miércoles, 17 de agosto de 2011

JMJ 2011

Bienvenidos, jóvenes cristianos del mundo. Bienvenidos.

En estos días asistimos a la llegada de cientos de miles de jóvenes unidos en su Fe (que es la mía) para la celebración de las Jornadas Mundiales de la Juventud que se celebran en España por segunda vez, el único país, por cierto, donde estas jornadas han repetido sede. En los últimos días, aquí también, en Ciudad Real, se han podido ver a grupos de estos peregrinos visitando la ciudad. Lo mismo ha ocurrido en muchos lugares de España. Esta semana se van a concentrar todos en Madrid, a la espera de la visita del Papa Benedicto XVI. Lo que en cualquier lugar sería motivo de alegría, algo que la gente de bien vería con ojos cuanto menos curiosos, aquí, en esta España dominada por la estupidez y la soberbia, por el fundamentalismo y la falta de respeto, se convierte en asunto polémico. Por supuesto, por toda la horda de “defensores del laicismo”, que no son otra cosa que anticlericales de tomo y lomo, nuevos fariseos que hacen gala de un fundamentalismo del que luego acusan a la Iglesia (a veces con razón, pero eso no los justifica). Buscando excusas para dar rienda suelta a su odio irracional hacia todo lo que suena a cristiano, y con un papanatismo muy propio de esta época donde, curiosamente, triunfa el dogma casi tanto como en épocas más oscuras, plantean objeciones acordes a su falta de rigor racional y cinismo obcecado. Que si los gastos que genera, que si pagamos todos los españoles, que si el Papa “y los suyos” atacan leyes democráticamente aprobadas (se refieren al aborto), aparte ya de alucinaciones sólo entendibles por su ofuscación malsana, el desconocimiento, promovido por este sistema educativo tan progre e igualitario que tenemos, de la historia, o por la acción de sustancias alucinógenas que muchos acostumbran a consumir. Argumentos como que el Papa es un asesino de masas, la Iglesia es una genocida, o la religión es el gran mal de la historia de la humanidad, que un juicio objetivo, realista, sincero e imparcial negarían, recordando a todos estos ignorantes desagradecidos que con sus muchos errores, difíciles de cuantificar si no somos tan imbéciles como para proyectar los valores actuales en el estudio del pasado, (cosa que los “bienpensantes”, esos nuevos sofistas fariseos, han puesto de moda), la base de la civilización actual basada en el derecho y en la igualdad de todas las personas es básicamente cristiana, pues esa defensa de la dignidad del ser humano sin distinción, con todos los matices que han impedido que sea completa hasta al menos nuestros días, pero cuya idea original se encuentra en el evangelio, y más concretamente en el Nuevo Testamento, no en el antiguo, tiene su origen y gran centro de proyección en la figura de Jesucristo.

No voy a entrar en lo de los gastos y en las incomodidades que pueda suponer para el esto de los ciudadanos la celebración de este acontecimiento, porque será que no hay festejos bastante más incómodos para todos, y más gravosos en términos de destrozos y suciedad, así como gastos a los que contribuimos cuya ideología, ética, moral e incluso utilidad y honradez son cuanto menos discutibles (¿cuántas pajillas mentales de autoproclamados intelectuales pagamos todos los españoles para que las plasmen en películas que nadie quiere ver, por ejemplo, simplemente porque se encuentran cerca de las posiciones ido-ilógicas del poder?). Ya me gustaría saber cuántas familias acogerían, como se ha hecho con los jóvenes que han venido a estas JMJ, a otros que vinieran a otro tipo de manifestaciones sociales de otro tipo: yo que sé, una manifa de “indignados”(sic) o el día del orgullo Gay, o algún festival de música. Seguro que todos estos que se quejan de la presencia de estos jóvenes cristianos y del Papa, y que claman por la discriminación con respecto a otros eventos, acogería con gusto durante días a cualquiera de esos jóvenes tan responsabilizados políticamente que acampan en la Puerta del sol o a esos simpáticos muchachotes de torso desnudo, pantalones de cuero ceñidos, pezones perforados y paquetón remarcado que cada año hacen de Madrid la ciudad más tolerante, por detrás y por delante.

Los medios de comunicación se dividen ente los que en su ideario cristiano están haciendo un seguimiento exhaustivo de estas jornadas, y los que, en su falsa posición objetiva, buscan fantasmas donde no los hay, y ponen voz a la minoría absolutista y dictatorial de la que disfrutamos en España, haciendo más eco de los movimientos “anti-Papa” (qué triste) que de la presencia de cientos de miles de jóvenes cargados de buenas intenciones para con toda la humanidad. En cambio, se han generalizado este año programas donde se nos enseña lo mejor que este país puede ofrecer, ya se sabe, chulos de playa, apología del alcohol y la vida “despreocupada”, filósofas poligoneras al sol de la costa, jóvenes en celo en plena berrea estival, etc. Vamos, lo que ha llevado a este país a estar como está, reflejado en Salvameses y Norias varias, aunque lo habitual es mirar para otro lado y echar la culpa al empedrado (llámese políticos, mercados, o al propio Papa, qué cojones).

Brillan con luz propia también, fruto de los altavoces mediáticos que los "periolistos" les ofrecen a sus portavoces, las incoherencias de estos adalides de la laicidad, que supongo que no tienen nada que hacer nada más que tocar los cojones a los demás (algo muy español que, por ejemplo, permitió sobrevivir a la Inquisición durante más de cuatro siglos). Así exigen que no se permita la entrada del Papa, “porque es un extranjero que pie la abolición de leyes democráticamente aprobadas, como la del aborto”. Primero, ¿pero no habíamos quedado en que este sistema no es democrático, que “no nos representan”, o sólo vale esto para las leyes que nos molan? Segundo,¿entonces tampoco pueden ellos criticar la Pena de Muerte, aprobada democráticamente en muchos Estados de los EEUU? Vaya, vaya, qué cosas… Por último, ¿y yo, que soy español, puedo criticar o no el aborto? Porque como “derecho de la mujer” me parece una aberración y una conculcación del derecho a la vida del ser humano vivo pero no nacido (no se qué intelectual progre-feminista decía hace unos meses que el feto “es un ser vivo, pero no un ser humano”, la madre que la parió…). ¿Puedo yo criticarlo? ¿O sólo pueden criticar, ocupar plazas, tomar la calle y arrogarse la representatividad del pueblo “los bienpensantes”?

Pues eso, jóvenes cristianos, bienvenidos. Espero que con vuesta fe, esfuerzo y buen ejemplo seáis capaces de contribuir al cambio que esta sociedad necesita, y al de la propia Iglesia, que esa es otra, más preocupada su jerarquía por mantener doctrinas y dogmas caducos e inútiles (a veces más que inútiles, contraproducentes) olvidándose de ser los “pescadores de hombres” que Jesucristo les encomendó ser.


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