registra la historia de España.

Observemos la escena: cerco de Granada, noche sin luna. Unas sombras silenciosas moviéndose bajo la muralla. Tras planificarlo hasta el último detalle, Pérez del Pulgar y sus escuderos, equipados con ropas negras y armas ligeras, se acercan a la ciudad. Y mientras nueve se quedan guardando los caballos y cubriendo la retirada, su jefe y otros seis se cuelan por el cauce del Darro, acero en mano y el agua por la cintura. Después, guiados por uno de ellos –Pedro Pulgar, moro converso–, callejean a oscuras hasta la mezquita mayor, hoy catedral de Granada. Y allí, en la puerta y con su propia daga, Pérez del Pulgar clava un cartel donde, junto a las palabras «Ave María», dice tomar posesión de ese lugar para la religión católica, en nombre de sus reyes, y por sus cojones. Tras semejante chulería, los incursores encienden un hacha de cera; y, clavándola en el suelo a fin de que ilumine bien el cartel, rezan de rodillas antes de buscar la Alcaicería para incendiarla. Pero Tristán de Montemayor, el encargado de la cuerda alquitranada para el fuego, la ha olvidado en la mezquita. Cabreadísimo, Pérez del Pulgar lamenta que le haya «turbado el mayor hecho que se hubiera oído», y sacude a Montemayor una cuchillada en la cabeza, mortal si no se interponen los compañeros. Uno de ellos, Diego de Baena, se ofrece a regresar en busca de la mecha, y Pérez del Pulgar le promete, si salen vivos de allí, una yunta de dos bueyes por echarle esos huevos. Pero la suerte se acaba: de vuelta con la lumbre, Baena se da de boca con un centinela moro, al que endiña unas puñaladas antes de poner pies en polvorosa. Entonces se lía el pifostio: gritos del centinela, luces en las ventanas, alarma, alarma. Etcétera. Con toda Granada despierta, el grupo corre a oscuras hacia la muralla. Junto al río, uno de ellos, Jerónimo de Aguilera, cae atrapado en un foso. El compromiso es «no dejar atrás prenda viva», y todos son profesionales: Aguilera pide a sus compañeros que lo maten, pues no quiere caer en manos de los moros. Pérez del Pulgar le tira una lanzada, pero yerra el blanco en la oscuridad. Al fin, como en las películas, con los enemigos encima, logran liberarlo y salir todos por el río, subir a los caballos y largarse al galope, mientras en la ciudad se monta un carajal del demonio y al rey Boabdil, despierto con el escándalo, le dan la noche.

Interesante historia, ¿verdad? Reveladora sobre unos hombres y una época. Y ahora imaginen con qué adjetivos figurarían Pérez del Pulgar y sus quince colegas –si alguien los recordase– en un texto escolar de 2007.”

No se puede contar mejor; tanto la situación histórica como la actual. Prosigamos.

Hernán Pérez del Pulgar se formó en un ambiente caballeresco donde el amor por las letras iba creciendo. Su principal ocupación fue la militar, pero no por ello descuidó su formación académica (¿no véis cómo hay tiempo pa tó?). Al igual que en el campo de batalla hacía honor al blasón familiar- “El pulgar quebrar y no doblar”- en el caso de las letras lo hacía a su lema personal -“tal debe el hombre ser, como quiera parecer”- . Así, a instancias de su señor Carlos I escribió una parte de las hazaña de don Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán; en concreto su participación en la toma de Granada, ya que era gran amigo del afamado militar cordobés. Ésta es la obra escrita de Hernán Pérez del Pulgar, el de las hazañas, que a menudo se ha confundido con otro escritor e historiador del periodo, Hernando (o Fernando) del Pulgar, toledano éste, autor de la Chronica de los muy altos y esclarecidos Reyes Catholicos Don Fernando y Doña Isabel, entre otras obras.

En 1524 parece que el emperador Carlos pidió a Hernán, el de las hazañas, que dirigiese a su ejército en la confrontación contra Francia en la frontera pirenaica, a lo que accedió a pesar de contar ya con 73 años (curiosos viajes del IMSERSO que se ofrecían entonces, la verdad; antes se plantaban al alba en el campo de batalla dispuestos a soportar golpes y mandobles por la honra de su monarca, y ahora se plantan al alba en la playa dispuestos a soportar golpes y mandobles por un sitio cerca de la orilla donde poner la sombrilla).

El 11 de agosto de 1531, con ochenta años, murió Hernán Pérez del Pulgar, recibiendo sepultara en la capilla cedida por el propio Carlos V en Granada, en la encrucijada entre la Catedral, la iglesia del Sagrario y la Capilla Real; un lugar para su muerte del que se hizo merecedor con su vida.

Bueno, pues ya está. Sí, ya sé que la imagen que se da de este personaje bebe más de la leyenda que de los hechos. No, no me parece un ejemplo para nadie un comportamiento así en la actualidad, claro, tan belicoso e intolerante. A pesar de ello, y situándola en su contexto con las reservas pertinentes, me parece una figura evocadora y sugerente, qué queréis que os diga. Una historia entretenida y amena, siempre y cuando se sepa contextualizar y entender en su justa medida. La de un hombre que luchó por aquello en lo que creía, fiel a sus amigos, y piadoso con sus enemigos. Y encima le salió bien, pues a lo largo de su vida fue colmado de bienes y honores. Imaginaos lo que harían en Hollywood con esta figura; figuraos lo que podríamos hacer en España, si no hubiese tanto prejuicio y tanta tontería, leche.
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miércoles, 21 de enero de 2009

Yo no estuve allí: Hernán Pérez del Pulgar (I)

Bueno, ahora explico a qué venía lo del artículo anterior. Me había planteado glosar la vida y milagros de uno de los pocos personajes relevantes que Ciudad Real ha dado a la historia, Hernán Pérez del Pulgar. Sí, el que la casa donde nació está al lado de la Catedral, y que alberga el Museo López-Villaseñor. El caso es que este señor vivió a caballo entre los siglos XV y XVI, época atribulada y compleja (y cuál no). Primero militar y luego historiador, se ganó el apelativo “el de las hazañas”, por los episodios protagonizados en la Conquista de Granada, al servicio de los Reyes Católicos en la guerra contra “los moros” (tú usa expresiones políticamente incorrectas que verás; parece que no aprendes, leche, que estas cosas no se pueden decir). Y, claro, aquí ya hemos “pinchao en hueso” (¡Hala, expresiones taurinas! Tú te quieres buscar la perdición). Parece que actualmente para lo único que se debe recordar la figura de un soldado que luchó primero en la guerra civil castellana, luego contra los nazaríes, y finalmente frente a los franceses, es para censurar su comportamiento y vida, para acusarle de violento, insolidario, racista e intolerante, y que seguramente tal comportamiento público escondía además privadamente el maltrato físico y psicológico a su mujer e hijos, el acoso sexual a sus subordinados (porque ya se sabe que cualquier personaje histórico muerto era homosexual), y la conducción temeraria (cogía el caballo después de beberse una jarrilla de vino). Contribuyó con ello a la caída de Granada y a la imposición de una religión única, en vez de practicar el diálogo y el conocimiento intercultural, que habría hecho de aquella España (con perdón) del XVI una sociedad abierta, plural, libre y democrática. Empero, yo, inconsciente de mí, sigo en mis trece con la intención de contar su vida. Y así lo voy a hacer, aunque no lo haré sólo, como se verá posteriormente.

Hernán Pérez del Pulgar nació en la citada casa de la dicha Ciudad Real el 27 de julio de 1451. Su padre, abuelo y bisabuelo habían luchado del lado de los reyes en las diversas guerras que asolaron Castilla en el siglo XV, tanto contra los musulmanes de Granada como contra Portugal, e, incluso, en guerras intestinas dentro del reino. Su abuelo murió en el campo de batalla frente a los nazaríes, mientras que su padre fue gravemente herido en la defensa de Ciudad Real durante una acometida del Maestre de Calatrava. De Hernán se cuenta que con 17 años se enfrentó él sólo en un duelo a espada con seis hombres que se mofaban de él llamándole chungo y culipardo, matando a uno de ellos e hiriendo a otros dos (vamos, que lo del bullying no iba con él).

Siendo joven participó del lado de la Reina Isabel en la guerra civil castellana frente a las huestes de Alfonso V de Portugal, cuya esposa Juana, apodada La Beltraneja, disputaba la corona a la que luego sería la Reina Católica (como vemos los asuntos de cama por entonces también tenían mucha importancia, hasta el punto de desencadenar una guerra civil; lo mismo hacen en Tele 5 y Antena 3 todos los días, parece ser tradición muy nuestra). Parece que en estas lides se hizo un nombre, pues cuando Isabel y Fernando decidieron emprender la conquista del Reino de Granada, lo llamaron a su lado.

Cuenta Francisco Martínez de la Rosa en su biografía de Hernán Pérez del Pulgar, más basada en la leyenda que en los hechos, que acudió nuestro paisano en ayuda de la plaza de Alhama, al igual que otros insignes caballeros de Castilla, pero mientras el resto lo hicieron acompañados de sus huestes y pequeños ejércitos, Hernán lo hizo con tan sólo la compañía de un fiel escudero, pues más no podía ofrecer que su brazo, su espada y su arrojo. Y decía para sí:

“a esta guerra van a acudir los caballeros más ilustres, lo más granado del reino, los que traen bajo sus banderas un ejército de vasallos… Tú no tienes, Pulgar, más que tu brazo; más por la gloria de mis padres, que he de morir en la demanda, ó he de ganar más fama que todos los caballeros de Castilla”.

(voy a seguir transcribiendo partes del documento por su magnífica prosa, aunque lo de la “por la gloria de mis padres” ya nadie se lo puede tomar en serio, que parece que te están contando un chiste)

Allá fue y participó de la defensa del sitio de Alhama. Rodeados de enemigos, pronto empezaron a escasear los víveres y el agua;

“a punta de espada y no sin riesgo de la vida, tenían que buscar el agua en la propia corriente del río, bebiéndola no pocas veces mezclada con la propia sangre”.

Ante la angustiosa situación, se presentó voluntario para salir en busca de ayuda:

“Ánimo compañeros- les decía con voz esforzada-: dentro de breves días vuelvo a salvaros o a morir con vosotros”.
Y así lo hizo; “sin más escolta que su espada ni más auxilio que el del cielo” llegó a Antequera, donde ya se preparaban en auxilio de Alhama, aunque no con la suficiente presteza ni premura. Apremiándoles ante la desesperada situación de los compañeros que le esperaban, logró que pronto estuviese todo preparado y partió junto con un grupo de caballeros que se habían ofrecido a seguirle. En el camino, llegando a la llanura de Cantaril, escucharon cómo un ejército de moros se acercaba. Viéndose muy superados en número, los caballeros que le acompañaban fueron presa del pánico.
“Acudió Hernando al punto, animándolos con su voz y ejemplo; pero apenas echó de ver, con no menos indignación que sorpresa, que miraban más por la conservación de la vida que por la quiebra de la honra, <<¿qué hacéis, cobardes, qué hacéis? ¿De cuándo acá los moros han visto a un castellano la espaldas?... Mas si venís huyendo de la muerte, más cerca la tenéis>>. Y en diciendo esto, arremetió por medio de los suyos, hiriéndolos con su propia lanza, y empujándolos contra el enemigo. El arrojo del caudillo, su ejemplo, sus palabras acerosas, más penetrantes que sus mismas armas, restauraron como por encanto el ánimo de aquellos guerreros; y revolviéndose como un torbellino en contra de los moros, barrieron la llanura y los arrojaron a los montes”.
(Era duro el hombre; y exigir, exigía, no como en la ESO. Pero también tenía mano izquierda, talante se llama ahora…)

“…Continuaron los castellanos su peligrosa vía yendo Pulgar delante, con rostro tan sereno, cual si ya hubiese olvidado su reciente proeza; y como advirtiese el caudillo que los suyos no osaban mirarle, avergonzados y pesarosos, los alentaba con afable ademán, apellidando a cada cual por su propio nombre y celebrando su valor y esfuerzo”

(ojo aquí; el caudillo es Pulgar, que quede claro, sobre todo para aquellos, muchos, para los que la historia de España empieza en el 36)

Posteriormente, como era de esperar, consiguió burlar el cerco y entrar en Alhama, logrando con sus viandas y con su ejemplo asegurar la postrera victoria de los cercados. Tanta valentía fue correspondida con tierras y honores, como era de justicia.

Participó con posterioridad en la conquista del Castillo del Salar y de Vélez-Málaga, en la batalla de Bentomiz y en la rendición de Málaga. Tomó Baza, donde dio muerte a Aben-Zaid, comandante del ejército granadino, y defendió de forma heroica Salobreña. En este último hecho se sitúa otra de sus hazañas: sitiados por las tropas de Boabdil, y con Pulgar comandando la defensa de la plaza, los pozos de agua de la ciudad se agotaron. Lejos de rendirse, arrojó desde lo alto de la muralla el último cántaro de agua (como se diría hoy, “pa chulo, chulo, mi pirulo”). Boabdil pensó entonces que su cerco había fracasado, creyendo que aún tenían agua, y retiró a su ejército.
En otra ocasión, persiguiendo a una expedición mahometana que se batía en retirada, y emboscándoles en las orillas del Genil, la mayor parte de éstos se ahogaron huyendo de las huestes comandadas por Pulgar.

“Ahogase más de un alarbe (árabe), con el ansia de salvarse más presto; y solo permaneció a la vera misma del agua un moro de gran cuenta, que no habiendo podido recabar de los suyos que siquiera volviesen el rostro, y sonrojado de tal villanía, no quiso tornar a la ciudad, de donde en mal hora saliera, y dijo a Pulgar allegándose: "más quiero ser tu cautivo que adalid de cobardes; dispón de mi libertad y de mi vida". "Una y otra te devuelvo, y mi amistad, si la tienes en precio"-contestóle gravemente Pulgar, alargando su mano derecha”

(¡Ole, ole y ole!; que me encanta este tío, hombre ya…)

(Continuará...)
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Estulticia histórica

Cuán ingrata es la historia. Qué ingratos somos nosotros, que la hacemos. Me espanta cómo a menudo se abomina de hombres y mujeres que en su día se mostraron honrados y sin tacha en los tiempos que les tocó vivir. Desde la atalaya que hemos construido con los siglos como base les lanzamos flechas envenenadas de censura. Qué injustos somos. Juzgamos sus actos aplicándoles valores y principios de nuestra época. Valiente estupidez. Proyectamos la (supuesta) verdad de nuestros días a una época que nada tenía que ver, y sin entenderlos, sin conocerlos, sin ponernos en la piel y en la mente de los que vivieron aquel tiempo, los censuramos, nos burlamos de ellos, les arrebatamos el sentido de su vida, y con frecuencia de su muerte. No hay mayor ignorancia que ésta, a la que tan dados son en la actualidad toda esa caterva de opinadores, postuladores, inquisidores de la historia (y de la política, y de la economía, y del deporte, y de la prensa rosa; “cuasi-hombres del renacimiento” que son, que de todo se permiten opinar). Lo mismo da Carlos V, Napoleón o Carlomagno que Belén Esteban o el último expulsado de Gran Hermano. Con la misma rigurosidad se opina, la misma estima merecen. Saben de todo, sí, pero no entienden nada. Mala historia estudiamos y enseñamos si no es otra cosa que un juicio sumarísimo a aquellos que nos han precedido y nos han legado esta tierra. El conocimiento no exige juicio, únicamente rigor y pragmatismo. La utilidad de la historia es contribuir a construir el futuro, no juzgar el pasado. Y pretenden que lo construyamos sobre la gran mentira de sentenciar a nuestros antepasados con leyes actuales. Necios.

Tengamos claro, eso sí, que en el propio juicio de la historia nuestra defensa no tendrá base ninguna. Culpables. Condenados. Condenados por tontos. Leer más...

domingo, 18 de enero de 2009

Yo no estuve allí: Nikola Tesla

Comenzaré esta serie con Nikola Tesla. Todos conocemos los nombres de Edison, Marconi o Graham Bell. Sin embargo, el nombre de Tesla es menos conocido por el gran público. A él debemos, sin embargo, muchas de las aplicaciones de la electricidad que ahora nos resultan cotidianas y que en su momento revolucionaron el día a día del ciudadano medio. Tesla es reconocido principalmente por ser el descubridor de la corriente alterna, la forma en que la electricidad llega a nuestras casas y dota de energía a nuestros electrodomésticos para que funcionen. A pesar de ello, su fama no es ni mucho comparable con la de Thomas Alva Edison, que desarrolló la corriente eléctrica continua, y por otra parte fue socio primero y después enemigo íntimo de Tesla.

Tesla nació en la región de Vojna Krajina, entonces territorio del Imperio Austro-húngaro y hoy en día croata, en 1856. Tras estudiar en Graz, Praga y Budapest marcha a París para trabajar en la compañía de Thomas Alva Edison. Allí desarrolla la corriente alterna, forma de corriente eléctrica más fácil de transportar y distribuir de forma masiva a grandes distancias que la corriente continua por la que abogaba su jefe, Edison, al que acusaba además de haberle engañado. El enfrentamiento entre ambos fue conocido por “La guerra de las corrientes”. Ya en Nueva York, y habiendo roto en 1886 con Edison, funda su propia compañía. Apostando fuerte por la CA, logra el apoyo del industrial George Westinghouse, que será el que logre generalizar el uso doméstico de la misma. Edison, un gran empresario y relaciones públicas amén de científico e inventor, aprovechando el concurso que el gobierno de los EEUU había organizado para encontrar un sistema “más piadoso” de ejecución que la tradicional horca, pensó que si la corriente de Tesla lograba esa concesión los ciudadanos estadounidenses abominarían de esa forma de energía que acababa de forma tan horripilante con la vida de las personas y que, por tanto, resultaría muy peligrosa. Efectivamente, el gobierno optó por la CA para su nuevo invento, la silla eléctrica, pero en contra de lo que esperaba Edison, esto no provocó la animadversión hacia esa forma de electricidad, sino que muy al contrario pronto se generalizó, como ya se ha dicho, comercializada por la compañía Westinghouse. Como anécdota podemos comentar cómo, el día que se ejecutó al asesino en serie Ted Bundy, en 1989, se pidió a la población de alrededor que no utilizaran sus electrodomésticos para asegurarse de que la cárcel tuviese suficiente energía como para acabar de una vez por todas con el dicho psicópata.

Aparte de la corriente alterna, a Tesla también le debemos la invención de otro de esos aparatos que hoy en día nos son cotidianos y sin los cuales nuestra vida no sería la misma. Estoy hablando de la radio. “¿Pero no la inventó Marconi?”, seguramente os preguntéis. Eso es lo que se asegura en todos los libros de historia. Sin embargo, la realidad es que en 1893, dos años antes que Marconi, Tesla consiguió transmitir energía electromagnética sin cables. Es más, Marconi en su invento utiilizó patentes anteriores de Tesla. Durante años se luchó en los juzgados norteamericanos por la patente, y finalmente el Congreso de los EEUU, en 1943, falló a favor del croata. Sin embargo, aún hoy todo el mundo considera a Marconi el inventor de la radio, al que además le dieron el Premio Nobel en 1911. Posteriormente, el mismo Tesla rechazó este galardón por haberle sido concedido antes a Marconi, y, según algunas fuentes, porque se lo pretendían conceder ex aequo con Edison. Se trata de otra demostración del sino que acompañará a Tesla durante toda su vida, el infortunio y las decisiones equivocadas. Por cierto, algo parecido ha ocurrido con el teléfono: siempre ha sido considerado Graham Bell como su inventor, pero, a pesar de mantener su patente, en 2002 el Congreso de los EEUU dictaminó que el verdadero inventor fue Antonio Meucci, que trabajaba en la compañía de Bell.

En 1896 Tesla acabó la construcción en las Cataratas del Niágara de la primera central hidroeléctrica de la historia, que logró suministrar electricidad a la ciudad de Búfalo.

Tesla era un gran científico e inventor, pero un pésimo relaciones públicas y empresario. Su ambición era llevar a la humanidad a un nuevo estadio de progreso. Pronto anunció un sistema para suministrar energía a millones de hogares de forma casi gratuita. Esto no cuadraba con los intereses de su “benefactor”, Westinghouse, para el que hasta el momento los inventos de Tesla habían sido un buen negocio que le había reportado pingües beneficios. Estas nuevas intenciones harían peligrar la rentabilidad del negocio eléctrico, por lo que tanto Westinghouse como el resto de las compañías condenaron a Tesla al ostracismo. Este proyecto, que le llevó a la ruina, se basaba en ciertos principios que decían que era posible que la electricidad viajara por aire sin una perdida significativa de energía. Estos principios son los mismos que hoy permiten la transmisión inalámbrica que utilizamos cotidianamente en un control remoto normal o en un teléfono móvil.

Afirmando trabajar en un modo de llevar información de forma inalámbrica a todos los rincones del mundo, Tesla logró recabar el apoyo de uno de los más grandes millonarios de la época, J. P. Morgan, que le dio 150.000 dólares. Éste le dotó de un laboratorio en Nueva York y Tesla comenzó su proyecto Wardenclyffe, la construcción de una torre de 65 metros de alto que pudiese hacer llega la electricidad a millones de hogares. Empero, ante la falta de resultados inmediatos, puesto que en realidad no estaba haciendo el trabajo para el que le había pagado, Morgan dejó de financiarle y rompió con él definitivamente cuando Tesla le reconoció que en lo que estaba trabajando en realidad era en su viejo proyecto para suministrar energía gratuita para todo el mundo.


La teatralidad de la que Tesla hacía gala para presentar sus experimentos, los fenómenos extraños (para los demás) que se producían en las zonas cercanas a su laboratorio (explosiones, haces de luz), y su falta de discreción (una vez comentó que había obtenido señales de radio procedentes de Marte, otra que era capaz de producir un rayo de energía que partiera el planeta tierra en dos, etc.); unidas a que se estaba convirtiendo en un elemento incómodo para las industrias eléctricas, le granjeó fama de científico loco, de visionario peligroso en quien no se podía confiar.

“Invitado” a marcharse de NY, se instaló finalmente en Colorado Springs. Tuvo que esperar a las estribaciones de la I Guerra Mundial para intentar recabar apoyo del gobierno de los EEUU, proponiéndoles ingenios bélicos basados en sus descubrimientos. En este contexto aparece el llamado “Rayo de la muerte”, que según Tesla proponía al presidente Wilson sólo debería ser utilizado defensivamente. Aseguraba haberlo probado de manera muy satisfactoria en 1908. Mientras su amigo Robert Peary intentaba el hito de ser el primero en llegar al Polo Norte, le anunció que le saludaría mediante una señal durante el camino. Envió uno de sus rayos al oeste de donde se suponía que Peary se encontraba, pero éste volvió de su gesta declarando no haber notado nada en particular. Sin embargo, el mismo día en que Peary conquistaba el Polo Norte, en la zona siberiana de Tunguska una devastadora e inexplicada aún hoy explosión arrasó más de 3000 kilómetros cuadrados de bosque con una potencia calculada posteriormente como la de una bomba atómica de 50 megatones. A pesar de ser vista a más de 1000 kilómetros de distancia, aún hoy no hay explicación de lo que allí había ocurrido pues no se encontró resto de meteorito, cráter ni objeto alguno que pudiera arrojar luz sobre el suceso. A pesar de todo esto, el gobierno de los EEUU declinó relacionarse con alguien de tan dudosa reputación para entonces como Tesla.

También propuso a los EEUU un sistema de detección de aviones y submarinos a distancia mediante ondas electromágnéticas, que Edison, al frente de la investigación, deshechó por inútil e irrealizable. Años después Gran Bretaña desarrolló el radar y su aplicación acuática, el sónar, basándose en estudios de Tesla.

Sobreviviendo únicamente, y con dificultad, con los ingresos que lograba de sus más antiguas patentes, y a una pensión que le daba su país de procedencia, en ese momento Yugoslavia, en sus últimos años de vida continuó en su empeño de ceder sus descubrimientos a toda la humanidad. Poco antes de su muerte envió a los gobiernos aliados los planos de su “rayo de la muerte” pensando que este ingenio era demasiado peligroso como para que estuviese en manos de un único país.

Nikola Tesla murió en 1943 sumido en la pobreza y tratando de ayudar a su país de acogida en sus esfuerzos para acabar con la amenaza de los países del Eje. Como siempre ocurrió a lo largo de su vida, no fue oído por las instacias gubernamentales. Sin embargo, una vez muerto el gobierno estadounidense se incautó de todos sus documentos, donde se reflejaban todos sus estudios e inventos, y aún hoy en día son material reservado. Esto seguramente ha contribuido a toda la leyenda y el aura enigmática que envuelve la figura de Tesla.

Tesla trabajó en muchas más cosas a lo largo de su vida. El único reconocimiento que ha tenido es el uso de su apellido, Tesla, como unidad de campo magnético. También se conoce como Bobinas de Tesla a unos transformadores resonantes que crean descargas eléctricas de largo alcance, y que por ello resultan muy espectaculares.


Gran parte de la ciencia más avanzada de la actualidad se basa en sus experimentos, como es el caso de la construcción de aceleradores de partículas, que parecen remitirse a su célebre “Rayo de la muerte”, los proyectos norteamericanos de escudo antimisiles, o incluso el polémico y enigmático proyecto HAARP desarrollado por los EEUU para alterar el clima e incluso afectar al cerebro humano.

La “mala suerte” de Tesla, su propia personalidad que cada vez se fue haciendo más excéntrica, la clasificación y salvaguarda de sus documentos por parte de los EEUU, y la nula comprensión que tuvo por parte de sus contemporáneos han hecho de su persona carne de leyenda. Mucho se ha escrito e investigado sobre él, afirmando desde su innegable genio hasta su indemostrada relación con el ocultismo y la parapsicología o incluso su inconcebible procedencia extraterrestre. De lo que no queda la menor duda es de que es una figura a rescatar y a reivindicar.

En este video podemos ver una Bobina de Tesla gigante.


Para saber más:

http://es.wikipedia.org/wiki/Nikola_Tesla

http://hunnapuh.blogcindario.com/2005/09/00302-nikola-tesla-un-genio-maldito.html

http://edenex.iespana.es/edenex/nikola.html

http://www.formarse.com.ar/enigmas/Nicola_Tesla.htm

http://pasajesdelahistoria.ueuo.com/index.php?s=tesla

http://cires.htmlplanet.com/BioT.htm

http://www.monografias.com/trabajos30/nikola-tesla-cientifico-sabio/nikola-tesla-cientifico-sabio.shtml

http://www.elmundo.es/suplementos/magazine/2008/452/1211381795.html

http://www.astroseti.org/vernew.php?codigo=2326 Leer más...

Yo no estuve allí

En esta serie llamada “Yo no estuve allí” pretendo llamar la atención sobre algunos acontecimientos o sobre ciertas personas que habiendo contribuido de forma significativa en nuestro devenir histórico, con frecuencia sus nombres y fechas no están presentes en los manuales. No serán estudios profundos, ni mucho menos, sino simples menciones que esperan incitar a la búsqueda de más información a aquellos que se sientan interesados por una figura o un hecho determinado. Quizá toque algún asunto sobre el que alguien esté más versado que yo; si así fuere y notasen algún error por mi parte, ruego que lo comunicase en los comentarios a fin de enjugarlo y no contribuir a la falta de rigor histórico que a menudo nos inunda en todo tipo de publicaciones tanto en red como en papel impreso. Gracias de antemano. Igualmente citaré algunas direcciones web al final de cada post de las cuales he sacado información, o pienso que pueden ampliarla para aquel que esté interesado en saber algo más sobre el tema tratado; y que me resultan fiables, claro. Leer más...

viernes, 16 de enero de 2009

Peliculones de videoclú (II)

Vamos a centrarnos ahora en las películas que trataban las relaciones sociales en los centros educativos. Vamos, lo que se solía llamar de “instituto” o de “universidades”. Lo primero es que estas películas americanas fueron pioneras en demostrar una afirmación que con el tiempo se ha hecho realidad en nuestro país: los centros educativos son en realidad centros de ocio y diversión. El apartado académico es lo de menos y lo importante son las interacciones entre los miembros de la comunidad educativa y lo que se puede sacar de ellas. Como digo, esto, que ahora es una realidad a la orden del día, ya se mostraba en aquellas películas. Algunas tenían un objetivo únicamente de entretenimiento mediante un humor fácil y “grueso”, caso de, por ejemplo, Los albóndigas en remojo, Regreso a la escuela, La revancha de los novatos o los míticos Porky´s, claros antecedente de películas actuales, como la “saga” de American Pie. Cabe destacar que a pesar de sus escasas intenciones más allá de hacer pasar un buen rato, también aportaron algo de descubrimiento para los espectadores preadolescentes de la época: eran cintas donde uno podía apreciar por primera vez los pechos desnudos de las chicas, junto a las de Esteso y Pajares, claro, aunque en éstas últimas las que enseñaban pechuga más que chicas eran ya señoras.


















Había otras que sin renunciar a ser cine de entretenimiento, optaban por presentar también cierta moraleja. Un ejemplo son las que alertaban de la falsedad del sueño americano juvenil de la época, la traducida aquí por “popularidad”, como se puede apreciar en No puedes comprar mi amor o La chica de Rosa. En todas ellas se presenta a la elite “popular” (sin referencias políticas, ¿eh?) como segregacionista y carente de sentido, algo que comprenden los protagonistas, que a menudo son lo que por allí llaman nerds (que podríamos traducir por “empollones”), cuando consiguen entrar en ella. Protagoniza una de ellas, La chica de Rosa, Molly Ringwald, actriz paradigmática de este tipo de cine, y con un aspecto muy alejado de los estándares de belleza que los EEUU exportaban desde hacía más de medio siglo pero atractiva al fin y al cabo, para la época al menos. La susodicha tampoco hizo muchas películas pero sí muy significativas: La chica de Rosa, El Club de los Cinco, Dieciséis velas, y algunas más. A menudo se trata de reinterpretaciones del Romeo y Julieta shakesperiano, pero cambiando la dicotomía Capuleto/Montesco por empollones/populares, medio urbano/medio campesino, clases adineradas (para los que entonces se acuñó el término “pijos”)/clase trabajadora, etc. También en algún caso, como en La chica de Rosa, y hablo de memoria (hará más de quince años que vi esta película), se podría relacionar el argumento con la obra maestra de Bardem, Calle Mayor (ahora después voy a confesarme por la blasfemia, no os preocupís). En La que hemos armado, la Ringwald interpretaba a una chica adolescente que quedaba embarazada, afrontando el film así uno de los temas tabú hasta entonces, ya tocado en España con acierto y valentía más de tres lustros antes por Manolo Summers en su Adiós, cigüeña, adiós. Éstas películas gustaban mucho más a las chicas, claro, o al menos así lo expresaban ellas, aunque a nosotros, la verdad, también nos gustasen. Por supuesto declarábamos como muchísimo mejores las comentadas en el primer párrafo, pero a éstas tampoco les hacíamos ascos, reconozcámoslo. En mi caso he esperado quince años para reconocerlo. No pasa nada, no es como salir del armario, en todo caso de un cajón de la mesita de noche. Animo a todos a hacerlo, sobre todo desde que se lleva eso de que los hombres expresemos nuestros sentimientos. Argh.

El gran gurú de este tipo de cine adolescente, pues sus filmes del género se han convertido en objeto de culto, fue sin duda John Hugues. Precisamente tocó el tema del embarazo adolescente, aunque dentro del matrimonio (eso se llama ser políticamente correcto) en La loca aventura del matrimonio, con Kevin Bacon. Alcanzó sus mayores cotas de popularidad por ser el escritor de Solo en Casa, el megataquillazo de 1992 protagonizado por el ahora desdichado MacAulay Culkin (versión americana de Joselito, al fin y al cabo). Como decía, y a pesar de escribir y dirigir la nunca suficientemente ponderada Solos con nuestro tío (y es que ésta me encanta, con el desaparecido John Candy y de nuevo el Joselito americano), de él destacan dos de los títulos más ilustrativos de este tipo de cine, la ya comentada La chica de Rosa, y el film de culto El club de los cinco. Ésta última es una película que trata la relación que entablan cinco chavales (dos chicas y tres chicos) durante un sábado por la mañana en el que están castigados en el instituto. Dos son miembros de esa elite “popular”, los interpretados por la ínclita Molly Ringwald y un adolescente Emilio Estévez (hijo del gran actor Martin Sheen), otro es el típico empollón (nerd), la otra chica una “rarita” con problemas para relacionarse con los demás, y finalmente el típico chico malo de chupa de cuero. A lo largo de la peli, y desde un inicio donde no se soportan, se van conociendo y derribando las estúpidas barreras que la sociedad ha puesto entre ellos, puesto que al fin y al cabo tienen las mismas preocupaciones e inquietudes como adolescentes que son. El final es más bien pesimista pues asumen que al lunes siguiente volverán a ser las mismas personas encasilladas en sus propios roles dentro de la sociedad estudiantil y no se atreverán a subvertir las normas sociales que les prohíben relacionarse. Debido al intento de acercamiento algo más serio y profundo que el resto de filmes a los problemas y vicisitudes de la juventud de la época, éste título se ha convertido en el más recordado y a menudo venerado de este tipo de cine. Aunque también para los más viciosillos es la peli donde la Ringwald enseñaba las braguitas. Allá cada uno considerando qué aspecto es más importante.

También dirigió John Hughes una película mucho más divertida y alocada, aquí traducida como Todo en un día y protagonizada por Mathew Broderick; una suerte de Jó, qué noche de Scorsese pero de temática juvenil. Genial.

No quiero terminar esta parte sin recordar una peli que tiene que ver con todo esto un tanto tangencialmente. Es Teen Wolf, protagonizada por Michael J. Fox, donde se entremezclaban el baloncesto y el cine fantástico con esta temática adolescente. Vaya mezcla, ¿eh¿ Nada más que por esto era normal que me gustase. Por supuesto, no se me ocurre volverla a ver, porque seguro que cambiaba mi opinión.























PD: al hilo de este post, me he encontrado con las divertidas y a menudo arbitrarias traducciones de los títulos originales al castellano. En el caso de la última peli de la que hablo, y que he nombrado por su título original, es un ejemplo que nos viene "que ni al pelo" (jejeje); hay que tener en cuenta que aquí se llamo De pelo en pecho. Teen Wolf = De pelo en pecho. Total ná. Otros casos de los aparecidos por aquí serían, así a bote pronto, La que hemos armado (She´s having a baby), Solos con nuestro tío (Uncle Buck), Los albóndigas en remojo (Up the creek), El club de los cinco (The Breakfast Club)... Anuncio la futura aparición de un profundo estudio sobre este "toco-mocho tituleril" tan habitual en nuestra querida piel de toro en la web de mi colega de elengendromecanico. Estaremos atentos a él. Ya sabéis, la dirección en la lista de enlaces de la derecha.

PD (II): acabo de descubir que en la web viruete.com ya se realizó hace bastante tiempo este ejercicio histórico-nostálgico que estoy llevando a cabo, eso sí, en el caso de la otra web bastante más completo y profundo; más "currao", vamos. Os invito a visitarla aquí.

(Continuará…) Leer más...

miércoles, 14 de enero de 2009

Mi pasión por los cómics

Como muchos ya sabéis, una de mis grandes pasiones son los cómics. Es ésta una de mis aficiones más antiguas (creo que sólo superada en antigüedad por la comida), y más importantes para mí en la actualidad, tanto en términos de interés como de tiempo y de dinero (¡Aaaaaaaaay!).

Aunque ya se sabe que los recuerdos de la infancia son engañosos, y suelen mezclar realidad y ficción, los primeros tebeos o “cuentos”, como les llamaba mi padre, que recuerdo en mis manos fueron los Don Miki publicados a principios de los ochenta, con historietas de los personajes de Disney. Sin embargo, el cómic que tengo marcado a sangre y fuego en mi mente como inicio de mi pasión comiquera fue el número 1 de la colección de Los Vengadores de Cómics Forum (“¡Alta tensión, Máxima acción!” rezaba su portada), con fecha de publicación española febrero de 1983, y que incluía los números americanos The Avengers 164 y 165 (Marvel Comics, octubre y noviembre de 1977), con guión de Jim Shooter y dibujo a lápiz de John Byrne entintado por Pablo Marcos. Era ésta la primera parte de una aventura de los que se autodenominaban “Los más grandes héroes de la tierra” en la que se enfrentaban con varios supervillanos liderados por un más poderoso que nunca Conde Nefaria. En esas 32 páginas por 95 pesetas descubrí personajes como el Capitán América, Thor, el Hombre de Hierro (ahora llamado, innecesariamente, Iron Man), La Bestia, El hombre Maravilla (otro caso en que ahora se utiliza su nombre en inglés, Wonder Man), La Bruja Escarlata, La Visión, La Avispa, Chaqueta Amarilla, Ojo de Halcón… y muchos otros. Quedé maravillado por la historia que mostraba; emocionado por el heroísmo del que hacían gala sus protagonistas; asombrado por las extraordinarias escenas de acción; seducido por la alegre camaradería que presidía las relaciones entre los personajes; sobrecogido por el suspense que presidía la aventura al ver que los “buenos” lo tenían todo perdido y el “malo” iba a vencer y a hacer triunfar la injusticia. Desde entonces, y hasta ahora, el cómic, y especialmente el llamado cómic “de superhéroes” (lo que en los EEUU llaman comic-book), han sido una parte muy importante de mi vida. Deleitándome con sus historias he aprendido gran parte de todo lo que sé; leyendo sus aventuras he construido gran parte de los principios en los que creo; y compartiendo las vivencias y pensamientos de sus personajes se ha modelado gran parte de lo que soy.

Tras aquel “descubrimiento”, vinieron muchos otros: Spiderman, Daredevil, La Masa (ahora Hulk), El Capitán América, Thor, El Hombre de Hierro, Los 4 Fantásticos, La Patrulla X (no, no tiene nada que ver con el porno; mente limpia, chavales), etc. Tampoco tardé mucho en conocer los héroes de la otra gran compañía de comic-books americana, DC cómics, en las colecciones de Superman, Batman, Los Nuevos Titanes, Flash, Linterna Verde (Green Lantern), etc. publicados en España por Ediciones Zinco. Por supuesto, también caían en mis manos y leía con gusto otros tebeos, caso de los de la editorial Bruguera, que publicaba a los genios del humor patrio: Ibáñez y sus Mortadelo y Filemón, El botones Sacarino, Rompetechos o Pepe Gotera y Otilio; Escobar y sus Zipi y Zape o Carpanta; Vázquez y su Anacleto, Agente Secreto y La Familia Cebolleta; Jan y su Superlópez… Igualmente hitos del cómic europeo, la bande desinée, como dicen los gabachos: Astérix, Lucky Lucke, Los Pitufos, Tintín, (aunque éste no ha sido nunca santo de mi devoción, la verdad), Spirou, Blueberry… También, cómo no, tuve acceso a clásicos españoles de la historieta como El Capitán Trueno de Víctor Mora y Ambrós, El Jabato, también de Víctor Mora y Francisco Darnís, El Guerrero del Antifaz de Manuel Gago, etc. De cualquier manera, fueron los primeros, los llamados “superhéroes”, los que me han acompañado a lo largo de tres décadas, y aquí están aún, conmigo, siendo mi gran afición y ocupando la mayoría de mi tiempo junto a mis otras pasiones: mi mujer, mis amigos, mi trabajo, los libros, el cine y el deporte.

Únicamente durante una etapa de mi vida, la universitaria, dejé un tanto apartada esta afición. No del todo, pues con frecuencia releía los ejemplares que conservaba de mi niñez y primer adolescencia, pero por circunstancias de la vida no me podía permitir gastar mi dinero en tebeos, siendo sustituido entonces por otras más “económicas” como el cine (en tv, claro) y los libros (de la biblioteca, por supuesto). También me dio por la música celta y new-age, pero fue algo pasajero, aunque muy provechoso y grato, provocado por el “maestro” Ramón Trecet y su programa de radio. Todo esto acompañado por el hecho de que poco tiempo me dejaban los estudios y los intentos por confraternizar con el sexo opuesto (claramente los resultados fueron muchísimo mejores en el primer caso, a pesar de invertir prácticamente el mismo tiempo y mucho más esfuerzo al segundo). Finalmente, cuando esas circunstancias de la vida a las que aludía anteriormente mejoraron y el horizonte se veía más claro y prometedor, volví con verdadero frenesí al cómic. Estábamos a punto de estrenar el siglo, las condiciones de distribución de los cómics eran mejores y era más fácil encontrarlos y seguir las colecciones (en los 80-90 era un cachondeo, a lo mejor te llegaba el, pongamos, núm. 25 de La Patrulla X y el siguiente que llegaba a los quioscos de la ciudad era el 31), y al comenzar a ganar ya mis perrillas podía elegir en qué gastarlas. Existía además la posibilidad de comprar por internet, las librerías especializadas en cómic, y hasta los salones del cómic (mi primera visita al Expocómic de Madrid fue muy productiva: compré una ingente cantidad de tebeos de “mis años perdidos”, por un lado, y la que hoy es mi mujer y entonces mi novia desde hacía unos meses me demostró lo mucho que me quería porque la utilicé de mula de carga y pasé de ella durante horas, la pobre, y aún así no me mandó a tomar viento, como cualquier chica en su sano juicio habría hecho).

¿Cuáles son los problemas que me plantea actualmente esta “sana” afición? Pues, quitando los económicos (peor sería gastarlo en drogas, ¿no?), sobre todo de espacio. No tengo una cifra total de los tebeos que conforman mi colección, ya que la variedad de ediciones y formatos la hace complicada de calcular, pero sí está claro que de contabilizarlos habría que hacerlo por miles. Los tomos (cómics “con lomo”) ya han invadido la práctica totalidad de las estanterías de mi casa, y los tebeos en grapa están guardados e inventariados en grandes cajas, insertos en bolsitas de plástico especiales para que no se deterioren, por supuesto, y ya copan el trastero. Eso sin contar que aún guardo bastantes en casa de mis padres. La necesidad de “aligerar” espacio me ha dado una excelente excusa para decidirme a ceder a la biblioteca de mi instituto una parte de mis posesiones historietísticas, en concreto la colección de “Grandes Héroes del Cómic” que completé hace años y que venía con el periódico El Mundo. Son 46 tomos de las mejores y más representativas colecciones de personajes de cómic: Spiderman, Los 4 Fantásticos, Batman, Corto Maltés, Blueberry… Es, sobre todo, una pequeña contribución a que los jóvenes de hoy descubran el mundo de los cómics, y más en concreto el de los héroes que yo he conocido y con los que he crecido, que siguen estando de actualidad (con un gran éxito en el cine, por cierto), y que creo que pueden aportarles numerosos momentos de diversión y ayudarles en su crecimiento personal. Únicamente trato con esto de devolver un poco de lo que los tebeos me han dado, y que no se puede pagar con todo el dinero del mundo. Si logro que algún chaval o chavala se acerque a ellos, y por unos momentos crea que el mundo puede ser un lugar mejor y que vale la pena luchar por ello, me sentiré no sólo pagado, sino que toda una vida de afición habrá tenido sentido. Si hay algo que he aprendido en los cómics de superhéroes es que un héroe, al igual que cualquier persona, no se define por sus poderes sino por sus actos. Creo que es una enseñanza muy importante que a menudo olvidamos, sobre todo en una sociedad tan materialista como la nuestra.

Para despedirme, simplemente animar a todos a disfrutar con los cómics.

Como diría el gran Stan Lee:

Excelsior! Leer más...

viernes, 9 de enero de 2009

Frank Capra

Frank Capra. Si alguien me preguntase cuál es mi director de cine favorito, sin duda que daría este nombre. Por supuesto, hay otros directores que me entusiasman (John Ford, Howard Hawks, el propio Spielberg), pero digamos que soy más “de películas” que “de directores” por la dificultad que tengo para encontrar cineastas que por regla general me entusiasmen con sus trabajos, especialmente de las últimas tres décadas (me encantan películas de Ridley Scott, de Christopher Nolan, de Rob Reiner, de Bille August… pero no la mayoría de sus trabajos). El caso es que si tengo que quedarme con un solo director, y también aunque sea por pura nostalgia pues Capra fue el primer nombre de director que relacioné en mi mente preadolescente con películas que me gustan, es con Frank Capra.

No he visto todas sus películas, pero sí un gran número de ellas. Al menos, las más representativas. De su etapa muda, ninguna, pero después, y haciendo memoria, Dama por un día, Estrictamente confidencial, Sucedió una noche, El secreto de vivir, Horizontes perdidos, Vive como quieras, Caballero sin Espada, Juan Nadie, Arsénico por compasión, ¡Qué bello es Vivir!, y Un gángster para un milagro. Once películas en total; creo que son suficientes para considerar si la trayectoria de un director me agrada o no ¿verdad?. Además, creo que otra de sus películas ya tardía, Millonario de Ilusiones, también la he visto, pero la verdad es que no me acuerdo, por lo que podemos decir que no me gustó y no con eso basta.

En general fue un director muy respetado en su época, una verdadera celebridad. Ganó tres Oscars a la mejor dirección, y dos de sus películas, Sucedió una noche y Vive como quieras, ganaron la estatuilla a la mejor película.

Con los años, ese respeto digamos que no es que se fuese perdiendo, pero se acabó olvidando. El legado de Frank Capra pareció verse reducido a ¡Qué bello es vivir! , esa maravillosa película que es el sinónimo de Navidad en el cine, como el Cuento de Navidad de Dickens lo es en la literatura, o los villancicos en la música (y antes en el deporte el Torneo de Navidad de Baloncesto del Real Madrid- ay, qué viejo me estoy haciendo-). Si bien sería injusto únicamente valorar esta película como único resultado de la extensísima carrera de Capra, también es cierto que, creo, a él tampoco le importaría mucho, puesto que en ella se encuentra todo lo alabable y todo lo criticable de sus films, y de su manera de entender y hacer cine. Empero, como he dicho, su producción cinematográfica es mucho más extensa y muy destacable tanto en aspectos formales como de fondo.

En general las películas de Capra son optimistas y vitalistas. Dan esperanza. Ésta circunstancia, que para mí es su gran virtud, se ha convertido también en la principal crítica que le lanzan aquellos, y son bastantes, que abominan de él. Le acusan de hacer películas excesivamente blandas, afables, “pastelosas”, etc. De recurrir a la lagrimita fácil y ser poco realista. Es una pena que no tengan la suficiente capacidad para despojarse de prejuicios (bondad es igual a irreal, a mansedumbre y resignación) y ver verdaderamente el valor de los personajes centrales de los films de Capra. Pocas veces se ha expuesto en el cine hechos tan duros y graves como aquellos a los que se enfrentan estos “héroes de la clase media” que nos presenta, muy influenciado por la doctrina del New Deal de Franklin Delano Rooselvelt que permitió a los EEUU salir de la Gran Depresión (y no vamos a debatir aquí si con mayor o menor fortuna).
Pongamos el caso de Gary Cooper en Juan Nadie, que carga con la cruz de convertir una mentira en el sueño americano y dar esperanza con ella a todo un país, para verse después destruido por el poder de la prensa y el capital, y descubrir aterrado que ante ello nada tiene que hacer el ciudadano de a pie, salvo intentar mantener su dignidad y la esperanza, siempre la esperanza. Hay que ser cerril para opinar que Juan Nadie es una película “blanda”, pues tiene un final de los que gustan a los “intelectuales”: el de un hombre y su fracaso. Sí, sí, ya sé que sería redonda si al final (lamento reventarlo) el protagonista se lanzase al vacío y la película terminase con un plano de los sesos de Gary Cooper esparcidos por el suelo nevado de Manhattan, pero qué se le va a hacer. No hay final más duro que el que nos presenta Capra: un hombre derrotado al que sólo le queda mantener la fe en que llegará un mundo mejor.

¿Y qué decir de ¡Qué bello es vivir!? Cualquier persona con sentimientos se debe sobrecoger al contemplar la situación final de George Bailey, al que ni siquiera su madre reconoce, y ponerse en su lugar. ¿Hay algo más terrible que el no haber existido? Esos primeros planos de James Stewart con el rostro desencajado, deudores sin duda de los mejores films del expresionsimo alemán… En este caso sí, la película tiene un “final feliz”… O eso parece. ¿Acaso no seguirá Bedford Falls sufriendo el acoso del malvado señor Potter? ¿No es el final simplemente una tregua navideña ante lo que debe venir? Únicamente un canto a la esperanza, a la amistad y al amor, pero no desde luego el retrato de un mundo perfecto. No es, por tanto, un final feliz, tan sólo un final esperanzador.

Claro, la actitud de George Bailey es considerada en la actualidad “políticamente incorrecta”. Sacrifica sus ambiciones, su carrera profesional, su vida personal, por mantener a flote un negocio familiar ruinoso y abocado al fracaso que tan sólo permite a sus vecinos vivir un poco mejor. Y encima el mensaje de la película es casi de ciencia-ficción: no sólo este hombre se sacrifica por los demás, sino que los demás se lo agradecen y le demuestran ese agradecimiento ayudándole en sus momentos de necesidad. Mensaje reaccionario, sin duda; un tipo pervertido este Capra.



Tocó muchos temas Capra en sus películas: la comedia má disparatada (Vive como quieras, Arsénico por compasión), el cine de aventuras (Horizontes perdidos), etc. Sin embargo, sus films que más me gustan, y a los que ya he aludido, son aquellos que yo llamo de "perdedores". El retrato del perdedor redimido, el del heroico hombre de la calle, el del loser cuyo éxito reside en seguir pa´lante y mantenerse vivo, el del luchador de las batallas perdidas; ése es el personaje que borda Capra en algunos de sus films. George Bailey y John el Largo, por seguir con estos dos ejemplos, engrosan la lista de otros ilustres perdedores que el cine y la literatura nos han regalado: John McClane, Máximo Decio Meridio, Peter Parker, Charlot, Rick Blaine, Indiana Jones, Jean Valjean, John J. Dunbar, Ethan Edwards, Alatriste… y muchos otros, comandados por los dos más grandes: Don Quijote y Sancho Panza. Por algo la mejor definición de todos ellos sería “quijotescos”.

Reivindico por tanto a Frank Capra y a su cine. Sus películas te ayudan a seguir creyendo en el ser humano, en los demás y en uno mismo, y mantienen la esperanza de un mundo mejor. Todo eso, amén de entretenidas y bien hechas, claro. Y quien lo acuse de “blando” que vea la realidad: no hay nada más duro que vivir y seguir creyendo en el futuro.
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