“Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, cita que se atribuye a Joseph Goebbels, ministro de propaganda y mano derecha de Hitler. Y el caso es que la historia le da la razón a menudo. Vamos a repasar aquí algunos errores históricos que la propia enseñanza de la historia ha contribuido a perpetuar y a convertir en verdad. Al fin y al cabo, y en eso no se equivocaba el infame Goebbels, poco importa cuál es la realidad si consigues que la gente crea “tu verdad”, por más falsa que sea.
En esta humilde ojeada a algunos errores y mentiras históricas que la propia enseñanza de la historia ha contribuido a propagar nos centraremos en cuestiones a menudo nimias, anecdóticas, puesto que para desvelar las grandes mentiras de la historia, que a menudo me pregunto si toda ella no es una gran mentira, ya están los teóricos de la gran conspiración. Por tanto, es más cuestión de pasar el rato que de descubrir una gran estafa a nivel mundial. No es menos cierto, sin embargo, que nos permitirá comprobar lo fácil que es colar la falacia y la difamación en el discurso histórico, lo cual nos recuerda lo importante de estar alerta ante cualquier información, ya sea histórica, periodística o incluso científica. Como digo a mis alumnos, a los que subrayo la importancia de desarrollar la capacidad crítica: “no os fiéis nunca de lo que nadie es diga o cuente sin comprobar antes el rigor y la verosimilitud de aquello que os cuenta… y del que menos tenéis que fiaros es de mí”.
Vamos con un hecho histórico de todos conocido: el descubrimiento de América.No vamos a entrar en el origen de Colón, asunto que aún hoy ocupa a los investigadores, ni si en realidad fue el primer europeo en llegar a América o no, ni ninguna cuestión de ese tipo que aún hoy ocupa a los historiadores. Tan sólo corregir una forma de contar la historia que es injusta no con Colón, sino con sus contemporáneos. Se suele decir que Colón, como si de un visionario se tratara, creía que la tierra era redonda, y que se encontró con la oposición de los geógrafos portugueses y castellanos, que pensaban que era plana. Y esto no es cierto. Colón no era en este aspecto ningún visionario, porque a esas alturas, segunda mitad del siglo XV toda persona medianamente ilustrada sabía que la tierra era redonda. La oposición que se encontró Colón ni fue debido a la esfericidad o no del planeta, sino a sus dimensiones. Los “sabios” castellanos y portugueses pensaban que el diámetro de la tierra era mayor del que creía Colón. Todos aceptaban que navegando al occidente se llegaría a las costas de Asia… pero pensaban que era inútil, puesto que sería un viaje más largo y peligroso, si ningún tipo de utilidad. Y el caso es que tenían razón, y era Colón el que estaba equivocado. Si el descubridor no se hubiera encontrado con América, su viaje hubiera terminado en un verdadero drama, porque la situación poco antes de arribar a las costas de la isla de Guanahaní ya era muy complicada, con pocos víveres y la tripulación a punto de amotinarse. Por tanto, los que tenían razón eran los científicos que contradecían a Colón, los pobres, a los que la historia ha tildado poco menos que de fanáticos ignorantes cuando en realidad hicieron bien su trabajo.
Aunque no creo que se le ocurra decirlo a un profesor, que sería para meterlo en la cárcel, lo que sí he escuchado tanto a alumnos como en diversos foros (no de internet, en general) es que Galileo decía que la tierra era redonda. Si decirlo lo diría, porque es algo que ya sabía todo el mundo, pero la tesis que sostenía en contra de la “oficialidad” eclesiástica era la heliocéntrica, formulada décadas antes por Copérnico (aunque ya Aristarco de Samos postuló tal hecho en el siglo III a.C.), es decir, que la tierra era la que daba vueltas alrededor del sol, y no al revés, como estaba establecido. Por cierto, que la famosa frase “Y sin embargo se mueve” (Eppur si muove), que según cuenta la leyenda murmuró Galileo tras verse obligado a abjurar de sus opiniones, seguramente es eso, una leyenda. Y es que al fin y al cabo si la murmuró entre dientes como se cuenta… ¿quién demonios la escuchó para contarlo? Al parecer, algún cronista posterior quiso “embellecer” la historia.
Volviendo a Colón, y aunque esto sí que es una cuestión de matices, en “puridad” lo de las tres carabelas no es verdad. La realidad es que la Niña y la Pinta sí eran carabelas, pero la Santa María era una nao, es decir, un tipo de embarcación distinta. Pero vamos, que de tres carabelas, como que no. Jeje, esto me recuerda a aquel chiste... ¡Santa María, qué pinta tiene la niña! Jejeje, qué mayor estoy...
Y hablando de tres, tres eran tres las hijas de Elena, y ninguna era buena… no, esto no tiene nada que ver. Los tres Reyes Magos, sí, eso sí viene al caso. Que no eran ni tres, ni reyes. La única mención de la Biblia a estos “visitantes” se hace en el evangelio de Mateo. Su historia de cuenta en el capítulo 2, versículos 1 al 13. En él se cuenta que unos magos (o sabios, depende de la traducción, aunque sin decir el número) llegaron a Israel y preguntaron a Herodes si sabía dónde había nacido el rey de lo judíos. Herodes, celoso de que alguien le pudiera quitar el trono, mandó a estos sabios que siguiesen el rastro de la estrella que les había guiado hasta allí, y que, cuando encontrasen al niño, le avisasen para poder ir a adorarle él también. Los magos siguieron la estrella hasta Belén, entraron en casa del niño, le hicieron sus tres regalos (oro, incienso y mirra) y, avisados por un ángel de las aviesas intenciones de Herodes, volvieron a su tierra sin avisar al taimado rey. ¿De dónde sale lo de tres? Pues parece que debido al número de regalos. Tres regalos, tres sabios. Al menos esto fue así desde el siglo IV. Hay tradiciones, por ejemplo la armenia, donde los sabios/magos, son doce. Y lo de reyes, pues tampoco es seguro. Lo normal sería relacionarlos con la astronomía, pues al fin y al cabo seguían a una estrella, y así hacen los exegetas más rigurosos. Dotarlos de condición real es cosa de la tradición, y se hizo para ajustar la historia con la profecía del salmo 72 de Salomón, donde se dice que al rey de los judíos los reyes de tres naciones traerán tributos (Tarsis, Seba y Sabá) y ante él se postrarán. Pudo ser San Cesáreo de Arlés, en el siglo VI, el primero en “coronarles”. Y no digamos ya lo de los nombres (aparecen “bautizados” ya en inscripciones del siglo VI y son nombrados y descritos por Beda el Venerable, en el siglo VIII, que además contribuye a que se los represente conforme a las tres edades de la vida: Melchor el anciano, Gaspar el adulto y Baltasar el joven), y lo del rey negro, que es la parte más “moderna” de la tradición (a partir del XIV, cuando se identifica a cada uno de los reyes con las tres razas humanas que se conocían: europeos, asiáticos y africanos). Vamos, que esto de los reyes magos se merece un artículo aparte.
Para terminar, algunas de esas cosas que consigue la “mala memoria” y que alguno, si no tiene nada mejor que hacer, se puede entretener en ver si es verdad. La primera, la frase más famosa de la película Casablanca, “Tócala otra vez, Sam”, en ningún momento se pronuncia. Lo más cercano es “Tócala, Sam, toca As times goes by” (sí, lo reconozco, yo sí que he perdido el tiempo en comprobarlo). Y siguiendo con frases célebres no pronunciadas, en ninguna novela de Sherlock Holmes escrita por su creador Arthur Conan Doyle el famoso detective se dirige a su ayudante con el famoso “Elemental, querido Watson”. En realidad, esto apareció por primera vez en una de las películas sobre el más famoso vecino de Baker Street protagonizadas por Basil Rathbone, en concreto, en “Las Aventuras de Sherlock Holmes” de 1939.
jueves, 11 de febrero de 2010
Historia embustera y falsaria
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2 comentarios:
¿Y los niños se saben los nombres de los 12 reyes magos? yo solo me se 4: Melchor, Gaspar, Basaltar y Secayó, jejeje.
Tú también te estás haciendo mayor, colorines. Esos chistes son antediluvianos. ¿Acaso no visteis ayer el nuevo programa de A3 en "prime time"? Ahora todos los chistes deben contener plabras como "polla" o "follar", auque sean las 10 de la noche y haya niños viendo la tele.
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