martes, 23 de febrero de 2010

El pensamiento en pack

Leyendo la semana pasada la revista XL Semanal, en la que me encuentro cada siete días con el artículo de mi admirado Arturo Pérez-Reverte, me llamó la atención el título de uno de los demás artículos que contiene la revista. Es en las últimas páginas donde suele publicar Carmen Posadas, y la verdad es que tampoco es que la haga mucho caso, porque hasta ahora no me habían llamado demasiado la atención sus escritos. Hay autores en esa revista a los que ni leo, como a Juan Manuel de Prada, porque ni lo que dice ni cómo lo dice me interesa lo más mínimo. Mis citas semanales en cuanto a columnas de opinión suelen ser la de Pérez Reverte, y la de un articulista que destila incorrección política y mala baba llamado “Eneuve” en la última página de la revista Osaca (va con La Tribuna los domingos). A veces me paro en las de Carlos Herrera en esta XL, o las de Alsina o Punset en Osaca (como véis son las dos que leo gracias a que mi padre se gasta el dinero y me las “dona”), pero hasta ahora no me había parado en exceso en los escritos de Posadas, que por cierto también escribe de cuestiones deportivas en el Marca un día por semana, convirtiéndose en una rara avis (mujer y del mundo de la cultura escribiendo de deportes). Ya me estoy enrollando. A lo que iba. Ese titular que reclamó mi atención era la acertada expresión de un pensamiento que me ronda desde hace tiempo pero al que era incapaz de bautizar. “El pensamiento en pack”, se llamaba el artículo.

Efectivamente, encontré expresado de forma clara y sencilla algo que vengo rumiando tiempo ha, y que define espléndidamente en mi opinión las posturas políticas actuales. Claro, ha tenido que venir alguien con talento como la señora Posadas para expresarlo, pero como soy un vampiro de ideas y conceptos ajenos, lo fagocito y lo hago mío. Vamos, como aquel Pierre Menard del cuento de Borges que declaraba ser el autor del verdadero Quijote por mucho que Cervantes lo escribiera en el siglo XVII y él en el XX. Pero dejemos que sea la escritora brillante y no el bloguero ladrón de conceptos quien lo explique:

"Lo que quiero decir es que vivimos unos tiempos en los que parece que lo que impera es el pensamiento en pack. Si soy de izquierdas, tengo que estar, necesariamente, a favor del aborto, de la ley de memoria histórica, de la retirada de los crucifijos de las escuelas, de la causa saharaui, de la legalización de los inmigrantes y de la prohibición de la fiesta de los toros. Si soy de derechas, además de estar en contra de todo lo que acabo de mencionar, he de apoyar a muerte a los internautas que abogan por las descargas ilegales y estar a favor de endurecer las penas para menores que cometan delitos, por ejemplo. ¿Por qué? ¿No puedo acaso ser de izquierdas y amar la fiesta de los toros? ¿No es compatible ser progre y a la vez estar en contra del aborto? ¿Y qué tiene de raro estar de acuerdo con la legalización de los inmigrantes, pero no con la ley de memoria histórica?"

He de decir que, como la autora, pienso que la división entre izquierdas y derechas en gran medida está superada, y que son cuestiones administrativas, culturales y muchas veces caprichosas más que verdaderamente ideológicas las que separan a nuestros partidos, en especial a los dos grandes. También he de advertir que desde hace tiempo vengo postulando que la ideología es la muerte, o el asesinato, de las ideas y la razón, pero eso creo que requeriría un escrito más denso que no sé si tengo capacidad y ganas de escribir (de momento, como se ve, no).

El caso es que abundando en esta sinrazón del pensamiento en pack, que contribuye a ese “nopensar” orwelliano que quieren, y están consiguiendo, implantar en nuestra sociedad, también me gustaría hacer referencia a un concepto expulsado de la opinión política hace tiempo: la coherencia. Definida por la Rae como “Actitud lógica y consecuente con una posición anterior”, se encuentra exiliada del panorama de pensamiento actual, y yo, personalmente, la echo mucho de menos. Y ojo, que cuando hablo de la “opinión política” no hablo únicamente de los políticos, que son objetivo fácil para criticar, sino de periodistas, tertulianos, opinadores varios, y de todo hijo de vecino que expresa su pensamiento en público, ya sea en la tele, un periódico, en internet o en una cena de amigos. Es habitual cómo la gente denuncia ciertas cosas únicamente dependiendo de quién es el que ha sufrido el daño, o cuál es el acusado de haber realizado el mismo. Si es de los “míos”, se busca justificación, o se le quita importancia, o, lo que más nos gusta a los españoles, echamos mano del “y los otros más”; si, por el contrario, es de “los otros” nos rasgamos las vestiduras y exigimos responsabilidades no ya a los autores del supuesto dolo (sea corrupción, mala administración, alguna opinión o expresión fuera de lugar), sino a todos sus correligionarios, a su familia, y al hijo de su vecina del cuarto derecha. Incluso en algunos aspectos asoma cierta incoherencia que creo resulta bastante plausible: tenemos adalides del pacifismo y el buen rollismo a los que les vuelven locos las películas y los videojuegos de ostias a diestro y siniestro y alaban el buen gusto de los artistas que muestran la violencia “en toda su crudeza”; los que defienden la libertad por encima de todo y critican a las fuerzas del orden público por intentar mantener eso mismo en ciertas circunstancias (manifestaciones, botellones, etc.) pero se escandalizan por el derecho a poseer un arma que se defiende en los EEUU, que por supuesto prohibirían; defensores del pluralismo informativo que atacan de manera furibunda a aquellos que opinan distinto y piden que se tomen medidas incluso judiciales contra ellos; paladines de la educación pública cuyos hijos acuden a exclusivas instituciones privadas; críticos de la religión y garantes del laicismo que entienden la política como dogmas inmanentes; los amantes de la multiculturalidad que amparan todas las manifestaciones culturales del mundo, por aberrantes que parezcan, pero son incapaces de intentar entender al de al lado, al que demonizan; y así un gran etcétera.

Todo lo anterior me recuerda, aunque quizá tenga poco que ver, el primer microrrelato que escribí, al modo de Augusto Monterroso y su obra “El dinosaurio” (“Y cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”). Decía así: “el hombre, obsesionado por el sexo, que vendía Biblias. Y es que todos tenemos que vivir de algo, y por algo”. Pues eso; la incoherencia, aunque humana, sólo es perdonable en los espíritus humildes, y en todo lo concerniente a la política la humildad brilla por su ausencia.

Pero continuemos con el artículo de Carmen Posadas, en este momento para expresar mi total desacuerdo con una parte del mismo:

“Y de lo que no se dan cuenta es de que a nosotros, los ciudadanos de a pie, no nos gusta el pensamiento en pack. Que la libertad personal está por encima de colores políticos y que lo único que consiguen con su actitud es restar credibilidad a sus comentarios, que de otro modo serían mucho más interesantes”.

Pues no, perdone usted, pero me temo que está muy equivocada. Eso de que a los ciudadanos de a pie no nos gusta el pensamiento en pack es falso. Porque son los ciudadanos en general los que han asumido con gusto este pensamiento empaquetado, que les facilita la vida al suspender la necesidad de pensar y reflexionar. El pensamiento socrático, muerto y enterrado; la duda cartesiana, en busca y captura; la “docta ignorancia” de Nicolás de Cusa, exiliada por toda la eternidad.

De nuevo hago referencia a otra obra literaria, en este caso La Fundación de Buero Vallejo, de la que hace poco hablé a mis alumnos. Como sabéis, plantea la dicotomía entre vivir feliz en la mentira, o estar abierto a la verdad por incómoda que nos parezca. La mayoría de mis alumnos, por cierto, declararon preferir la primera opción, por triste que parezca que a su edad (16-17 años) les hayan arrancado hasta el espíritu de lucha y la capacidad de soñar con un mundo mejor y más justo. No sé si hay alguien que “mueve los hilos” y el proceso de embotamiento y narcotización de la sociedad es premeditado y está dirigido por alguien, pero, si así fuera, está haciendo un buen trabajo. Desde luego, me temo que, a diferencia de lo que ocurre en la obra, el proceso actual discurre más hacia la ensoñación esclavizadora que hacia la emancipación mental del individuo.

Aquí sí que de nuevo estoy de acuerdo con la autora:

“Lo más peligroso de esta actitud, a mi modo de ver, es el efecto que pueda tener en los jóvenes. Porque el pensamiento en pack no permite el sano intercambio de ideas, tampoco la posibilidad de decir: «Yo estoy de acuerdo con esto, pero no con lo otro». Formarse es aprender a tener criterio, es tener dudas y no certezas. Porque la duda es mucho más fecunda que la certeza”.

Me encanta esta última afirmación sobre la fecundidad de la duda. "No es más sabio el que más sabe, sino el que más preguntas se hace", repito cada inicio de curso en todas mis clases. Asoma entonces en el rostro de muchos una mueca burlona, condescendiente, ejemplo de otro de los grandes males que asolan a nuestra juventud: la soberbia y la falta de humildad. A menudo se ufanan de su ignorancia, y no hay mayor pobreza espiritual que ésta. Como decía, Sócrates, Nicolás, René, directamente al contenedor de la basura. Pero creo que ya he hablado sobre esto, aquí.

Para terminar, reiterar mi rechazo al pensamiento en pack por cómodo que sea. Pero claro, estamos hablando de un país donde ser católico, estar en contra del aborto y aficionado del Madrí es ser de extrema derecha. Increiblebleble.

2 comentarios:

El manco de Lepanto dijo...

El Quijote lo escribí yo.

el engendro humano dijo...

Eso es lo que tienes que hacer, ponerte a escribir. Uy, quesque tengo un brazo estropeao, que me he caido y me he hecho dañito... Uy, uy, que no puedo escribir bien, ¡si no has escrito bien en tu vida, qué mas da! ¿y qué, estás de baja, tío vago? ¡pues escríbete algo, que nos podamos meter contigo! ¡Vuelve, engendro, manco, cojo, o castrao, pero vuelve, que tus críticos te necesitan!