jueves, 1 de abril de 2010

Semana Santa 2010 (II): ¿Razón y Fe?

¿La lanza del destino? Sí, estoy en ello, estoy en ello. Pero como para empezar a escribir ese artículo he desempolvado todos los libros que tratan sobre los misterios que rodean al cristianismo y a la figura histórica de Jesús, me han entrado ganas de hacer algunas consideraciones. Cientos de autores se han ocupado de estudiar al Jesús histórico, los primeros años de la Iglesia, la historia de la Institución llamada Iglesia, las bases históricas de las escrituras, etc. Todos lo abordan con un método científico y riguroso, o al menos eso dicen. Lo dicen, y seguramente lo dicen de verdad. Otra cosa es que sea verdad, porque quizá ellos sólo piensan que es verdad. Cuando estudiaba las bases filosóficas de la historia, en mis tiempos de Universidad, una idea me quedó muy clara: la objetividad es imposible. Esto no está reñido con el rigor científico, ni mucho menos, pero “yo soy yo y mi circunstancia”, como decía Ortega y Gasset. Por eso, y no sólo en la historia, sino en toda ciencia (esa es una de las cosas que también me quedó claro en aquellos años, la historia es ciencia) el investigador siempre encuentra lo que quiere. No es que tergiverse las pruebas científicas con intención de demostrar sus hipótesis, pero sí que construye toda su investigación en torno a esas hipótesis que dan sentido a todos sus actos y dirigen sus pasos, con la intención de demostrarlas o refutarlas. Esto es más acusado aún en asuntos difíciles de demostrar científicamente por la escasez de pruebas, la poca fiabilidad de las fuentes, la multiplicidad de interpretaciones y la apelación final a elementos que se escapan a la razón humana, como es el caso de lo relacionado con la religión.

Viene esto al caso porque a pesar de las intenciones científicas, y no dudo que sinceras y con buena intención, de todos los que se adentran en el misterio histórico cristiano en sus múltiples facetas, parten de una visión personal que siempre se convierte en intención final: o creen o no creen. Ojo, que nos pasa lo mismo a los lectores, no sólo a los estudiosos: somos mucho más proclives a creer las pruebas científicas de los que corroboran nuestra opinión que lo contrario. Es algo muy humano y de lo que no se puede renegar. Otra cosa es el fundamentalismo y no ceder un ápice a pesar de que todas las evidencias estén en su contra. Para ratificar esto, en la mayoría de los estudios y ensayos que he leído y que ponen en duda ciertos aspectos de la figura de Jesús, dan como válidos otros, que forman parte de su cuerpo de “pruebas” para enjuiciarlos, que son tan dudosos, o más, que los de la propia tradición cristiana. Así ocurre con argumentos que se basan en la gnosis, una supuesta tradición paleocristiana luego retomada por merovingios y templarios, o, como es el último ejemplo que he leido, la propia religión judía.

Este último ejemplo del que hablo es el que me ha animado a escribir estas líneas. Se trata de un libro de Juan Arias, periodista de El País y reputado investigador de todos los temas relacionados con la religión cristiana y con la Iglesia católica. En su obra La Biblia y sus secretos (Santillana, 2004 y Círculo de Lectores, 2005), en un pequeño apartado titulado "Ni Mesías ni Hijo de Dios" aborda la figura de Jesús desde el punto de vista judaico. Asegura que Jesús fue, sobre todo, un judío (y quien lo dude en la actualidad es tonto de toda tontez). Vale, bien. Y posteriormente acomete el estudio de los epítetos atribuidos a Jesús en los Evangelios (hijo de Dios, Mesías, Cristo) y los relaciona con su significado judío. Muy bien. Es interesante. Pero, por último, postula que el cristianismo (aunque él se centra en la Iglesia Católica, olvidando que hay cientos de millones de cristianos no católicos, y eso dice mucho de su visión del problema), para “cuadrar” con la tradición judía, debería renunciar al carácter divino de Jesús, que sólo fue, por tanto, un hombre, excepcional, eso sí, pero un hombre. Apunta también que la religión cristiana no es más (ni menos) que una prolongación de la judía (lo cual no es del todo cierto, porque las palabras de Jesús reformulan muchos aspectos del judaísmo, pero bueno, desde luego Jesús era un judío, por lo tanto la base del cristianismo es hebrea). Y aboga porque algún Papa (olvida de nuevo a millones de cristanos) se “atreva” a poner en solfa el dogma de la divinidad de Jesús. En este razonamiento, sin embargo, yo echo en falta otra vertiente: ¿por qué se ha de tomar como base científica, es decir, verosímil, la tradición judía, y no la cristiana? ¿Por qué no se ha de aceptar la divinidad de Jesús como la culminación de la revelación del dios judío? Claro que entiendo que se haga más difícil creer en Dios que se ha hecho persona, que en una persona que transmite un mensaje pero no es nada más que un ser humano. Claro. Pero ahí está el quiz de la cuestión, “creer”. Se tata de fe. La realidad histórica religiosamente pertinente, muy resumida y sin más, está en las sencillas enseñanzas de Jesús “un mandamiento nuevo os doy: amaos los unos a los otros como yo os he amado (Jn. 13, 34)”. Si te parece bien, bien, si no, pues vale. Es cuestión de fe. Pero sin embargo da rango de autoridad a una tradición como la judaica que, en aras de lo políticamente correcto actualmente, y como él mismo significa en el libro, es tremendamente racista, pues se trata de un solo pueblo elegido, mientras que Jesús universaliza su mensaje.

Y si nos enfrentamos a pruebas científicas nos pasa igual no creáis. Un ejemplo fuera del ámbito cristólógico sería el del mapa de Vinlandia. Supuesto mapa-mundi del siglo XV copiado de un original del XIII, representa una masa de tierra al otro lado del Atlántico a la que llama “Vinlandia” (tierra de vides) y que sería, claro, América. Esto demostraría que Colón no fue el primer occidental en llegar a América. Claro, de que sea falso o no el documento no depende si Colón fue o no el primer europeo en pisar América (seguramente no lo fue, pero sí el que comunicó ambos mundos), pero algunos se lo toman tan a pecho que existen voces a favor y en contra de este mapa: para algunos es más falso que un billete de siete euros, y para otros es la prueba irrefutable de la presencia vikinga en América. Y por muchos estudios científicos que se hacen, cada uno sigue en sus trece, también porque hay intereses detrás que seguramente no tergiversan nada, pero sí determinan la postura personal de muchos mientras no surja la prueba que demuestre absolutamente su veracidad o falsedad, cosa que difícilmente va a ocurrir porque siempre es fácil sembrar dudas sobre todo: el documento, la tinta, los estudios, las condiciones de conservación, las condiciones de los estudios y pruebas científicas, los intereses de los que llevan a cabo los estudios y pruebas científicas, etc. Otro ejemplo: la llegada del hombre a la luna. La mitad de la humanidad cree que es cierto, la otra mitad que es mentira (yo estoy en la primera mitad) Y no nos ponemos de acuerdo. Pues si en estos asuntos “menores” (que no lo son, sólo en comparación con la dimensión histórica del cristianismo) así ocurre, qué deciros de con los que nos ocupan.

Por supuesto no debemos desesperar en nuestra búsqueda de la verdad, pero igual que hay que basarse en las pruebas científicas para conocer y descubrir ciertos aspectos de estos misterios, no debemos olvidar que a menudo estas supuestas demostraciones y evidencias no son asépticas ni totalmente objetivas. En estos casos nos encontramos en terreno resbaladizo, seguramente por eso nos resultan tan apasionantes, pues en la confluencia entre Razón y Fe es difícil mantener el equilibrio y no dejarse llevar y decantarse por uno de ellos, términos que desde hace siglos confrontamos y que a mí me parece deberían ser complementarios, ya que por el momento cada uno tiene su ámbito propio de conocimiento (si me permitís usar esta palabra) y precisamente los mayores problemas e injusticias han venido cuando se ha intentado utilizar uno en la dimensión del otro (habitualmente ha sido el de la Fe en el de la Razón, pero también en los últimos años al revés, por desgracia). Exploremos, estudiemos, conozcamos y adentrémonos en el misterio de la existencia humana, con el mayor de los respetos por los demás y por el propio misterio, que al fin y al cabo es el que da sentido a la vida. Pasen y lean.

No hay comentarios: