martes, 28 de julio de 2009

Lo que pudo ser y no será

Cuando vi este vídeo la emoción me embargó como sólo lo había hecho hasta entonces mi primera visita al Expocómic de Madrid, el anuncio de la cuarta película de Indiana Jones y las Copas de Europa del BM Ciudad Real. Un correo me enlazaba a este supuesto trailer de Youtube (gracias, Capi) en el cual presencié una de esas fantasías adolescentes que sabes que jamás se van a cumplir (mentes limpias, chicos, mentes limpias). Reí, grité, lloré, y rogué a Dios que pronto llegase el estreno, al que por supuesto no podría faltar.

Ahora ved el vídeo, y luego pinchad en



¡Chiquito y Leslie Nielsen reunidos en la pantalla! ¡Ni el tío Florentino se había atrevido a tanto! ¡Lo de Kaká y Cristiano es una minucia comparado con esto!¡No hay dinero en el mundo que pueda pagar tal reunión de genios! Sin embargo, pronto mi “excitación humorístico-cinematográfica” ha sufrido un graaaaaaaaaan gatillazo cuando me he enterado que Chiquito, en realidad, no sale en la película, y que Leslie Nielsen lo hace como actor invitado (es decir, un cameo y poco más).

Según la ficha de producción, los protagonistas son algunos de los de Muchachada Nui (chicos, cuidad vuestros proyectos que la línea que separa la brillantez del cansineo es muy delgada y frágil) y la Michele Jenner esa de Los Hombres de Paco. Los artífices de la película, director (Javier Ruiz Caldera) y guionistas (Paco Cabezas y Enero Lizarraga), a la vista de anteriores trabajos suyos (consultado el imdb) tampoco me atraen demasiado.

Y es que los sueños casi nunca se hacen realidad. Aunque, por supuesto, yo sigo soñando en esa utópica película coprotagonizada por estos dos genios. A ver si a la vista del video algún visionario se atreve a acometer tal proyecto… pero que se dé prisa que no son precisamente quinceañeros… y con la Gripe A que nos viene…

Conformémonos de momento con estos 44 segundos de sueño hecho realidad.

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sábado, 25 de julio de 2009

Garfield: mi héroe (II)

Continuamos con nuestras entregas estivales de mi héroe favorito: el gato Garfield. En este caso, otras nuevas dos tiras.

La primera está dedicada a la santa y paciente mujer que comparte su vida conmigo. Como ves, cariño, son los valores que he mamado en los cómics de Garfield desde niño. No es culpa mía.

La segunda muestra la importancia de conocer los gustos y debilidades de los demás y saber sacar partido de ese conocimiento para que actúen según tus intereses. Y en relación con la primera ¿por qué al final siempre limpio la casa y no espero a que se limpie sola como recomienda mi héroe? Hmmmm, me temo que al final mi señora se parece más a Garfield y yo a Odie...




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miércoles, 22 de julio de 2009

Frases hechas... a sí mismas (II)

Continuamos con el origen de dichos y frases hechas que utilizamos frecuentemente al hablar. Hoy nos centraremos en algunos que tienen un origen histórico. Así, teniendo en cuenta el caos y la preocupación que produjo ayer en Ciudad Real el enorme incendio que asoló las afueras de la parte noroeste de la ciudad, cualquiera podría haber exclamado que “se armó la de San Quintín”, y a aquellos que se mostraban incrédulos porque los medios contra-incendios tardasen en sofocar las llamas se les podría haber recordado que “no se ganó Zamora en una hora”. Si ustedes, apreciados lectores y lectoras, cambiasen su buena costumbre de pasarse por este humilde blog al no renovar el que suscribe sus artículos cada cierto tiempo, podrían espetarme que “Quien fue a Sevilla perdió su silla”. Comencemos, por tanto, dando causa y origen de estos dichos. Pasen y lean, que “así se las ponían a Fernando VII”

“Se armó la de San Quintín”. Se refiere a la batalla entre lo ejércitos de Felipe II de Habsburgo, monarca español, y de Enrique II Valois, rey francés, el 10 de agosto de 1557 en la localidad francesa de San Quentin (San Quintín). La corona francesa, interesada en los territorios italianos de Nápoles y Lombardía, ocupados por los españoles, se alió con el Papa Pablo IV, que inclusó llegó a excomulgar a Felipe II y a su padre Carlos V (ya retirado en Yuste). Además, el de Valois envió al Duque de Guisa a Nápoles para acabar con la presencia española en esa zona del sur de Italia. Como arriesgada y osada respuesta, Felipe II decidió acometer la invasión de Francia. Logró para ello el apoyo de su esposa, María Tudor, reina de Inglaterra, que secundó la acción con hombres y dinero. Igualmente, puso al frente de las tropas hispanas al Duque de Saboya, Manuel Filiberto, al que le habían sido arrebatadas sus tierras por los franceses. Al poner al frente de su caballería a un príncipe afín, Felipe II, el “rey prudente” (como después veremos, a veces demasiado), inauguraba una nueva forma de hacer la guerra. Su padre no habría dudado en ponerse al frente de sus tropas, pero Felipe II fue quizá el primer estadista totalmente “moderno”, que supo diferenciar entre la figura del monarca y la del guerrero. El ejército que fue capaz de recabar constaba de unos 60.000 soldados entre españoles, ingleses y flamencos (Flandes era uno de los territorios que Carlos V había dejado a su hijo Felipe II). El enfrentamiento se produjo en las inmediaciones de la población de San Quintín, en la Picardía francesa. Por un lado, las huestes del de Saboya, con el flanco derecho al mando de alonso de Cáceres, el ala izquierda formada por el temible tercio de Alonso de Navarrete, y cerrando la formación la caballería flamenca del conde de Egmont (once años después, curiosamente, juzgado y ejecutado por traición a la monarquía hispánica por el Tribunal de los Tumultos fundado en Bruselas por el Gran Duque de Alba). Por parte francesa, las tropas acantonadas en la villa, al mando del Almirante Gaspar de Coligny, y el socorro de 35.000 soldados entre las fuerzas dirigidas por el condestable de Montmorency y las de su hermano Andelot. Las hostilidades llegaron a su punto álgido el 10 de agosto, festividad de San Lorenzo. La línea de batalla, el río Somme a su paso por la citada localidad. Acabada la batalla, con la victoria hispana cimentada en la acertada dirección de sus generales y sus superioridad táctica, las pérdidas del ejército francés se contaron en 6.000 hombres, más otros 6.000 franceses capturados y 5.000 mercenarios alemanes que fueron indultados bajo la promesa de no servir más a la monarquía francesa. Las bajas españolas no superaron los 300. El camino hacia París se mostraba expedito para el ejército español, pero Felipe II, desoyendo las recomendaciones de Luis Filiberto de Saboya, decidió no atacar París hasta no haber tomado definitivamente San Quintín, cuyos habitantes resistieron hasta el 27 de agosto (aquí, como decíamos, se paso de "prudente"). Para conmemorar dicha batalla, Felipe II ordenó construir un monasterio bajo la advocación del santo del día, el actual monasterio de San Lorenzo del Escorial. Tras esta victoria, los españoles volvieron a derrotar a los franceses en la batalla de las Gravelinas, forzando la definitiva (no por mucho tiempo) paz de Cateau-Cambresis en 1558. San Quintín, por tanto, una de las batallas más cruentas y a la vez victoriosas y célebres de la historia de España.

“No se ganó Zamora en una hora”. Esta exclamación, que pide paciencia y prudencia, tiene su origen en el sitio de la citada localidad castellana, que duró siete meses y que finalmente no tuvo éxito debido a la famosa traición de Bellido Dolfos. Pero pongámonos en antecedentes. Península Ibérica, siglo XI. La reconquista cristiana va “viento en popa” como demostrará la postrera toma de Toledo en 1085. Antes, en 1065, Fernando I de Castilla y León repartió sus reinos entre sus hijos: a Don Sancho le dejó Castilla; a Don Alfonso, León; para Don García, Galicia; y a sus hijas doña Elvira y Doña Urraca, Toro y Zamora, respectivamente. Sin embargo, este reparto ni fue bien visto por el mayor, a la postre Sancho II de Castilla y León, que se afanó en conseguir los territorios de sus hermanos. Así, se hizo con Galicia haciendo a Don García prisionero, y obligó a Don Alfonso a huir a Toledo y ponerse bajo la protección de su vasallo el rey Al-Mamún, proclamándose Sancho rey de Castilla y de León. Tras esto, tomó Toro, y, sabiendo de la participación de su hermana Urraca en la huida de su hermano Alfonso, sitió la ciudad de Zamora en el 1072. Los zamoranos resistieron durante siete meses, hasta que un noble zamorano llamado Bellido Dolfos se presentó ante Sancho ofreciéndole la posibilidad de entrar en la ciudad mostrándole las zonas desprotegidas de la muralla. El rey, imprudentemente, acompañó una noche al traidor para conocer de primera mano esos supuestos puntos débiles de la resistencia zamorana. Separado de su guardia personal, el monarca castellano fue presa fácil del tal Bellido Dolfos, que acabó con su vida clavándole una daga. El lugar al que se refiere la leyenda se conoce como “el portillo de la traición” y se puede visitar en esa maravillosa ciudad que es Zamora. Alfonso VI se convirtió entonces en Rey de Castilla y León, y con esto dio comienzo a la archiconocida historia de Don Rodrigo Díaz de Vivar, “el Cid Campeador”, lugarteniente de Sancho II que sospechaba que el asesinato de su señor había sido orquestado por su hermano; ahora su seor el rey Alfonso. Pero eso, como se suele decir, es otra historia.

“El que se fue a Sevilla, perdió su silla”. En este caso la conocida frase es una deformación del hecho histórico que la origina, pues en realidad tendría que decirse “el que se fue de Sevilla, perdió su silla”. En el siglo XV, durante el reinado de Enrique IV “el impotente” (hermano de Isabel la católica y padre, o no, de Juana “la Beltraneja”), el arzobispo de Sevilla Alonso I de Fonseca consiguió para su sobrino-nieto Alonso de Fonseca y Acevedo, en ese momento deán de la catedral sevillana por mediación de su tío-abuelo, el arzobispado de Santiago de Compostela. Esta dignidad, muy importante, no estaba exenta de problemas, pues los nobles gallegos ya se habían enfrentado al anterior arzobispo, Rodrigo de Luna. “Alonsito” pronto se metió en problemas y fue apresado y desterrado por los nobles gallegos por al menos diez años. Alonso I no se conformó con conseguirle el arzobispado a su pariente, para lo que intercedió el propio Rey ante el Papado, sino que le propuso intercambiar sus arzobispados y marchar él a Santiago, cumpliéndose así el destierro mientras negociaba con la nobleza su regreso. Cuando consiguió que la vuelta de su sobrino fuese aceptada, Alonso II decidió hacer caso omiso del acuerdo, y no se quiso mover de Sevilla. Tuvo que ser el propio Rey el que obligase al arzobispo de Santiago acantonado en Sevilla a volver a tierras gallegas y devolver la sede sevillana a su tío. Y es que “Alonsito” decía, como muchos han hecho después, que “el que se fue de (a) Sevilla, perdió su silla (arzobispal, se entiende)”.

Terminamos con el “así se las ponían a Fernando VII”. Tras unas explicaciones tan densas, ésta final será más liviana. Se refiere simplemente al gusto del infame monarca español por el billar, afición que bien pudo cultivar en su dorado retiro (como sabemos, no definitivo) tras vender España a Napoleón. Los miembros de la camarilla del rey le solían colocar las bolas (de billar) para que hiciese carambolas con facilidad, haciéndole creer así que era un experto jugador y tenerlo contento. Hay hipótesis menos deportivas y más deshonestas, pero nos quedamos con ésta, que es la explicación ofical. De todas formas, “lo otro” siendo rey y Borbón (se dice, se centa…), tampoco se lo (se las) pondrían difícil (difici-¿las?, que diría la ministra).
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sábado, 18 de julio de 2009

Les Luthiers: ópera y pop

Continuando con el compromiso de extender la cultura y el arte más sublime que nació como "leit motiv" de este humilde blog, les ofrecemos dos nuevas actuaciones de los insignes Les Luthiers, a la vez que les informamos de su próxima presencia en España, en concreto en Madrid, en los próximos meses de octubre y noviembre. Aunque quedan pocas entradas, aún se pueden conseguir en la web entradas.com. Eso sí, a un precio alto, que no excesivo, puesto que el espectáculo lo merece.

Hoy presentamos un fragmento de la ópera "La hija de Escipión" y un tema de claras reminiscencias del pop de los sesenta y setenta, "El teléfono del amor". Ambas piezas son muestra del eclecticismo y la heterogeneidad creativa de la que hacen gala nuestros queridos compositores y ejecutantes argentinos.

Pasen y vean.






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miércoles, 15 de julio de 2009

El fontanero, su mujer, y el trabuco de Curro Jiménez

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jueves, 9 de julio de 2009

Frases hechas... a sí mismas

“Se va por los cerros de Úbeda”, “tomó las de Villadiego”, “es más feo que picio”, “ha puesto una pica en Flandes”, etc. Hay muchas frases de uso común de las que todos conocemos el significado, pero no sabemos de dónde vienen o porqué tienen el sentido que les damos al hablar. Sobre estas “frases hechas” comienzo aquí una serie que intentará establecer el origen de algunas de ellas.

Quién sabe, quizá en algún momento algo que digamos quede para la historia y pase al inventario general del habla popular como una frase de uso común. Podremos decir entonces, “eso lo dije yo cuando…”, pero nadie nos creerá, claro.

“No hay tu tía”. Esta expresión se utiliza para expresar que algo es imposible, que no tiene remedio. Viene de la palabra árabe tutiya, que significa sulfato de cobre. Éste era un elemento muy utilizado antiguamente para tratar enfermedades oculares. Así, el término “tutía” se utilizó en el habla común como sinónimo de remedio o medicina, y de ahí el sentido que tiene actualmente la frase “no hay tutía” (lo correcto sería escribir “tutía” así, junto), “no hay remedio”, “no hay manera”.

“Por los cerros de Úbeda”. Esta locución tiene un origen histórico. Alfonso VIII tenía cercada la ciudad de Úbeda, en manos de los almohades, y había distribuido a sus tropas por todos los flancos esperando la orden de ataque. Una de las huestes estaba mandada por un tal Alvar Fáñez “el mozo”, que vigilaba el flanco sur. Cuenta la historia que éste caudillo cristiano se encontró con una bella mora en el río, y digamos que se “entretuvo” el hombre con su mora de la morería dejando de lado sus responsabilidades más tiempo del indicado. Las fuentes divergen sobre si finalmente Alfonso VIII venció en esta batalla o no (lo cierto es que históricamente Úbeda no sería reconquistada definitivamente por los cristianos hasta Fernando III el Santo en 1234) pero la ausencia del tal mozo se hizo notar. Al día siguiente, el rey interpeló a su vasallo sobre la causa de su ausencia en la batalla, y Alvar Fáñez contestó que se habia perdido “por esos cerros de Úbeda”.

“Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho”. Esta frase se suele utilizar para declarar la dificultad que entraña enfrentarse al poder en general, y al de la Iglesia como institución en particular. Como todo el mundo sabrá, tiene su origen en el Quijote, sí, pero el sentido que se le da actualmente es totalmente ajeno a Cervantes. En la novela Quijote y Sancho topan (dan) con la Iglesia, sí, pero se refiere a la Iglesia como edificio, como construcción, y no como institución. Sancho contó a Don Quijote que, como él le había pedido, le había entregado una carta a su querida Dulcinea. Esto, por supuesto, era invención de Sancho, pero por no llevarle la contraria a su amo, convino en ir con él al Toboso, pueblo de su amada, y buscar a Dulcinea, a la que Sancho supuestamente había visto (Don Quijote, como bien sabéis, no la conocía) y sabría dónde encontrarla. Llegaron de noche al pueblo, y Don Quijote encomendó a Sancho dar con el Alcázar o Palacio donde vivía su señora. Sancho, en cambio, decía que él la había encontrado en una casa pequeña, en un corral. Don Quijote se mofaba de las palabras de su escudero, asegurando que si la casa era pequeña, más bien sería un pequeño apartamiento que ella tendría adosado al palacio para su solaz, y que lo que él llama corral, teniendo en cuenta su poco mundo y escaso seso, cualquier caballero lo reconocería como un patio de armas o solariego. Así, siguieron hacia el edificio que parecía más grande. Llegando al mismo, por la sombra que su torre dibujaba en el suelo amla luz de la luna, determinaron que se trataba de la Iglesia del pueblo, y no de un palacio. “Con la iglesia hemos dado, Sancho” es la cita literal. Ha sido el uso de la misma el que ha llevado al sentido que tiene actualmente, y que nada tiene que ver con el que se le da en la famosa novela.

“Esto parece la Casa de Tócame Roque”. Esta frase expresa una situación caótica, donde reina el alboroto. Tócame Roque no era fue una persona, sino que fue eso, una casa de vecinos, una de esas antiguas “corralas” de Madrid, que al parecer se hizo famosa por los desórdenes y la agitación que se vivía en la misma. Quien la inmortalizó para la posteridad fue don Ramón de la Cruz (1731-1794)en su sainete La Petra y la Juana o el buen casero. Aunque dicha casa fue derribada en 1850, aún hoy se recuerda dónde estaba situada.

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lunes, 6 de julio de 2009

Garfield, mi héroe

Aunque soy un gran aficionado al cómic, no he sido nunca especial seguidor de las llamadas “comics strips”, traducible al castellano como tiras cómicas o tiras de prensa. Este tipo de comic, acaso el primero que surgió en la historia, tiene gran arraigo en EEUU, donde ninguna publicación periodística que se precie puede prescindir de tener alguna, aunque en España somos más proclives a un humor gráfico en prensa con mayor libertad de composición y centrado en la actualidad. De entre todas las "comic-strips" que he conocido, desde los Peanuts (Snoopy, vamos) a Calvin y Hobbes, pasando por la argentina Mafalda, sólo hay un caso que verdaderamente me apasiona y de cuyas aventuras (por decir algo) y personalidad me declaro ferviente seguidor. Me refiero, por supuesto, al gato Garfield.

Esta creación de Jim Davies, que se viene publicando desde 1978, se basa en la vida de un gato doméstico vago, glotón y egoísta junto a su dueño John, un dibujante despistado, simple como él sólo y desafortunado en amores; y al perro Odie, de entendederas parecidas a las de su dueño (ninguna) y blanco de las bromas de Garfield junto a John. También aparecen de vez en cuando otros personajes, como Pookie, el oso de pelucho de Garfield; Arlene, su novia (o no); Nermal, un pequeño y hermoso gatito y al que Garfield odia; los padres de John, etc.

Desde siempre me atrajo la figura de Garfield, no ya porque me pueda reconocer en él (que en algunos aspectos seguramente) sino porque al fin y al cabo es la culminación del sueño de toda la especie humana: vivir del cuento comiendo y durmiendo todo el día y cuando llega el temido aburrimiento divertirse a costa de los demás haciéndoles la puñeta. Sí, secreto inconfesable que aquí saco a la luz; momento y lugar en que desnudo mi alma ante vosotros; he de decirlo: ¡Yo quiero ser como Garfield!

Cada una de las tiras daría para un extenso análisis y comentario social y filosófico, por lo que tras mostrároslas haré un esfuerzo de reflexión y documentación para ser capaz de sincretizar las enseñanzas vitales que las ideas que impregnan las vivencias de Garfield, gatuno trasunto de la confundida y perpleja existencia humana, y redactarlas a fin de mostraros en cada ocasión una argumentada reseña de cada tira publicada… Nah, es broma, os pongo la tira y nos echamos unas risas. Al fin y al cabo, es la mejor manera de hacer un blog… ¡que el trabajo lo hagan otros!

A partir de hoy, y de vez en cuando, mostraré por aquí alguna de las andanzas de mi querido y envidiado Garfield. Hoy, por ser el primer día, dos tiras:



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miércoles, 1 de julio de 2009

Amos que... (V)

Esta entrega de Amos que… la voy a comenzar con algo que no es histórico; a pesar de ser dado por cierto por muchos, es una leyenda. Sin embargo, me parece curiosa y divertida.

Tiene que ver con la posible (como digo, en realidad poco posible) existencia de una mujer en el trono Papal, el papa Juan VIII, que en realidad vendría a ser la Papisa Juana VIII, allá por los siglos centrales de la Edad Media. Las vicisitudes de cómo una mujer llegó a ocupar la Cátedra Petri no vienen al caso, pero, si les interesa, hay una extraordinaria novela titulada La Papisa de Donna W. Cross y editada en castellano por la editorial Salamandra. El caso es que, una vez descubierta, y para que algo así no se volviera a repetir, se cuenta que existía (o existe) una silla con un agujero en el asiento en la cual se sentaría cada nuevo papa para certificar su masculinidad. Y aquí viene lo más divertido: uno de los miembros del colegio cardenalicio introducía su mano por el orificio y, palpando, verificaba la genitalidad del nuevo pontífice. Si este tacto genitalis daba los resultados esperados, exclamaba: Duos habet et bene pendentes (Tiene dos y cuelgan bien). De todas formas, de existir semejante rito tendría que ver más con evitar que el Papa fuese un eunuco (lo cual estaría prohibido pues su castidad no vendría del sacrificio espiritual sino de la castración física) que con que fuese mujer.

“Tengo los huevos colganderos”, que decimos por La Mancha, jejeje.

¿Recordáis lo que contaba de Jorge III de Inglaterra, que a veces se daba por muerto a sí mismo e incluso se ponía de luto en su honor? Pues la siguiente anécdota está algo relacionada con esto. Al no conseguir todos los territorios que deseaba (Estambul entre ellos), en 1919 Grecia declaró la guerra al nuevo estado Turco, nacido de las cenizas del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial. El gobierno griego de Eleuterio Venizelos eligió como jefe Supremo de las Fuerzas Armadas griegas al general Giorgios Hajianestis, un gran militar pero que habia desarrollado una enfermedad mental durante el conflicto mundial. Las tropas turcas las dirigía el padre de la patria turca, Mustafa Kemal Ataturk. El 26 de agosto de 1922 se produjo la decisiva batalla de Dumlupinar. Los turcos comenzaron el ataque, y cuando las tropas griegas esperaban las órdenes para contraatacar, éstas no llegaron porque el general Hajianestis había decidido que se había muerto. Y, claro, un muerto no podía dar órdenes. Más aún, argumentaba, aunque diese las órdenes, los soldados griegos no iban a ser tan tontos de obedecer a un cadáver parlante. Aunque fue pronto sustituido por el general Tricoupis, la reacción tardó demasiado en llegar y el destino de Grecia estaba sellado: la derrota. El de Hajianestis, también: fue condenado a muerte y fusilado, por loco.

Igual no estaba desencaminado, sino que sólo veía el futuro...

Das Kapital, el Capital, tratado en tres volúmenes escrito por Karl Marx y publicado entre 1867 y 1894. Ésta es la obra básica del marxismo, y, por ende, de las ideologías políticas que surgen del mismo: socialismo y comunismo. En esas décadas finales del XIX en Rusia existía la autocracia zarista, un régimen político autoritario basado en el poder absoluto del zar y la inexistencia de libertades individuales. Este tipo de sistemas de gobierno suelen utilizar la censura para vigilar lo que se publica en sus países y evitar la propagación de ideas que pongan en riesgo el orden establecido. Sin embargo, en 1872 el primer volumen del Capital fue traducido y publicado en Rusia. En el informe del departamento censor se reconocía que era una obra abiertamente socialista y radical, y por tanto, en principio, peligrosa para el poder zarista. Sin embargo, no se prohibió porque consideraron que tanto por su extensión como por la forma en que estaba escrito sería inaccesible para el público ruso.

Vamos, que dijeron, “total, si nadie se va a enterar del tostón éste”. ¿Sería el mismo criterio que siguieron con las obras de Tolstoi o Dostoievski? No me extrañaría…

Para terminar por hoy, la demostración de que el arte a menudo es una filfa. En 1967 el MOMA de Nueva York exhibió el cuadro “Le bateau” de Henri Matisse. Durante 47 días más de cien mil personas, desde turistas hasta críticos de arte, pasaron ante él para admirarlo hasta que un corredor de bolsa de Wall Street (aficionado al arte, se entiende) puso el grito en el cielo: ¡Estaba colgado al revés! . Pero no creáis que esto es una cosas excepcional, no. En el museo de la universidad de Minnesotta, la obra "Amapolas Orientales" de Georgia O´Keefe (considerada la primera gran artista norteamericana) estuvo ¡30 años! colgada en vertical, cuando su sentido correcto es el horizontal. En 1965 la National Gallery londinense mantuvo dos semanas el cuadro de Van Gogh "Hierba Alta y Mariposas" colgado del revés, lo que es más divertido si se tiene en cuenta que antes de abrir la exposición al público realizó una “premiére” para “especialistas” del artista holandés. En 1994 la Galería Hayward y el Metropolitan de Nueva York también exhibieron del revés la obra de Dalí “Tres mujeres de los pescadores de Cadaqués”. Y si estas cosas ocurren por ahí, ¿cómo no iban a pasar en España? El año pasado el Reina Sofía tuvo tres meses el cuadro “El violinista” de Picasso también del revés.

Desde luego, estos críticos y especialistas en arte no son muy espabilaos… ¡sólo hay que fijarse ande está el cáncamo, leche! Inútiles…



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