martes, 24 de noviembre de 2009

Amos que... muertes (VII)

Acorde con el humor que me acompañó la semana pasada, el Amos que… de hoy se va a centrar en la muerte. Vamos a recordar algunas formas de morir cuanto menos “curiosas” y que, si olvidamos el resultado, pueden mover a la risa. Ya cité algunos hechos luctuosos verdaderamente ridículos (aquí), pero veamos algunos más.

Empezamos con una muy poética y delicada… dentro de lo que cabe. El escritor y rapsoda chino Li Po (701-762), cuyo nombre también es transcrito como Li Bai, que amén de amante de las musas era algo dipsómano (adjetivo que aprendí el otro día y que es una manera complicada de decir borracho), murió ahogado tras caer al río al intentar abrazar el reflejo de la luna en el agua. Y no, no era precisamente agua lo que se había bebido en ingentes cantidades poco antes, y que le llevó a realizar tal acción, tan romántica como estúpida.

Precisamente la palabreja “dipsómano” la descubrí en una obra de teatro de Tenessee Williams. Vamos entonces con el óbito del afamado dramaturgo norteamericano. Murió a los 71 años “oficialmente” por atragantarse con el tapón de un bote de pastillas que intentó abrir con la boca.Decía lo de “oficialmente” porque sus familiares dijeron que había sido asesinado (sin duda, el intentar abrir algunas cajas y envoltorios puede ser mortal, y si no, ¿qué me decís de los “modernos” plásticos que recubren tarjetas de memoria, “pendrives”, ratones, etc…? Bien podría considerarse la proliferación de estos envoltorios como un intento de genocidio por parte de las multinacionales).

El astrónomo Tycho Brahe, que vivió a caballo entre los siglos XVI y XVII, demostró que la sabiduría popular tiene en muchos casos base científica. ¿No os han dicho nunca eso de que no es bueno reprimir la micción (uséase, aguantarse las ganas de mear)? Pues es radicalmente cierto. El astrónomo danés, un tipo curioso cuya vida que quizá abordemos en otro momento y que fue maestro de Kepler, falleció tras decidir no interrumpir una pantagruélica cena yendo al baño, puesto que ausentarse de la mesa era considerado de mala educación. La “represión de sus necesidades” durante el largo tiempo que duró el refrigerio le originó una cistitis que acabó con sus días dos meses después, entre altas fiebres y fuertes dolores. Así que ya sabéis, cuando entran ganas, lo primordial es aliviarse la vejiga so pena de perder la salud y la vida.

Otra enseñanza que nos da la vida (y la muerte): cuidado con los ataques de ira, pueden resultar mortales. Dos casos. El primero, el del célebre compositor Jean-Baptiste Lully, que vivió y se hizo fama en la corte de Luis XIV de Francia. En aquella época, para dirigir la orquesta no se utilizaba la liviana batuta de la actualidad, sino un pesado bastón con el que se golpeaba el suelo a fin de que los músicos siguieran las indicaciones del director. Pues bien, en un ensayo, Lully cogió tal cabreo con los músicos que dio un fortísimo bastonazo en el suelo, con la mala suerte de que entre el bastón y el suelo se encontraba algo: su pie. La herida que se provocó se gangrenó y finalmente acabó con su vida en 1687. El otro ejemplo de que no hay que tomarse las cosas tan a pecho, el de Jasper “Jack” Daniel, fundador de las destilerías Jack Daniels. El hombre tenía problemas para recordar la combinación de su caja fuerte, que a buen seguro estaba rebosante de dinero. Una mañana, al no acordarse de ella y no poder abrir la caja, le pegó una patada haciéndose polvo el dedo del pie, que posteriormente se le infectaría provocando su muerte en 1911.

Para terminar, la certificación de otro dicho popular: “La curiosidad mató al gato”. Bueno, en realidad esto no tiene que ver con un gato, sino con un pollo, y no es el animal el que se muere, sino que… Bueno, a lo que iba, que me estoy liando. Francis Bacon (1561-1626), reputado filósofo y científico, quiso experimentar la acción del frío para evitar la descomposición de los cadáveres. Así, durante una tormenta de nieve, salió a enterrar un pollo en la misma, con el fin de observar los efectos de la esperada congelación en el gallináceo fiambre. Al estar expuesto durante un tiempo al intenso frío, Bacon cogió una pulmonía que, unida a su avanzada edad, terminó siendo mortal. Como decía, la curiosidad mató al gato, bueno, era Bacon, con lo cual sería más bien un cerdo, aunque la culpa la tuvo el pollo… un lío, vamos.

1 comentario:

Director de orquesta alcohólico dijo...

¡Ya es “mala pata” lo de Lully y el tío Daniel!