lunes, 3 de octubre de 2011

Papá Wayne, el regreso

Tengo algo abandonado el blog, cierto, y, en pocos meses, todavía más porque...¡voy a ser otra vez papá (D.m.)!

En realidad, pensaba limitar esta entrada a enlazar el artículo con el que anuncié que iba a ser papá por primera vez (aquí), pero mi mujer, con razón, me convenció de que este nuevo acontecimiento merece también una entrada por sí mismo. Eso sí, obviando algunos problemillas/sustillos que nos estamos llevando con el embarazo (que no serán nada, si Dios quiere), lo que puedo decir ante esta buena nueva tiene que ver sobre todo con Victoria, mi primera y maravillosa hija. Y es que si la ilusión ante la llegada de un hijo siempre es grande, más es aún cuando la primera experiencia ha sido tan extraordinaria como la nuestra con Victoria. Es una niña tan guapa, tan buena tan kfjojskkljkiadjk (tengo problemas en el teclado, le ha caído la baba y empieza a salir humo). Los casi diecisiete meses que lleva entre nosotros han sido los mejores de mi (de nuestras) vidas. Sí, sí, ya sé que cada niño/a (aún no sabemos lo que es) es distinto, pero ya desde hace meses, cuando veía a niños más pequeños que Victoria, y aunque parezca mentira, me invadía cierta sensación de añoranza y nostalgia de cuando ella era "más bebé". Pensar que esos momentos no se han perdido, sino que, como un viajero en el tiempo, puedo ir hacia atrás, y recuperarlos con mi nueva progenie, con el añadido de que estará Victoria andando nuevos pasos en su infancia, me llena de ilusión y alegría. Lo único malo de esta experiencia es la normal preocupación por el embarazo y el parto, porque todo vaya bien, y el nuevo ser que se ha creado nazca sin problemas y en las mejores condiciones, pero, claro, eso nadie te lo puede asegurar, y sólo puedo poner mi fe y esperanza en que así será (seguro estoy de ello).



Pues nada, eso, que voy a ser otra vez Papá, ya veremos si de un niño o de otra niña, y yo estoy feliz y contento de tener otra oportunidad de vivir la maravillosa experiencia de la paternidad.

7 comentarios:

Magister Historico dijo...

Querido amigo, he leido con atención emocionada este breve, delicado y bello escrito que me ha infundado ternura, orgullo y felicidad.
Creo que no hace falta decirlo, pero además de las alegrias de "tu" Victoria, la superación de los "sustillos" y demás cosas que surgirán...; siempre tendrás a tu amigo para alegrarse contigo, para dar gracias a Dios por los buenos momentos y como "roca" antes las adversidades.
Un fuerte abrazos a los padres

Wayne dijo...

Y con amigos como éstos, ¿de qué se puede uno quejar? jejeje. Un abrazo, Magister supereminente (¿o eso lo era yo? no, tú te lo mereces más). Y a ver si nos vamos animando a contribuir al crecimiento del país, que voy a llevar ya mucha ventaja. Aunque eso sí, primero pasando por la vicaría como Dios manda, ¡que ya es hora!

Anónimo dijo...

Soy Antonio. Me alegro mucho por tí. De corazón. Y como no puedo ni soñar en competir con tanto talento literario como se puede apreciar por estos ciber-pagos, me limitaré mañana a felicitarte en persona y decirte lo que se me ocurra. Eres un cabrón suertudo... :P

Wayne dijo...

Agradezco en el ciberespacio las felicitaciones al igual que he hecho en persona. Un saludo, compañero.

Anónimo dijo...

¿Me tengo que enterar por el blog de tu nueva paternidad? vaya tiempos... va a hacer falta vernos algo más. Que me alegro mucho, que espero que os vaya todo estupendamente y que aprovecheis a dormir ahora, porque... pero que si un hijo es maravilloso, dos son el doble (o más) de todo. Mil enhorabuenas y ánimo.

Anónimo dijo...

por cierto, el anónimo anterior soy yo, Juan Ángel.

Wayne dijo...

Cierto es que soy bastante dejado para las relaciones sociales, fruto de la misantropía que desde muy joven caracteriza mi persona, y que sólo a veces logro vencer gracias a algún empujoncito de quien me quiere bien (mi mujer, vamos, que me dice que soy un soso, un tío cascarrabias y un gruñón, y tiene más razón que una santa). Intentaré mejorar, pero creo que soy un caso perdido.

Un abrazo, Juan Ángel, a tí, a la señora y a la prole, y sí, a ver si nos vemos, pero que nunca hacemos el esfuerzo.