domingo, 16 de agosto de 2009

No queda sino batirse: Arturo Pérez-Reverte

Creo que ya he repetido varias veces en este mi/tu blog (aunque este verano sólo mío por lo que veo, ¡peazo sequía de comentarios, copón!) mi admiración por Arturo Pérez Reverte. Seguro que alguno recuerda cómo en una de las primeras entradas del blog reproduje un artículo suyo sobre Hernán Pérez del Pulgar. Me gustan sobremanera sus novelas, tanto por su forma de escribir como por las historias que cuenta (ahora estoy enfrascado en Corsarios de Levante, la última publicada del Capitán Alatriste, pero suyas han sido novelas que he disfrutado con pasión, como La sombra del águila, El Club Dumas o la mencionada serie de Alatriste). Pero además me entusiasman sus artículos de opinión, por llamarlos de alguna manera, pues tan pronto aborda algún tema de actualidad como recuerda alguna anécdota de su vida o le da por intentar analizar la esencia de este país que llamamos España.

Actualmente publica en la revista XLSemanal, que sale con el ABC a modo de dominical, y que mi padre me guarda amorosamente junto con el suplemento de La Tribuna, que son los diarios que adquiere cada domingo antes de ir a misa (bueno, también compra el Marca pero con ése no te dan ná). A menudo abordo con ilusión la lectura de la página de Pérez-Reverte, pues, como he dicho, me suele gustar lo que dice y cómo lo dice. Y no es que siempre esté de acuerdo con sus opiniones, que no lo estoy, pero le reconozco varias cosas. Primero, una redacción y escritura que me hipnotiza y que degusto palabra a palabra, sílaba a sílaba, porque tiene la rara capacidad de que su voz resuene franca y convincente, como si de una animada conversación de amigos se tratase, en las letras impresas. Segundo, que se atreve, cosas de estar ya de vuelta de todo, a expresar ciertas ideas y pareceres procedentes de ese sentido común del que se dice, y estoy de acuerdo, que es el menos común de los sentidos, y que entran en lo que hoy en día se da en llamar opiniones “políticamente incorrectas”. Tercero, que me alboroza ver expresadas con tanto tino y acierto juicios y consideraciones que a mí se me presentan necesarias de decir, cuando no de gritar, en esta sociedad nuestra tan poco dada a la reflexión y donde los más grandes dislates toman con facilidad fama de verdades inmanentes. Y, cuarto, y quizá lo más importante, ser capaz de atraer mi atención y llevarme a la reflexión cuando aquello que cuenta no cuadra con mis creencias o me incomoda; entonces, lejos de obviarlo, intento recomponer mi opinión sobre el asunto al que se refiere y, confrontando lo que sé y creo con lo que leo, cambiar o reafirmar en cada caso mi juicio y entender. Ahora me resulta difícil citar a otro autor que con asiduidad consiga esto. No, no. Que no, no hay ninguno más, así “de continuo”.

Bueno, el caso es que voy a reproducir algunos de sus artículos (lo cual no sé si a él le haría gracia, pero bueno), aunque, eso sí, os dejo el enlace por si queréis leerlo en el original. La sección se titula, como podéis ver, "No queda sino batirse", frase convertida en muletilla por el Francisco de Quevedo vividor y temerario que nos retrata el autor en su serie de Alatriste.

Seguramente el artículo que más ha trascendido en los últimos tiempos, y no porque provocase que en la prensa corrieran ríos de tinta apoyando sus afirmaciones o refutándolas, que no lo hizo, sino porque se convirtió en un e-mail “en cadena” que se enviaba y reenviaba a través de miles de correos electrónicos, es el titulado “Permitidme tutearos, imbéciles”, del año 2007. En este escrito abordaba la política educativa de los últimos años y la actual situación del sistema ¿educativo?. Es un artículo que me encanta, pero no seré el primero que reproduzca porque quizá toca un tema demasiado importante para estos meses de verano, en que nuestro cerebro, como nuestro cuerpo, está en modo “ahorro de energía”. En vez de eso, he decidido ofreceros otro, que a pesar de en el fondo tocar un tema serio como la estupidez y pensamiento obtuso que se propaga cual gripe A por nuestro país, lo hace de una manera irónica verdaderamente divertida, en cuyo uso es Pérez Reverte, también, otro maestro. Publicado en mayo de este año, venía a colación por la piratería que asola (¿asolaba?, qui lo sá, los periodistas ya se han olvidado) las costas africanas del Índico. Sencillamente genial. Aquí está:

Apatrullando el índico

Imperativos de las artes gráficas obligan a escribir esta página un par de semanas antes de la fecha en que se publica. Lo aclaro porque es posible –poco probable, pero posible– que, cuando lean estas líneas, la fragata española destacada en el Índico haya destruido a cañonazos a toda una flotilla de piratas somalíes, o que nuestros comandos de la Armada, tras recibir vigorosa luz verde del implacable Ministerio de Defensa español, hayan liberado heroicamente a varios rehenes españoles o extranjeros, liándose a tiros, bang, bang, bang, y dándoles a los malandrines las suyas y las del pulpo sin pagar rescate ni pagar nada. Que no creo, la verdad. Aquí eso del bang bang se mira mucho, no vayamos a darle a alguien, que encima es negro y desnutrido, aunque lleve Kalashnikov, y a ver qué dicen luego la prensa, las oenegés y las estrellas del cine español. Pero nunca se sabe.

Hoy quiero hablar de una foto. En ella aparece la titular de Defensa, señora Chacón, con varios portavoces parlamentarios –el señor Anasagasti, la señora Rosa Díez y algún otro padre y madre de la patria– a los que invitó al océano Índico para retratarse a bordo de la fragata Numancia; que como saben forma parte del dispositivo internacional que allí protege, o lo intenta, el tráfico mercante. En la foto, los portavoces varones y hembras sonríen felices, cual si acabaran de cantarle a la marinería lo de «Soldados sin bandera/soldados del amor», satisfechos por llevar al cuerno de África un mensaje de compromiso y firmeza. Mucho ojito, piratas malvados, que con España no se juega. Aquí estamos todos, unidos como una piña colada, para dar aliento a nuestros tiradores de élite. Cuidadín. Etcétera. Estoy seguro de que, después de verlo en el telediario, las familias de los tripulantes de atuneros, petroleros, portacontenedores y otros barcos españoles duermen tranquilas. Relajadísimas. Nuestra Armada está ojo avizor, y nuestros políticos la apoyan. El protocolo operativo contempla el uso de la fuerza, siempre y cuando no peligre la vida de secuestrados ni de secuestradores. O algo así. A ver qué pirata le echa huevos y se atreve ahora.

Debo confesar algo inconfesable. Y, por tanto, lo confieso. Habría dado mi colección completa de primeras ediciones en gabacho de Corto Maltés –blanco y negro, editorial Casterman– porque, en el momento mismo de la foto, una docena de piratas somalíes hubiesen decidido sumarse por su cuenta al homenaje. Me tiembla el dedo de placer, dándole a la tecla, al imaginar a una docena de Isas y Mojamés abordando la Numancia con su cayuco mientras todo el mundo estaba pendiente del fotógrafo. Hola, buenas. Aquí mi cuñado, aquí mi primo. El del lanzagranadas es mi suegro. De momento nos van a pagar ustedes veinte kilos en billetes nuevos. Si no es molestia. Y díganle a la rubia de las gafas y los piños que deje de hablar por el móvil pidiendo auxilio y se siente, coño.

Y luego el operativo. Gabinete de crisis en Moncloa. Café y expertos. Ese presidente Zapatero telefoneando a Obama para preguntarle qué haría él en un caso similar, y el otro respondiendo que ya lo hizo: no pagar un duro y cargarse a los malos. Eso es totalitario, responde Zapatero. Indigno de un presidente afroamericano de color. Entre Sarkozy y tú me vais a desmontar el chiringuito con vuestros putos pistoleros. Nosotros tenemos Alianza de Civilizaciones, chaval. Somos líderes en eso. Además, te informo de que la violencia sólo engendra violencia. La piratería está tocando fondo, dentro de un par de meses empezará a disminuir, y mi gobierno ya toma medidas para que cuando desaparezca del todo, que será pronto, África y sus habitantes encuentren a España preparada para convertir aquello en Hollywood. Que no te enteras, tío.

Y después, tatatachán, el desenlace. Al alba y con viento de levante, tras arduas y enérgicas negociaciones a través de la embajada de Cataluña en Mogadiscio, el ministro Moratinos anuncia otro éxito diplomático y humanitario sin precedentes: «Hemos pagado enérgicamente –dice sin despeinarse– el rescate en un tiempo récord, cosa nada fácil con las transferencias, los horarios de bancos y demás. En cuanto a lo que de verdad preocupa a los españoles, la salud de los piratas, diré que todos se encuentran bien; excepto uno que, al abalanzarse a robarle el reloj al señor Anasagasti, resbaló y se hizo pupita en un dedo. La ministra de Defensa ha fletado un avión para trasladarlo a un hospital de Madrid –ella misma le sostiene el gota a gota de plasma–, y confiamos en su recuperación. Son daños colaterales inevitables en estas operaciones de precisión y alto riesgo. Por otra parte, el cabo primero de infantería de marina Manolo Gómez Cascajo, que en un momento dado sugirió coger los Cetmes y achicharrar por el morro a los piratas, ha sido seriamente amonestado por Defensa, y su próximo destino será censar focas en Chafarinas. Por querer matar negros y por fascista».

Aquí, el enlace original

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo bueno de Pérez Reverte es que aunque no te guste lo que diga te hace pensar.
Un gran porcentaje de las cosas que dice son acertadas, sólo, en momentos puntuales se le va algo la pinza y se pasa tres pueblos.
Me gusta como escritor (el pequeño libro la sombra del águila me gustó bastante) pero en las entrevistas que le he visto a veces habla como un sabelotodo, como un hombre que está de vuelta de todo. No me cae mal, que conste en acta, pero, En ocasiones se lo tiene muy creidillo el hombre, y esa actitud que tiene en esas ocasiones me resbala.
Pero vamos, quedémosnos con lo bueno, con su forma de escribir, sus novelas y sus artículos.
Fdo.: Man.

Wayne dijo...

A veces es bueno que haya alguien que se pase tres pueblos en su nombre y ejerciendo su libertad de pensamiento para compensar los que no llegan porque no se atreven a decir lo que piensan, si es que piensan algo, por el que dirán los que les pagan y la "tribu" política a la que pertenecen. Por eso me gusta Pérez-Reverte, ya que es vilipendiado por todos y amado por gente anónima, ha escrito mucho en EL País y ahora publica en ABC, etc. Es decir, como está de vuelta de todo y no le debe nada a nadie, dice lo que piensa y punto. Y lo dice muy bien, que ya digo que es lo mejor. A mí en persona también me parece un poco pedante (también será porque puede, ¿no?), pero es que es escritor, y por eso hay que valorarle (Zidane en persona seguramente era un tío sosismo, pero en su trabajo, jugando al fútbol... madre mía; pues eso).

Un saludo cercano al final de las vacaciones.