jueves, 24 de septiembre de 2009

Entre todos la mataron, y ella sola se murió

Si es que no. Que no pué ser. Que nos quejamos que si nuestro sistema educativo es una basura, que si vaya con la educación de la juventud, que si patatín, que si patatán, pero a las primeras de cambio, en cuanto hay alguna propuesta dirigida a mejorar el funcionamiento de nuestros centros ya surgen los prejuicios, las manías y los intereses personales. Me refiero con todo esto a la propuesta de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, de dotar de autoridad pública a los profesores de los centros educativos del Estado. Ya lo podían haber hecho cuando estaban en el gobierno, pero bueno, nunca es tarde si la dicha es buena. Hay que aclarar que es algo que ya se ha hecho en la Comunidad Valenciana , antes, eso sí, pero las repercusiones mediáticas de “Espe” son mayores que las de Camps, al menos hasta la bufonada de los trajes. Parece algo realmente positivo si queremos que los alumnos (y padres) sean capaces de respetar las reglas del juego, y comprendan que en la sociedad las reglas hay que cumplirlas, que no todo el mundo puede hacer de su capa un sayo y que están sujetos a una autoridad, como todos, que parte de la soberanía del pueblo y que deben respetar (al igual que la autoridad del juez o el policía sobre los ciudadanos, otorgada por la ley para que puedan cumplir su cometido).

En principio, y teniendo en cuenta que se disponen medidas que castigan con severidad los supuestos malos usos de esta autoridad, no es mala medida; únicamente tendría efectos positivos pues los negativos se encarga de eliminarlos la propia ley con las sanciones al que se extralimite en sus funciones. Pero aquí aparecen ya los prejuicios y las manías, y todos se quitan el antifaz. Así, el otro día en Onda Cero, el presidente de la CEAPA, nada menos que la Confederación Española de Asociaciones de Padres de Alumnos, dijo que le parecía una barbaridad porque: “el respeto y el prestigio debe ganárselo cada uno, y no se puede otorgar por ley”.Muy bien, hombre. Pero… ¿usted de qué está hablando? ¿Respeto y prestigio? ¿Y qué tiene que ver eso con la ley? Aquí se trata de autoridad, oiga; de dotar al profesorado de los elementos de representatividad y autoridad que le permitan hacer su trabajo, que no es otro que enseñar. Claro, este señor debe ser de los que culpan a los profesores de todo, y está a favor de darles una paliza a los que osen suspender a su hijo, porque si no ¿por qué se opone? No veo el motivo. Los únicos perjudicados serán los agresores, físicos o verbales, del profesorado. ¿Acaso teme estar entre ellos? De todas formas, es algo habitual que entre los miembros más destacados de estas Asociaciones de Padres se cuenten personas con mucho tiempo y gana de enredar, con el objetivo de vigilar y controlar a esos sospechosos habituales que son los profesores, y no de colaborar con ellos, como sería lo deseable. Teniendo en cuenta que este es un miembro destacado de esas asociaciones (donde también hay muchísima gente muy válida, deseosa de aportar su grano de arena en la mejora del sistema, pero que precisamente por su preocupación por hacerlo bien y su buena voluntad, no medra lo suficiente como para ocupar los sitios más destacados; en este tipo de asociaciones triunfan los que más gritan y vociferan) no me extraña nada su opinión. Claro que así nos va. Porque fíjense ustedes lo que ha dicho el gachó: “el respeto y el prestigio debe ganarse y no darse por ley”. Vamos a obviar lo del prestigio, que es obvio. Pero vayamos con los del respeto. ¿Qué propone este señor, que a principio de curso nos retemos con los alumnos en algún tipo de pelea para conseguir el liderazgo, como se hace en algunas sociedades tribales? Eh, que yo encantado, siempre y cuando sea hasta 2º de la ESO, que en 3ª ya hay algunos que están muy creciditos. Pues verá usted, señor, el respeto en las sociedades democráticas, no se tiene por qué ganar, sino que como el valor en la mili, se supone. Y respetar a alguien es dejarle hacer su trabajo, cosa que no ocurre en el caso de muchos alumnos que torpedean la labor del profesor y de padres que no comparten que el objetivo del sistema educativo sea enseñar, como todos deberíamos convenir que es, sino cuidar de sus hijos y luego darles un papel llamado título, sin importar si el chaval no sabe hacer la “o” con un canuto y es carne de cañón para el mundo laboral en particular y adulto en general.

Como vemos, otro ejemplo de cómo en este país es imposible llegar a un acuerdo en nada, incluso en algo tan claro como la desastrosa situación de la educación, que algunos aún se niegan a reconocer (“está mejor que hace 30 años, que a mí el padre Evaristo me pegaba con la regla y eso no era enseñar ni ná”; que a ver qué tendrá que ver todo esto, sacando sus traumas infantiles y proyectándolos sobre una actualidad que día sí, día no, organismos nacionales e internacionales nos muestran muy, muy oscura). Porque al fin y al cabo la educación es lo de menos.

Otro ejemplo de la escasa importancia que la sociedad le da a la educación es el anual martilleo en radio, televisión y prensa de noticias sobre el inicio de curso. Y siempre con la misma historia: cuánto cuesta la vuelta al cole a los padres. ¡Qué drama!¡Qué desesperación! ¡Tanto dinero en libros y material educativo!¡Pero si ya no nos queda nada después de lo que hemos gastado en las vacaciones, que es lo importante! Resulta que pagar en educación para sus hijos resulta gravoso, que los libros son caros, que los profesores no hacen más que pedir material y total para qué, etc. Sin embargo, en la mayoría de los casos (hay gente que lo pasa mal, mucha y cada vez más, por desgracia, pero no es lo general, gracias a Dios, y en ayuda de los mismos deben ir las becas no sólo para matrículas sino también para material) no tienen problemas en comprar al nene o la nena un móvil que muchos adultos ya quisiéramos podernos permitir (yo no, que con uno que llame y mande mensajes me vale), un mp4 de última tecnología, ropa de marca, y, por supuesto, cómo no, una consola de videojuegos (o varias, que muchos tienen dos). El gasto en la educación de sus hijos es un dispendio obligatorio pero innecesario, según la mayoría, pero los caprichos para que los chavales se vuelvan cada vez más incultos, estúpidos y autistas son muy necesarios, porque, claro, al comprarles todo eso consiguen que les dejen en paz, ¿acaso no es eso lo importante para los padres? Ahí tenemos el caso de nuestra comunidad castellano-manchega, donde los libros de texto son gratuitos y por eso precisamente son despreciados por gran parte de los alumnos, que ven en ellos algo sin valor ninguno; incapaces de ver su importancia intrínseca como medio cultural y educativo, ya tampoco lo hacen por su valía crematística, pues al fin y al cabo “es gratis”. Así, los destrozan, los pierden, y “no pasa nada”, porque por supuesto ningún padre va a admitir pagar por un libro de texto; ¿no son gratis? Pues que el centro compre más si faltan. Lo más gracioso es cuando en las cuentas que hacen en los informativos sobre el coste de la vuelta al cole incluyen la ropa; teniendo en cuenta que los centros que obligan a llevar uniforme son minoritarios, ¿qué pasa, que el chaval si no va al cole lo va a llevar en bolas todo el invierno o qué? De verdad…

El caso es que no veo que las cosas vayan a cambiar mucho, y ya me pesa ya, pero es lo que hay. Cambiar, si acaso, a peor si seguimos sin hacer nada, o insistiendo en la dirección equivocada. A ver si de una vez se toma conciencia del problema y se compromete todo el mundo a buscar una solución consensuada pero donde primen criterios realistas y de utilidad social, y no las filias y fobias de cada uno ni ilusas ideologías (la ideología, a menudo la muerte de la razón). Ni el sistema “franquista” (que no sé por qué lo llaman así, porque yo estudié la EGB, el BUP y el COU y ni siquiera conocí al Generalísimo, que cuando nací ya estaba criando malvas) era tan traumático para los alumnos, ni la LOGSE lo tiene todo malo (ya he defendido en este mismo blog cosas que me parecen muy positivas como la diversificación curricular). Eso sí, recordemos que nuestra juventud no es otra cosa que el reflejo de nosotros mismos, de nuestra pereza intelectual y falta de compromiso social y ciudadano, y, sobre todo, del cainismo fratricida que caracteriza a nuestro país, en el que no nos ponemos de acuerdo ni siquiera en si podemos llamarle así. Los casos de violación por parte de adolescentes, incidentes como el de Pozuelo, el botellón, el fracaso escolar, la pérdida de los valores… no saon más que la consecuencia directa de nuestra irresponsabilidad. Así nos va, y puede ser peor (ya todos conocemos la Ley de Murphy, ¿no?).

Para terminar, de nuevo un elogio y palabras de ánimo para esos miles de chavales que son buena gente, trabajadores, responsables, solidarios, ilusionados con el futuro y ávidos de conocimiento vital e intelectual. Ya, ya sé que es duro ser así en los tiempos que corren, que os preguntáis a menudo si merece la pena cuando el sistema está montado para favorecer a los holgazanes ventajistas y oportunistas y poner trabas al joven cumplidor, sensato y cabal. No desesperéis, porque aunque a veces no lo parezca, el esfuerzo, el compromiso y la honradez al final valen la pena. Ahí, aguantando, con dos cojones. Chapó.

2 comentarios:

Colorines dijo...

No se en que llevarte la contraria, no veo por donde. Lo de cainismo fraticida es muy ilustrador y da mucho, mucho miedo.

El meneador mecánico dijo...

Te lo he metido en el meneame, pero creo que esta vez no te ha reportado muchas visitas. Un par de progres han comentado algo allí.