miércoles, 7 de marzo de 2012

Yo no estuve allí: Jesse Owens

1936. El águila imperial alemana está dispuesta a extender su sombra sobre Europa. Un hombre, más alto de lo que la historia le ha reconocido (1´73 m.), quiere mostrar al mundo la gran verdad de la que se ha convertido en profeta y mesías: la superioridad de la raza aria. Una vez el planeta haya asumido su supremacía, será más fácil conseguir sus objetivos y modelarlo según la única ley natural, negada por la infame civilización judo-cristiana: la ley del más fuerte. No es la excusa de un dirigente ambicioso para conseguir sus egoístas objetivos, no es una patraña urdida por un político que quiere medrar a toda costa, es una verdad luminosa y clara en su mente y que ha de guiar a la humanidad a un nuevo estadio de progreso y civilización. Sus compatriotas, la nación elegida para dirigir el mundo, ya lo han comprendido. Es hora de explicárselo al resto de la especie humana.

Berlín. Primero capital del Estado de Brandemburgo, dentro del Sacro Imperio Romano Germánico, el Primer Reich. Luego, capital de Alemania tras la unificación bajo el kaiser Guillermo II, el Segundo Reich. Ahora, capital de la nueva Alemania, la Alemania nacionalsocialista, el Tercer Reich. Pronto, según los planes del Führer del pueblo alemán, será la capital del mundo.

Los Juegos Olímpicos. En la Grecia clásica, fiestas religiosas, culturales y deportivas en ofrenda a los dioses. Los ganadores de los concursos deportivos eran los elegidos para la gloria, pues su nombre y fama se extendían por toda la civilización (griega, por supuesto, pues no podían entender la existencia de otra). Una competencia por la perfección. Una divinización de los hombres en honor de unos dioses demasiado humanos. En la era moderna, son reinstaurados por el barón Pierre de Coubertin en 1896 como símbolo de la nueva civilización mundial nacida del imperialismo y la industrialización; una civilización sin fronteras ni límites, que ya cubría toda la tierra. Unas pruebas donde los mejores del mundo, los hombres más preparados, esforzados y brillantes, pudieran competir para mostrar las hazañas e hitos que el nuevo hombre moderno puede alcanzar, encarnación del progreso sin límites de la nueva sociedad industrial. El mejor acontecimiento para demostrar la superioridad de una nación, de una raza, por encima de las demás.


Alabama, EEUU. 12 de septiembre de 1913. Nace James “Jesse” Cleveland Owens, séptimo hijo de los once que tuvieron los granjeros Henry y Emma Owens. Nieto de esclavos, el trabajo y sacrificio de sus padres le permitió ir al Instituto en Cleveland, Ohio, donde se había mudado la familia. En el “High School” Jesse descubrió el atletismo; o quizá deberíamos decir que el atletismo le descubrió a él. Gracias a sus capacidades atléticas, y tras batir varios récords mundiales para estudiantes de instituto, logró una beca parcial para estudiar en la Universidad de Ohio, estudios que alternaba con los entrenamientos y el trabajo de botones. En los campeonatos universitarios de la NCAA consigue cuatro oros individuales en 1935 y otros cuatro en 1936, algo que nadie ha logrado repetir hasta el día de hoy. En un mitin realizado en la ciudad de Ann Arbor, en Michigan, pulverizó cuatro récords del mundo en tan sólo cuarenta y cinco minutos. Ese año, además, se convirtió en el primer hombre en sobrepasar los ocho metros en salto de longitud, estableciendo un récord que durará 25 años.

Berlín, Estadio Olímpico, 1 de agosto de 1936. 110.000 personas abarrotan las gradas del coliseo erigido por Werner March. La propaganda nazi llegaba a su punto culminante. Tenían que mostrar a todas las naciones el poder y la superioridad de la raza aria. Todo había sido proyectado por el gran propagandista alemán y mano derecha del Führer, Joseph Goebbels, que encargó la puesta en escena al arquitecto Albert Speer y la filmación del acontecimiento, que daría la vuelta al mundo, a la directora Leni Riefensthal. El célebre dirigible Hindenburg sobrevuela el Olympiastadion justo antes de la aparición del Jefe del Estado y del gobierno Alemán, Adolf Hitler. El tirano da por inaugurados poco después los XI Juegos Olímpicos de la Edad Moderna, los que deben certificar lo que la mente y sobre todo el corazón de millones de alemanes ya saben: el hombre ario debe liderar a la humanidad y los impuros deben postrarse ante él y reconocer su supremacía. El gran momento había llegado.
Berlín, Estadio Olímpico, 3 de agosto de 1936. Los días anteriores los alemanes se habían mofado de la presencia de atletas negros, a los que apodaban “bastardos de Renania”. Como raza impura, los de origen africano eran muy inferiores a los arios. Sin embargo, en la final de los 100 metros lisos se impone un atleta de color estadounidense, Jesse Owens, batiendo el récord del mundo con un crono de 10´30 segundos. Ese día se gana el apodo de “el antílope negro”. Segundo, a una décima, queda su compatriota Ralph Metcalfe, también negro. Tercero, el holandés Osendarp, ya a dos décimas de segundo del ganador. El Führer, que presidía las pruebas, no felicitó a los ganadores. A pesar de la falsa leyenda, no fue porque fuesen negros, sino porque el COI le había advertido que debía felicitar a todos los ganadores o a ninguno, pero nunca sólo a los alemanes, como había hecho el día anterior. Hitler
optó por no saludar a ninguno.

Berlín, Estadio Olímpico, 4 de agosto de 1936. Calificación para la final de salto de longitud. Jesse Owens es el plusmarquista mundial (8´13 m.), pero se encuentra en problemas: sólo le hacen falta 7´15 para llegar a la final, pero sus dos saltos anteriores han sido dados nulos por unos jueces demasiado rigurosos. Un alemán, Lutz Long, alto, rubio y de ojos azules, que acababa de batir el récord olímpico para regocijo de Hitler, se acerca a Owens. Le recomienda que no arriesgue, que salte bastante antes de la tabla de batida para que no le puedan dar un tercer nulo que le eliminase, ya que sus saltos eran mucho más largos de la distancia de calificación. Jesse Owens sigue su consejo y pasa a la final sin problemas. Al día siguiente, en la final, Jesse Owens vence a Long, que le felicita efusivamente y ambos salen del estadio fundidos en un abrazo cordial.

Berlín, Estadio Oímpico, 5 de agosto de 1936. Jesse Owens logra su tercera medalla de oro batiendo el récord mundial de los 200 metros lisos (20´7). El segundo fue Matthew Robinson, también atleta estadounidense y de color. Curiosamente, su hermano será el primer afroamericano en jugar al Béisbol en un equipo profesional, en 1947, rompiendo con la segregación racial en el “deporte nacional” norteamericano. El holandés Martin Osendarp fue, al igual que en los 100 metros, medalla de bronce en los 200.

Berlín, Estadio Olímpico, 9 de agosto de 1936. El equipo de relevos de los EEUU gana la carrera de los 4x100 masculinos con un tiempo de 39´8, récord del mundo. Entre los cuatro atletas ganadores se encuentra Jesse Owens, quien con ésta consigue su cuarta medalla de oro, hazaña no igualada en el atletismo hasta 48 años después con los cuatro oros de Carl Lewis en Los Ángeles 84.


Cleveland, Ohio, 20 de agosto de 1936. Tras desfilar por las calles de Broadway aclamado por el pueblo neoyorkino junto al resto de medallistas olímpicos norteamericanos, Jesse Owens vuelve a su trabajo de botones. El presidente de los EEUU, Franklin Delano Roosevelt, no recibe ni felicita a ninguno de los medallistas negros. Era tiempo de elecciones y eso podría reducir sus opciones en los estados racistas del Sur. Jesse Owens con sus cuatro medallas de oro, no podía viajar en la parte delantera de un autobús, ni se le permitía entrar en muchos locales “sólo para blancos”. Hitler no le había estrechado la mano, pero tampoco lo quiso hacer el presidente de los Estados Unidos.

Frontera germano-polaca, 1 de septiembre de 1939. El ejército del Reich invade Polonia. Comienza la II Guerra Mundial.

Sicilia, 13 de julio de 1943. Lutz Long es herido en el transcurso de una batalla y muere. Cuando estalló la II Guerra Mundial, Lutz Long fue obligado por el gobierno a acudir al frente, pese a que los atletas de élite no tenían la obligación de alistarse. El gesto que tuvo con Jesse Owens, un bastardo negro, fue entendido como una humillación para los arios, una degradación de su condición superior. Su desafío al régimen nazi le iba a costar caro. Hasta el momento de su muerte, Long mantuvo su amistad con Owens, con quien se carteaba. Una vez finalizada la contienda, el estadounidense viajó a Alemania a conocer a la familia de su amigo, e incluso le pagó los estudios a su hijo. Declaró: "Se podrían fundir todas las medallas y copas que gané, y no valdrían nada frente a la amistad de 24 quilates que hice con Luz Long en aquel momento."

Berlín, 30 de abril de 1945. Hitler se pega un tiro en la sien tras haber ingerido cianuro junto a su amante y desde hacía poco esposa Eva Braun. El sueño nazi se rompe definitivamente. La supremacía aria se revela como lo que era: una gran mentira. Un hijo de granjeros y nieto de esclavos había comenzado a desmontar la gran falacia casi una década antes.
Washington, 28 de agosto de 1963. El reverendo Martin Luther King declara en su discurso: “Yo tengo un sueño: que un día esta nación se pondrá en pie y realizará el verdadero significado de su credo: Sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas: que todos los hombres han sido creados iguales”. El 4 de agosto de 1968 será asesinado en Memphis, pero ésa es otra historia.

Tucson, Arizona, 31 de marzo de 1980. Muere a la edad de 66 años Jesse Owens, víctima de un cáncer de pulmón. Había sido un empedernido fumador toda su vida. En 1976 el presidente Gerald Ford le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad de los EEUU, y en 1990, a título póstumo, George H.W. Bush le concederá la Medalla de Oro del Congreso, máxima distinción a la que puede aspirar un estadounidense.



Washington, 20 de enero de 2009. Barack Obama es investido como el cuadragésimo cuarto Presidente de los EEUU. Es el primer presidente negro de la historia.

En el mundo entero, hoy. Que no te engañen. Millones de personas mueren de hambre, y otros tantos mueren abatidos por el odio en estúpidas guerras. También son muchos los que soportan la injusticia de gobiernos corruptos, y los que sufren el olvido de sociedades demasiado complacientes consigo mismas. Pero nada está predestinado. No hay razas superiores ni inferiores. No hay mujeres ni hombres que por nacimiento estén por encima de los demás, ni por debajo. A cada cual nos toca determinar nuestro destino con nuestros actos y nuestros hechos. Y si mientras tanto ayudamos al de al lado, mejor. Nuestro futuro está en nuestras manos; el del mundo, también. Aceptemos nuestra responsabilidad y hagámoslo todo lo bien que podamos. Lo demás son estúpidas patrañas.

Venga va, el sueño continúa.







8 comentarios:

Anónimo dijo...

Como una ola tu piel llegó a mi vida, Como una ola de fuego y de caricias, De espuma blanca y. Rubor de caracolas como una ola...
Tienes que enseñarles a tus pupilos la película Alemana "La ola". No sé si la han estrenado en la Mancha.

Anónimo dijo...

Simplemte quiero felicitarte por este magnifico y ejemplarizante artículo. Pero ya me conoces, y no me lo invento, que tienes que hacer una breve modificación, querido.
Me refiero a la afirmación que haces de que Berlin fue capital de Sacro Imperio Romano Germánico. La Capital del mismo no será estable. Lo único parecido a una capital será la ciudad de Nuremberg, lugar donde se coronaban a los emperadores con la corona de Hierro. Y no es casualidad que lo juicios contra el nazismo fueran allí.

Wayne dijo...

Muchas gracias, Magister. Efectivamente, la primera "capitalidad" de Berlín fue en 1415, y no era capital del Imperio como tal, sino del estado de Brandenburgo, dentro de un Sacro Imperio ya en decadencia. Licencia "literaria" que no me tendría que haber permitido, lo siento.

Colorines dijo...

A mi también me chirriaba, un montón.

Anónimo dijo...

Yo también lo había notado, pero no he querido decir nada.

Anónimo dijo...

Gracias por este apunte histórico, la verdad es que por la gesta deportiva y el transfondo histórico sería un guión estupendo para una película. Ello ayudaría también a que mucha gente conociera de Jesse Owens, puesto que en esta época ,parece que la gente sólo adquiere conocimientos a través la caja tonta o la pantalla del cine

Mamá de Bachillera dijo...

Magnífico y energético artículo. ¡Como escarpias tengo ahora los vellos!.
Muchas gracias.
Únicamente comentar un pequeño error tipográfico. La Invasión de Polonia fué en el 39.

Wayne dijo...

Muchas gracias. Ojalá tuviese tiempo para realizar más artículos como éste, pero estas cosas las escribía cuando aún no era padre... y quien lo sea ya me entiende. El error es imperdonable, cierto, ahora mismo lo arreglo.