lunes, 10 de mayo de 2010

Grandes páginas del cómic: X-Men Dios ama, el hombre mata

Recupero una de las secciones más olvidadas, y es que sólo llegué a hacer una entrada. Me refiero a las “grandes páginas del cómic”. Si bien es cierto que comencé con el Amazing Spiderman 122 (aquí), cuando pensé en crear esta sección lo hice teniendo en mente el cómic que hoy recordaremos. Se trata de la Novela Gráfica de Chris Claremont y Brent Anderson X-Men: Dios ama, el hombre mata. Fue publicada en los EEUU en 1982, y aquí en España en 1983, inaugurando la colección Novelas Gráficas Marvel de Cómics Forum (un intento de publicar en formato “de lujo” cómic americano). Consituye, en mi opinión, la mejor historia de la Patrulla X jamás escrita (seguida muy de cerca por “Días del futuro pasado”) y una de las cimas del cómic americano, que ya es decir mucho. Por supuesto, conservo un ejemplar de su primera edición en castellano en un estado bastante aceptable.

Echando la vista atrás, este cómic aún no sé cómo cayó en mis manos, porque por el precio que tenía no me era demasiado asequible (costaba 550 ptas., y mi padre me compraba dos cómics a la semana, a 95 ptas. cada uno, así que seguramente lo leí prestado por el vecino de arriba de mi casa de entonces, que era también un gran aficionado y mayor que yo). El caso es que por las fechas, y teniendo en cuenta la errática distribución de entonces, yo debí leerlo con seis o siete años. Como comprenderéis, a esa edad a uno aún le pasan muchas cosas por alto, pero sí recuerdo que su lectura me dejó dos sensaciones: no me gustó el dibujo (estaba acostumbrado a un trazo más limpio como los de un George Perez, un John Byrne o un Sal Buscema; aunque con los años en cambio he ido apreciando el magnífico trabajo de un Brent Anderson que después ha ilustrado también una de mis colecciones favoritas, el Astro City de Kurt Busiek) y algunas de sus páginas removieron mi infantil conciencia. Con los años y relecturas, he entendido el porqué de esto último.

Lo primero es que en la segunda página, así sin desayunar casi, se cargan de dos tiros a dos niños inocentes en un parque infantil. Después dejan sus cuerpos colgados de unos columpios, marcados con la palabra “mutie”. La temática está presentada: la xenofobia y el fundamentalismo. El concepto de los mutantes como seres inadaptados, rechazados y perseguidos estuvo presente ya en la creación de la original Patrulla X por parte de Stan Lee en 1963; sin embargo, será Chris Claremont, que dirigió el destino de los X Men durante 16 años ininterrumpidos (y con regresos puntuales sobre ellos con posterioridad), quien a partir de 1976 ahondará en estos conceptos. Se podría decir que el momento culminante de esta metáfora sobre el odio al diferente es la historia que nos ocupa.

Siguiendo con el argumento del cómic, Magneto encuentra los cadáveres (“su único crimen fue… haber nacido”, asegura en esa escena) y promete venganza. Recordemos en este punto que el enfrentamiento entre la Patrulla X y Magneto proviene de la distinta manera en que ven la solución del problema mutante: mientras Charles Xavier y los suyos desean convivir con la humanidad pacíficamente haciéndoles comprender que todos los hombres y mujeres, mutantes o no, son iguales, Magneto quiere imponer la superioridad del “homo superior” y someter a la humanidad. No es difícil darse cuenta con esto de la referencia implícita (o bastante explícita) a los grandes movimientos por los derechos civiles en EEUU de los 60 y 70, pudiendo ser Xavier y Magneto unos trasuntos de Martin Luther King y Malcolm X, por ejemplo. Por tanto, Magneto no es tratado como un villano al uso, sino que se le presenta como un luchador por la libertad de su pueblo, eso sí, cuyos métodos y objetivos son los equivocados.

A continuación se nos presenta al “malo” de la historia (y aquí ya la mente infantil de un niño que va a un colegio de curas empieza a confundirse un tanto): el reverendo William Stryker, líder de la cruzada mundial evangélica. Stryker es la personificación del típico predicador que tanto éxito tiene en los EEUU, siempre citando pasajes de la Biblia y capaz de congregar a miles de personas en uno de sus sermones. Pero claro, para mí era un cura y ya está, y era el malo… ¿pero cómo iba a ser malo un cura que, además, citaba la Biblia? (poneos en la época, que ahora la cosas son distintas, ya lo sabemos, aunque eso sea otro tema y no todos sean unos monstruos abusaniños como algunos nos quieren hacer creer, para mi opinión sobre el tema, pinchad aquí; volvamos al cómic).

La historia avanza y vemos varios episodios de racismo, así como a la Patrulla X preocupada por la escalada de violencia antimutante que se está viviendo. Nos enteramos que los asesinos de los niños del principio son un grupo paramilitar formado por Stryker, los Purificadores, y que su nueva misión es secuestrar al Profesor Xavier, “padre” y mentor de la Patrulla X. Así, cuando Xavier asiste a un debate televisivo sobre los mutantes, en el que la réplica la pone el propio Stryker, es secuestrado junto a Cíclope y Tormenta, que lo habían acompañado. El reverendo, que considera al Profesor el Anticristo, pretende que utilice sus poderes mentales, amplificados por una máquina de su invención, para contactar y destruir los cerebros mutantes de toda la nación. Para ello debe previamente lavarle el cerebro, y de nuevo nos encontramos con algunas páginas verdaderamente impactantes (en sueños Xavier es crucificado por sus discípulos mutantes, que muestran sus “verdaderas” apariencias demoníacas, y se turnan para infligirle torturas y humillaciones varias, llegando incluso a arrancarle el corazón). Como “prueba del algodón” de su lavado de mente, Stryker ordena a Xavier que asesine a Cíclope y a Tormenta, algo que, en apariencia, lleva a cabo. Todo está preparado, por tanto, para el gran sermón en el Madison Square Garden, donde tras predicar “la palabra de Dios” y denunciar la existencia de los mutantes, llevará a cabo su eliminación total gracias a Xavier. Una especie de “solución final” antimutante donde se ahorraría los campos de exterminio y las cámaras de gas gracias al extraordinario poder mental del Profesor X.

El odio de Stryker hacia los mutantes tiene un origen que él mismo relata. Treinta años antes estaba casado y esperaba un hijo. Tras sufrir un accidente de tráfico que provocó que su mujer se pusiera de parto, ayudó a nacer a la criatura, solo, en medio del desierto de Nevada. Pero su retoño resultó ser un mutante, al que asesinó a sangre fría, y después, cobardemente para no responder ante su crimen, a su propia esposa. De sus abominables actos culpó a la existencia de la raza mutante, y de ahí surgió su cruzada.

Mientras tanto los restantes miembros de la Patrulla X se afanan en encontrar a sus compañeros. En el transcurso de sus pesquisas, se encuentran con su eterno enemigo Magneto, que, en este caso, se tornará en aliado pues comparten objetivo: encontrar a Stryker (los X Men para salvar a sus amigos, y Magneto para acabar con él). Finalmente, La Patrulla y su sorprendente aliado encuentran y liberan a Cíclope y Tormenta, que en realidad no habían muerto pues el subconsciente de Xavier le había impedido cumplir con la orden de Stryker y había “reducido sus niveles metabólicos al mínimo, creando un apariencia de muerte” (que conste que estoy parafraseando el cómic).

Una vez reunidos, se dirigen al Madison, donde la gran reunión ha comenzado. Las palabras de Stryker, justificadas en la pasajes del Antiguo Testamento (pero burdamente manipuladas, eso sí), enfervorizan a la multitud congregada (sólo los policías encargados de la seguridad muestran algo de sentido común, sospechando del reverendo y de sus intenciones, algo que también hará posteriormente un senador presente en el acto). Tras su demagógica alocución, pone en marcha la “máquina antimutante”, que gracias a los poderes de Xavier, localiza a todos los mutantes de la zona para su posterior destrucción. Al entrar en contacto con la máquina, los mutantes comienzan a sangrar por los oídos. Paradójicamente, hay más mutantes de los que creían, y algunos de los presentes, que también son mutantes sin saberlo, también sangran. Es el caso del senador al que antes aludíamos, así como de la líder de los purificadores, la más fiel de entre toda la Cruzada de Stryker, que se vuelve hacia su pastor y le pide clemencia. Éste, sin embargo, no se la concede, pues su sagrada misión no ha de verse limitada por sentimentalismos, y la empuja desde su tribuna al vacío, acabando con su vida. Mientras la policía intenta controlar la histeria de la mayor parte del público, que quiere linchar a los mutantes “descubiertos” (aunque ya algunos ciudadanos empiezan a dudar de las palabras de odio de Stryker), la Patrulla X destruye la máquina y neutraliza al profesor sin hacerle daño.

Parece que los planes del reverendo han sido abortados, pero lo peligroso no era su máquina, sino sus ideas. Por ello, la Patrulla X sube al estrado para razonar con Stryker y rebatir sus argumentos. Y aquí llegamos a esas tres páginas que merecen estar, en mi opinión, en el olimpo del noveno arte. Aquellas páginas que con tan sólo seis o siete años agitaron mi conciencia y que pusieron el germen de una forma de pensar y unos principios éticos y morales que con los años he intentado que dirigieran mi vida y mis actos. Unas páginas que mostraban un dilema al que toda persona ha de enfrentarse, que curiosamente ya percibí en esa tierna infancia, y que se resumen en las palabras que Kitty Pride pronuncia cuado Stryker pregunta si a alguien como Rondador Nocturno se le puede llamara humano: “¡Ojalá yo fuera la mitad de persona que él! Y si tengo que escoger entre mi amigo y creer en tu Dios… escojo ¡a mi amigo!”.


Tiiiiiiio. Vaya toalla. Flipado me quedaba. ¿Eso era una blasfemia, como decía Stryker? ¿O era razonable y adecuado, como parecía leyéndolo? Por aquella época la duda me angustiaba en cierta medida ¿Qué debía sentir? O sea, yo estaba de acuerdo con Kitty, pero también creía en Dios y eso, así que… ¿era un hereje o algo así? Claro está que con aquellos años no era capaz de apreciar la importancia del posesivo “tu” junto al sustantivo “dios”, ni conocía la existencia de varias (cientos) corrientes cristianas, ni de distintas traducciones e interpretaciones de la Biblia, ni que tiene poco que ver el AT que tanto utiliza Stryker con el NT, ni que los actos siempre están por encima de las palabras… tantas cosas. Cuando eres niño ves las cosas más en blanco y negro, sin matices, y resulta difícil discernir donde está la verdad y cuál es el camino que debes seguir. Hoy, como entonces, sigo estando con Kitty, claro, y no por ello soy menos cristiano, sino que muy al revés, como todos comprenderéis, las palabras de la joven mutante no hacen sino certificar lo que decía San Pablo: “por sus actos los conoceréis”. Es el antídoto frente al fundamentalismo y la sinrazón. Pero, como ya digo, es algo que he comprendido con los años.

¿Cómo termina la historia? Lo podéis leer en las imágenes que adjunto: Stryker, lleno de odio, está dispuesto a disparar sobre la Patrulla X, que aguanta impertérrita con la razón de su lado, y, justo antes de que apriete el gatillo, un policía anónimo acaba con su vida, salvando la de los conscientemente indefensos e inocentes héroes.


Tras ello, las últimas páginas, ya con Xavier recuperado, nos muestran cómo Magneto y la Patrulla debaten sus diferentes puntos de vista sobre cómo ha de actuarse. Ante los asesinatos llevados a cabo por los purificadores, el Profesor admite que quizá equivocó el camino, que la humanidad sólo entiende el lenguaje del terror, y que podría ser la hora de seguir a Magneto para evitar más muertes mutantes. Empero, Cíclope le recuerda cuál es su sueño, el que les ha enseñado y les ha inculcado:

- “Nos has imbuido a todos un sueño, Charles, un sueño nacido de la esperanza y de la nobleza de las aspiraciones humanas. Hemos sudado, sangrado y algunos de nosotros muerto por hacerlo realidad. No quiero cambiarlo. Los medios son tan importantes como el fin, y tenemos que seguir ese principio. Si no, traicionaremos todo aquello por lo que hemos luchado, todos los sacrificios que hemos hecho”.

Oyendo esto, y viendo que no se unirán a él, Magneto se marcha. El profesor llora emocionado por la lucidez y arrojo de sus alumnos, que se han mantenido firmes en sus principios y convicciones incluso cuando él mismo ha vacilado, y el cómic concluye con Tormenta y Cíclope en un balcón bajo las estrellas, recordando lo sucedido:

- Por un segundo enervaste al profesor, te convertiste en maestro y él, en alumno- le explica Tormenta
- ¡Al infierno con todas las etiquetas!- exclama Cíclope- Necesitaba ayuda y se la dí, como él hizo conmigo. En realidad, eso fue todo. Necesidad y ayuda. Sacrificarse por otro.
- Y ese sacrificio es amor- aclara Tormenta.
- Lo que hace que el mundo gire- le apunta él.
- Ojalá fuese así- sentencia ella.

Y yo, siempre, con un nudo en el estómago y reprimiendo una lagrimita… como un gilipollas. Y así desde hace pues unos 26 o 27 años, ná menos, cada vez que lo releo. Ya véis. ¿Será ese mi poder mutante?

4 comentarios:

eusebio dijo...

chiquet, ¿tienes facebook? estamos haciendo un grupo de nuestra añada

Colorines dijo...

¡Que bonito!
Pero no, ese no es uno de tus poderes mutantes, tu evolución va muuuuucho más allá. Pero si puede que, dada la evolución del ser humano, sea un vestigio del pasado como las muelas del juicio.

Wayne dijo...

No, no tengo facebook, pero si se me invita ahora (porque ya man invitao varias veces y no he hecho mucho caso) igual me animo. El engendro creo que sí que tiene.

eusebio dijo...

no necesitas invitación, sólo entrar y registrarte. Voy a ver si encuentro al engendro