viernes, 11 de septiembre de 2009

Cuento fantástico

Hoy me váis a permitir que me adentre en el género de la literatura fantástica. Os ofrezco un breve relato que bien podría considerarse dentro de tal corriente literaria, pues en el mismo aparece algún personaje que podría ser considerado más legendario que el Yeti con una actitud inverosímil en los tiempos que corren. Igualmente, como es habitual en este tipo de narraciones, el autor nos transporta a un mundo de ficción que considera preferible al mundo real y que se convierte así en vía de escape de sus frustaciones y desengaños, y en donde los sueños y los anhelos de los habitantes de esa realidad inventada, a diferencia de la propia, sí se pueden convertir en realidad. Como siempre, espero vuestros comentarios sobre este pequeño cuento, pero sobre todo espero que os guste.

- Don José Vicente, que le buscan.

El conserje se había asomado a la puerta de la sala de profesores y, apoyado en el marco, lanzaba su aviso sobre el grupo de docentes reunido en animada conversación.

- ¡Voy enseguida!- exclamó el aludido.

El enseñante salió de la sala con paso tranquilo, se asomó al pasillo y, viendo a una alumna suya con un señor mayor que no conocía, pero que obviamente debía ser su padre, preguntó:

- ¿Me buscaban?

- Sí, verá. Soy el padre de Andrea y quería hablar con usted- le reconoció el hombre, vestido con unos pantalones cortos oscuros, polo azul con marca de la empresa y sandalias.

- Pero, si ha aprobado, ¿no?- respondido confundido don José Vicente

- Sí, y de eso quería hablar.

- Bueno, bien, vayamos a un sitio tranquilo.

- Tú quédate aquí- ordenó su padre a la chica.

Ambos cruzaron el pasillo hasta una sala sin ventanas que servía para atender a los padres y madres que les visitaban así como para reuniones entre distintos miembros del claustro.

- Siéntese, y dígame.

Ambos tomaron asiento en sillas metálicas tapizadas en “sky” negro.

- Pues eso, que usted le ha puesto un cinco a mi hija en su asignatura, pero el caso es que no sabe hacer la “o” con un canuto, a ver cómo se come eso- espetó el indignado progenitor.

- Bueno, mi política es que los chavales hagan lo que puedan, y su hija es muy buena chica, si viera algunos compañeros suyos, que me hacen la vida imposible y no me dejan dar clase.

- Sí, si eso me parece muy bien, pero usted está aquí para enseñar, ¿no? Y por lo que he visto mi hija no ha aprendido absolutamente nada. Sus exámenes son un desastre y no pasan del tres, ¿entonces cómo la aprueba?

- Ya le digo, no vamos a cortar la trayectoria educativa de su hija, sería una pena que repitiera, pobrecita, y abandonar a todas sus amigas de clase, hombre- se excusó el profesor.

- Claro, claro, y que vaya pasando cursos sin enterarse de nada, hasta que un profesor o profesora con dos dedos de frente intente enseñarle algo y, como no tiene base ninguna porque no entiende lo que lee ni sabe expresarse con corrección de forma escrita, no aperenda y el profesor, ejerciendo su función, la suspenda y ahí se quede, ¿no?. ¡Qué vergüenza! – exclamó- ¡Yo mando aquí a mi hija para que la preparen, para que la enseñen, y no para que me la cuiden, que ya tiene 16 años y sabe cuidarse solita! ¡Viene aquí para que en el futuro pueda cumplir todos sus sueños y optar libremente por aquello que quiera en la vida, sin las limitaciones de la falta de preparación! ¡Así que o sus profesores se ponen de acuerdo en la solución a las carencias formativas de mi hija, o les planto una reclamación y llego a la inspección si hace falta!- advirtió severamente- ¿Cree usted que soy un desaprensivo que no se ocupa por su propia hija? O repite, o le hacen un programa de refuerzo o como lo llamen para el año que viene, o lo que sea, decídanlo ustedes que para eso les pagan. Eso sí, si no obtengo respuesta, le juro que remuevo Roma con Santiago para que cumplan con su cometido: ¡enseñar!

Don José Vicente estaba anonadado. Nadie le había preparado para algo así ¡Era una situación inaudita!

- Bueno, bueno, no se ponga usted así, veremos qué se puede hacer…

- Espero que así sea.

El ofuscado padre se levantó, dirigiéndose a la puerta.

- Mañana volveré y espero que me ofrezcan alguna alternativa a esta situación. ¡Adiós!- sentenció al tiempo que se despedía y enfilaba el pasillo en busca de su hija

- No se preocupe, no se preocupe, y vaya con Dios- dijo desde el fondo de la sala el profesor, aún sentado en su silla con cara de sorpresa.

- Vamos, hija, quieran o no quieran, esta gente tendrá que cumplir con su cometido, que como padre no voy a dejar la ecuación de mi hija a la buena de Dios. ¿Qué se creen, que no me preocupo por tí? ¡Habrase visto, aprobarte sin haber entendido nada y pasarte de curso para que sigas igual, o peor! ¡Vámonos!

Y cogiendo del brazo a su hija en ademán fuerte pero afectuoso, salieron ambos por la puerta del centro educativo.

4 comentarios:

Man dijo...

Muy bueno.
¿De quién es el relato? ¿Es tuyo?

Wayne dijo...

Digamos que es una de mis fantasías más oscuras. Están ésta y la de las dos conejitas playboy que van y... ejem, bueno, ésa es otra historia...

Los hermanos Gasol dijo...

Imprimí el relato para llevarlo en el metro y tengo que reconocer que me ha gustado mucho aunque sea muy realista. Esperaba un final más sangriento con un padre empuñando la ametralladora y liquidando a los profesores.

Wayne dijo...

Si, claro, ese final sería nortmal teniendo en cuenta que el padre era miembro del Ampa (es que con esas siglas es fácil hacer chistes).