domingo, 1 de febrero de 2009

Yo no estuve allí: Ra-Ra-Rasputín (I)

Un templo budista en las estribaciones de la cordillera del Himalaya:

- Escucha, disparatado discípulo, la historia que hoy quiero contarte.
- A ver tío cansino, cuenta, cuenta.
- ¿Ves esta foto? ¿Da miedo, eh?
- Sí un tío mu feo, sí; no tanto como tú, pero mu feo tamién.
- Este personaje es Grigori Yefímovich Rasputín, uno de los hombres más enigmáticos y sobre el que existen más leyendas de la historia del siglo XX
- Ah, mu bien, mu bien.
- Grigori Yefímovich Rasputín nació en el pueblo siberiano de Prokóvskoie.
- ¿Ande?
- En Siberia.
- ¿…?
- En Rusia, un sitio donde hace mucho frío.
- Vamos, entonces como aquí en este templo al que man mandao mis apás, que ni tié calefacción ni ná, quesque está que se cae, copón, ni jalbegalo hacéis. Mucho “Hare Khrisna, Hare Khrisna” pero trabajar poco, ¿eh?
- Atiende, pequeño saltamontes. Sus padres, Yefim y Anna, eran campesinos ricos. Sus primeros años los pasó creciendo libremente en su aldea, echando una mano de vez en cuando a su padre, y jugando con su hermano mayor, Mijaíl. No fue a la escuela, pues a su padre no le preocupaba en demasía la educación de sus hijos; no en vano él era analfabeto y no le había ido mal en la vida
- Pos si es lo que digo yo, hombre. A ver pa qué leche man mandao aquí mis padres, y tó por no estudiar en el instituto, ¡pero si ej que no me decían na más que tontás! A ver si pa llevar el trastor tengo que saber algebra ni el nombre los ríos ni tó esas cosas.
- Casi nos estamos arrepintiendo más nosotros, dichoso discípulo, de la decisión de tus padres… Pero he de continuar. Un accidente determinará lo que será la vida de Grigori. Contaba con cinco años cuando su hermano y él cayeron a las heladas aguas del río Tura.
- Que se hubieran puesto manguitos, como hacía yo cuando me llevaban a la alberca del tío Laurencio.
- … a duras penas evitaron ahogarse, pero, eso sí, ambos cogieron una pulmonía de aúpa. En el perdido pueblo donde vivían no había médico, y sólo la comadrona tenía ciertos conocimientos, a todas luces insuficientes. Mijaíl murió al poco tiempo, y Grigori se debatió durante semanas ente la vida y la muerte. Ya lo daban por muerto cuando le escucharon decir entre sueños: “¡Sí! ¡Oh, sí! ¡Quiero, quiero!”. A continuación se durmió y a las pocas horas despertó curado.
- ¡Andando…!
- El niño explicó que una señora vestida de blanco y azul se le había aparecido y le había dicho que tenía que curarse. El pope del pueblo- los popes son los sacerdotes de la Iglesia Ortodoxa- lo tuvo claro: fue un milagro de la virgen. Aún fue más allá: algún día volvería a comunicarse con el niño para encargarle una misión. La supuesta aparición mariana corrió de boca en boca, y la fama de santo del niño se extendió. Pero no sólo la gente le creía imbuido de santidad y elegido del cielo, él mismo lo creyó a pies juntillas.
- Como una cabra, questaba entonces…
- Desde muy pequeño Grigori se sintió atraído por los stárets que visitaban el pueblo. Éstos eran vagabundos que llevaban una vida de santidad, peregrinaban a los más lejanos monasterios y predicaban el evangelio en los pueblos por los que pasaban. Vestían harapos, vivían en la más absoluta pobreza y su única fuente de recursos era la hospitalidad y caridad de las buenas gentes de la estepa. El sueño de Grigori era emularles.
- Hay gente pa tó; mía ande man mandao a mí a educame, con vosotros, unos tíos calvos que váis con sotanas de colores… y no quiero ni pensar si lleváis algo debajo.
- La ropa debe ser ligera para que el cuerpo pueda comulgar con la naturaleza, discutidor discípulo; nada más debe cubrirnos…
- …Puajjj, sin gayumbos ni ná; sigue, anda, tío guarro.
- …Según crecía, Grigori declaraba tener visiones y anunció su intención de convertirse en peregrino, seguro de la llamada de Dios. Su padre le permitió visitar los monasterios cercanos para que pudiera conocer la vida de eremita. Estaba seguro de su decisión, pero a los diecinueve años conoció a una muchacha, Praskovia Duvróvina, y se casó con ella.
- Jejeje, ya se sabe que la carne es débil y que a veces Dios llama y el hombre comunica, o está fuera de cobertura…
- Un pensamiento muy profundo, díscolo discípulo, aunque no estoy seguro de si lo he entendido muy bien.
- Sigue, anda.
- Los primeros años de matrimonio fueron dichosos, eso sí, pero el cielo tardaba en honrarles con un hijo. Cuando por fin Praskovia dio a luz, el niño murió a los seis meses. Esto amargó el carácter ya de por si taciturno de Grigori, que se entregó a la bebida y a la lujuria. Por su comportamiento disoluto, el pueblo le condenó a un año de exilio.
- Si hiciesen eso en mi pueblo, se quedaban cuatro gatos… ni el cura, vamos.
- Fue ésta una oportunidad que aprovechó para recuperar su viejo sueño de convertirse en un “vagabundo de Dios”. En su peregrinación conoció al starets Makari, que le enseñó las primeras letras y le dio a conocer la Biblia. Cuando Grigori volvió, ya no era el mismo. Parecía haber perdido la cordura. Su mujer comprendió que lo mejor era que siguiera errante, dejarle a su aire con la esperanza de que encontrase las respuestas a aquello que le afligía y volviese a ser el hombre del que se enamoró. Rasputín viajó por Grecia, por Ucrania, por lugares lejano de su patria rusa. Pero en verano siempre volvía a Prokóvskoie.
- Je, je, como el turrón, pero en verano.
- Estos descansos en casa sirvieron para engendrar a tres niños: Dmitri, Matriona y Varvara.
- El tiempo no lo perdía el jodío, desde luego.
- Los viajes le hicieron mucho bien, su alma encontró la paz, y la paternidad le sosegó el espíritu. Sin embargo, lo que más deseaba era propagar el Evangelio. Las distintas peregrinaciones que había llevado a cabo no habían hecho sino confirmarle lo que ya desde pequeño sabía: su misión era llevar la certidumbre de la Fe a todos sus compatriotas. La fama de su santidad no había dejado de crecer, y se hizo muy popular entre las humildes gentes de los pueblos siberianos. Rasputín dispuso entonces una especie de rudimentaria capilla u oratorio al lado de su casa, donde recibía a aquellos que acudían a él en busca de consuelo. En las celebraciones los hermanos y hermanas ponían en común sus inquietudes, escuchaban el evangelio para reconfortarse, y dejaban salir el amor que llevaban dentro. El fervor de estas “celebraciones del amor divino” incluían, según se decía, grandes muestras de afecto, pequeñas flagelaciones e incluso la fornicación como alabanza a Dios.
- Me paece a mí que éste de relaciones públicas de una discoteca tendría el local siempre lleno, fíjate tú.
- Sin embargo, no todo el mundo miraba con buenos ojos al “santo”. En 1901 el pope del pueblo lo denunció al obispo Antón de Tobolsk, acusándole de pertenecer a la secta de los jlysti o "flagelantes". Esta secta estaba perseguida por la Iglesia ortodoxa, por lo que la acusación era muy grave. En las celebraciones de los jlysti se mezclaba el dolor y el placer, llegando a montar verdaderas orgías…
- Toma ya… ¿listis?¿listis?... ¡unos listillos es lo que eran!
- … Decían que había que combatir el pecado con el pecado. Aunque no se sabe a ciencia cierta si Rasputín formaba parte de este grupo, sí está claro que conocía su doctrina, que tenía muchas similitudes con la suya propia. Poco a poco fue perfeccionando su propio dogma, muy cercano al de la secta herética: para hacer el Bien era necesario el Mal. Era Dios quien invitaba a la danza frenética, a la embriaguez y a la fornicación; pecados que debían aceptar y cometer, pues sólo el pecador podía conseguir el perdón de Dios y así elevarse a su contemplación.
- Contra, así cualquiera. Y se quejaba mi madre de que me iba de botellón, ¡Anda que si me hago listillo de éstos!
- A pesar de no encontrar pruebas para acusarle de herejía en primera instancia, era inminente otra denuncia, y Rasputín decidió de nuevo echarse al camino. Allá por donde pasaba se granjeaba la admiración de las gentes. Desde Kiev fue enviado por la curia local a la Academia de Teología de San Petersburgo con una carta de recomendación. Allí fue recibido por el arzobispo Teofán, dirigente de la Academia. Igual que cientos de personas antes, también éste cayó prendado de Rasputín. Su aspecto rústico y su habla tosca e incorrecta, lejos de parecerle primitivo, le agradaban.
- Sí, si a mí se me va pareciendo en las fotos al Tío Eufrasio, “el Abujetas”.
- Veía en él el representante espiritual de los Mujik, del campesinado ruso, de la verdadera fuerza e inocente Fe de la madre patria.
- Algo así como un “Fray Gañán”.
- Sí, algo así.“Éste no es un hombre de Iglesia, sino un hombre de Dios”, se decía, “un verdadero enviado de Jesús”. Una figura así era en opinión de Teofán la indicada para remover la conciencia de la aristocracia rusa, cuya Fe se había extraviado por su contacto con la civilización occidental. Decidió entonces presentarlo a la cúpula de la Iglesia y postularlo como una figura importante.
- Pues mía que asín vestío de fantoche, no sé yo si iba a llegar mu lejos. Si a mí me lo decía mi madre: “¡que vas hecho un disfraz!, ¡Van a pensar en el pueblo que tu madre no te lava la ropa ni ná!”.
- En este punto ocurrió un hecho curioso. Comulgando ante una de las personalidades más destacadas de la Iglesia Ortodoxa, el padre Ioán, éste le dijo: “llevas en ti la llama de la verdadera religión, pero ten cuidado, en tu nombre llevas tu futuro”. Hay que aclarar que hay quien piensa que el apellido Rasputín viene del ruso rasputsvo, que significa desenfreno. De ahí lo importante de la “profecía”.
- ¡Arrea, como el Paternoster ése!
- Nostradamus, displicente discípulo
- Pos eso he dicho, Nosterpater.
- Eran tiempos complicados para Rusia: la derrota en la absurda guerra ruso-japonesa y la llamada Revolución de 1905, con sucesos como el Domingo Sangriento, la cruel represión de una manifestación pacífica en Moscú, o la rebelión de la tripulación del Acorazado Potemkin. Cada vez se dudaba más de la capacidad de liderazgo de Nicolás II. Será en estos momentos tan peliagudos cuando Rasputín entre en contacto con la familia imperial.
- Sí, a ver si ya vas al asunto, que las horas que son, ya tengo gusa…
- Tras una breve vuelta a su pueblo, donde el obispo Antón no podía creer que tal depravado hubiese alcanzado tanta fama entre la jerarquía ortodoxa, Rasputín siguió medrando y subiendo en estima y conocimiento de la aristocracia rusa. Una de sus primeras defensoras fue la esposa de un miembro del Consejo de Estado, Olga Lojtiná, a la que había curado su neurastenia y melancolía llevándola por los caminos del goce sexual.
- No, sí éste era tó un latinlover desos, un topogigio.
- Gigoló, decadente discípulo
- Macagüen, la manía llevarme la contrario, pos eso, un yo-yó desos.
- No se le debía dar mal consolar a las personas, porque concitó en su derredor a una compaña de mujeres de la alta sociedad que quedaban extasiadas de su persona, tanto en el plano espiritual como en el carnal, al parecer. A la élite de la época le encantaba todo lo que tenía que ver con lo místico y lo oculto.
- Je, je, je, a estas mujeres lo que les encantaba era lo quel Rasputín “llevaba oculto”.
- La singular apariencia del starets, su críptica y tosca forma de expresarse, y la profundidad de su mirada…
- Sí, claro, de su mirada...
- …encandilaban a los hombres y entusiasmaban a las señoras. Finalmente, fue presentado a la familia real, que también cayó en el encantamiento. Nicolás escribió esa noche en su diario: “He conocido a un hombre de Dios, Grigori, de la provincia de Tobolsk”. Al igual que Teofán, tanto el zar como su esposa Alejandra veían en él la personificación del espíritu ruso, de la Rusia real, de la madre patria.
- Pos sí que tenían que ir guarros los rusos... Y tós mu feos, que tenían que ser, pa parecerse a éste...
(Continuará)

2 comentarios:

Colorines dijo...

Muy bien elegidos los colores. ¿Para cuándo la canción?

Anónimo dijo...

Antes creían en las apariciones marianas y ahora creemos en psicólogos y pedagogos.