martes, 1 de junio de 2010

De chupetes y biberones (historia)

Debido a mis actuales circunstancias personales palabras como chupete, biberón, lactancia materna, etc. son de uso habitual. El otro día, al poco de estrenar con mi hija el uso del chupete (no recomendado en las primeras semanas… por los que no tienen hijos, supongo, porque para nosotros ha sido una bendición) mi santa esposa se cuestionó sobre este “invento”. Precisamente este pasado mes de marzo, para mi cumpleaños, ella misma me obsequió con un libro de esos que no son para leerlos “del tirón”, pero que a menudo es oportuno consultarlos y suelen ser tan útiles como interesantes. Se trata de El gran libro de la historia de las cosas, de Pancracio Celdrán. El regalo estuvo basado en que ambos conocemos al autor del libro por su participación semanal en el programa de radio "No es un día cualquiera", dirigido por Pepa Fernández los sábados y domingos por la mañana en RNE. Igualmente vimos, y nos resulto muy curioso, su participación en la tertulia literaria "Las noches blancas", de Sánchez Dragó en Telemadrid, presentando otra de sus obras, El gran libro de los insultos. Este doctor en Filosofía y Letras es un verdadero erudito de la lengua, que acompaña a su saber un afán divulgador digno de encomio. Escuchar sus explicaciones sobre el significado y origen de toda suerte de vocablos es una delicia, tanto por lo interesante de la información como por la exactitud y rigurosidad de su manera de hablar. Toda una rara avis en los tiempos que corren. Bueno, a lo que iba. Buscamos el origen del chupete en la dicha obra, y nos fue referida a la voz “biberón”, dando a entender que ambos tienen la misma procedencia. Desde luego Pancracio no nos defraudó y sus explicaciones fueron tan atractivas como sorprendentes.

Así, comienza explicando el papel que la lactancia materna ha jugado en las distintas sociedades humanas. Esto supondría una verdadera delicia para los defensores/as de la lactancia materna, que son actualmente mayoría (hubo un tiempo, no hace mucho, en que se pensaba que las leches artificiales eran mejores, y varias generaciones crecieron con ellas) y que defienden tan vehementemente su postura que rayan el fundamentalismo (cuando seáis padres/madres y acudáis a los centros sanitarios de CLM lo podréis comprobar). Pancracio nos cuenta cómo era necesario simultanear la lactancia con el trabajo en el campo o en la casa, con lo que el niño iba donde iba la madre, pegado a ella, atado a ella, siempre a la espalda para dejar libres las manos (…) el niño era llevado en una especie de zurrón, cuando no vendado a la espalda. El pezón llegaba a su boca cruzando el pecho por debajo del sobaco, estirándolo todo cuanto la piel diera de sí; en otros casos el pecho se descolgaba por detrás de la espalda, a la altura de la nuca. La imagen es poderosa ¿eh?. Desde luego que los cánones de belleza han cambiado, porque estos pechos “elásticos” no creo que actualmente fuesen lo más “chic”, pero vamos, ¿no dicen que las modas siempre vuelven? Tiempo al tiempo. Y oyes, útil sí que es, que al fin y al cabo aumenta la “libertad” de la madre, que puede salir por ahí de compras, al cine o a cenar sin preocuparse de la criatura, que el niño ahí detrás ya va comiendo ahí a su ritmo, sin dar un ruido, jejeje.

Podríamos decir que los primeros “biberones” fueron en realidad personas. La figura de las amas de leche, amas de cría o nodrizas ha existido hasta tiempos más o menos modernos, treinta o cuarenta años. Se trataba, como sabéis, de mujeres que amamantaban niños de otras madres, para poder éstas trabajar o, en todo caso, despreocuparse de la lactancia y eludir sus problemas tanto de dedicación de tiempo como de estética. Debido a la existencia de estas amas de cría, aunque el uso de biberones es muy antiguo su uso no fue muy generalizado. Se han encontrado recipientes a modo de biberón que datan incluso del 1500 a.C. Según el autor en el Museo Arqueológico de Madrid pueden verse sacaleches griegos del siglo V a.C.: piezas de cerámica imitando la forma del pecho materno con dos orificios, uno para aplicar al pecho de la madre y de alguna manera ordeñarla, y el otro para vivir la criatura”. Curiosamente, su forma nos recuerda a la del botijo, y es que según nos asegura Pancracio, ambos “inventos” tendrían un origen común. También se nos revela el origen de otra palabra, que en la actualidad tiene un significado distinto, el de armatoste o libro grande y confuso, como es mamotreto: algunos se resistían a dejarlo (el biberón), y eran por ello llamados mamotreto, cuya etimología es claramente la de apegado al pecho o a la teta. Y de ahí, al origen del chupete, que no era sino una forma de que los niños dejasen el pecho materno, consolándose con esos primeros chupetes que no serían sino tetinas de ubre de vaca desecadas (puajjjj), a las cuales se les llamaba también “mamaderas”. Y en este punto otra cuestión sorprendente: a veces este “destete” se interrumpía para descargar leche del pecho materno (las que hayan sido madres sabrían lo importante de esto). Sin embargo, si no se quería que el “mamoncete” volviese al vicio de la teta (que en realidad a los hombres nos dura toda la vida, pero ya nos entendemos, ya…) se recurría a la “mamona”, mujer cuyo oficio era descargar la leche de las recién paridas (un sacaleches humano, vaya) y cuya figura aún se documenta en algunas villas castellanas a principios del siglo XX.

Durante la Edad Media y Moderna muchos fueron los utensilios utilizados a modo de biberón: En la España cervantina , durante los siglos XVI y XVII, había en Castilla biberones de esponja y biberones de cuero remojado, aunque el más eficaz era todavía el de ubre de vaca”. También en esta época, en Francia, Enrique II creo la fábrica de Saint Porchaire, donde se producían biberones que alcanzaron la categoría de obra de arte, alguno de los cuales se pueden ver en el Louvre.

Será en el XIX, y ya en el XX, cuando se generalicen los biberones y chupetes con tetina de goma como los que actualmente utilizamos. Eso sí, ahora la variedad es inmensa, y si nos referimos únicamente a las tetinas las tenemos de distinto grosor de carga según la capacidad del biberón, distinto flujo de lactancia, las que son adecuadas a recién nacidos, las más apropiadas para los que están echando los dientes, etc., y otro tanto para los chupetes, claro. Toda una extensa gama que a menudo atormenta a los padres ante la duda de cuál es la más adecuada para sus hijos y si su elección final no será dañina con su prole. Eso sí, uno de los criterios más utilizados es el del precio: al principio te quedas con lo más caro, porque “será lo mejor, y a mi niño yo le doy lo mejor”, y luego, cuando realmente ves que la gran mayoría son iguales, prefieres ahorrarte unos euros, incluso justificándote a ti mismo: “total, antes no había tantas clases y tantas tontás, y mira qué bien me crié yo”.

Termino, por último, recomendando del que he sacado la mayoría de la información histórica que aquí ofrezco (no toda, eso sí), y que ya he referido al principio: Pancracio Celdrán Gomariz: El gran libro de las pequeñas cosas. Madrid: La esfera de los libros, 2009. Igualmente recomiendo sus otras obras como Anecdotario histórico, Diccionario de topónimos españoles y sus gentilicios, Hablar con corrección: normas, dudas y curiosidades de la lengua española, Hablar bien no cuesta tanto o El gran libro de los insultos, así como sus intervenciones de fin de semana en RNE (que se pueden escuchar en su blog, pinchando aquí) y su página en el XL semanal (dominical del ABC).

2 comentarios:

Antonio dijo...

He leído tu entrada con interés, y mi conclusión final es... qué lástima que lo que podría haber sido un interesantísimo artículo antropológico haya quedado desfigurado por tanto prejuicio! no una vez ni dos, sino vertido a diestro y siniestro! :-(
Esos juicios y opiniones tan subjetivas distorsionan totalmente algunos de loa datos ofrecidos, haciendolos parecer distintos de lo que fueron en realidad.
Por ello, ni se puede citar esta entrada, sería el hazmerreír de cualquier persona un mínimo entendida en la materia... como digo, una auténtica lástima.
Lamento que tu experiencia con la lactancia haya sido tan lastimosa, pero precisamente por ello te invito a abrir la mente. Así, si hubiera una segunda y con disposición y flexibilidad, podrías conocer esta vivencia en toda su magnitud.
Ánimo! te seguiré leyendo.
Un saludo

Anónimo dijo...

Hola!
En tu misma situación desde hcae unos meses me he preguntado... y qué harían en el pasado sin chupetes de goma, y rapidamente he llegado a tu texto ;)
Me ha gustado mucho lo que he leído y confirmar que mis elocubraciones sobre su orígen no eran tan descabelladas. Desgraciadamente, no entiendo el comentario tan amargo que te ha dedicado Antonio.
Vaya un saludo y una felicitación por la entrada!
Hasta la próxima!