lunes, 1 de junio de 2009

Yo sí estuve allí: hombre de poca fe.

Quizá a algún lector de este humilde blog le sorprenda la presencia de este artículo (al que me conoce personalmente seguro que no), pero he de aclarar que está perfectamente justificado y es coherente con la temática del mismo. Si a la vista de las entradas se puede apreciar que la mayoría son las relacionadas con la historia, lo que escribo pertenece a la misma temática. Porque lo que presencié ayer es historia. Incluso he de decir que simplemente es un paso más, uno de los más brillantes, es cierto, pero sólo un paso más, en la historia que está escribiendo esta ciudad y su equipo de balonmano.

Ayer sobre las 20:15 horas me encontraba derrotado, cansado, frustrado. He de reconocerlo y me avergüenzo. Hundido en mi asiento del Quijote Arena mientras el Kiel daba una lección de balonmano al BM Ciudad Real y el portero Thierry Omeyer sentaba cátedra y se erigía como el mejor del mundo, mis pensamientos oscilaban entre la conformidad con lo conseguido (la liga Asobal este año, multitud de títulos en las últimas siete temporadas, entre ellos dos Champions League) y qué ver en la tele por la noche para que se me pasase el disgusto. Faltaban veinte minutos para el final del partido, y el Ciudad Real, que debía ganar por cinco para alzar la copa, perdía por cuatro goles y, lo que es peor, no había señales de poder dar la vuelta a la situación.

Casi no me quedaban fuerzas para animar. Seguía dando palmas, pero de mi garganta ya no salía ningún sonido. De nuevo quien me conozca se sorprenderá de ello, porque suelo ser bastante vehemente en mis palabras y gestos cuando asisto a los partidos, pero en este caso la decepción podía conmigo. La afición seguía animando, eso sí, e incluso Rian, a mi lado, acostumbrada a soportar distraidamente y en silencio mis enfervorecidas reacciones, continuaba animando y gritando en apoyo del equipo. Me miraba y me animaba, "venga- me decía- que no pasa nada, que aún se puede, anímate, hombre". ¿Conocéis la sensación de vivir con una persona que siempre tiene razón, que incluso cuando todas las probabilidades están en contra de que lo que dice se vaya a cumplir o de que su punto de vista sea el atinado, finalmente tienes que reconocerle que estaba en lo cierto? Yo llevo tres años y medio así, y aún soy lo suficientemente ignorante (y cabezón) para desafiar a lo que parece una verdad científica y llevarle la contraria. Pero una vez más, Rian, tenías razón.

Tras un gol de Karabatic, el mejor jugador del mundo, Hombrados, que había hecho un buen trabajo, era sustituido por Sterbik, que en los diez minutos iniciales no estuvo a la altura del que se supone es el mejor portero del mundo y cuya consideración como tal estaba asaltando el portero del equipo germano, Omeyer. En otra ocasión hubiera sido injusto quitar a JJ, pero se trataba de una situación desesperada, agónica, y había que intentar que si no ya con su cuerpo, Sterbik parara con su imagen los lanzamientos de los jugadores teutónicos. Se trataba de que éstos recordaran cuando le viesen el muro en que se convirtió el año pasado en Kiel en la vuelta de la final de la Champions 2007-2008, y que llevó al Ciudad Real al título humillándoles en su propia casa. Y funcionó. Al principio parecía que todo seguía igual, pérdida del Ciudad Real en ataque, contra rápida del lateral Kim Andersson ante la que Arpad nada puede hacer, y gol. Otro más. Ciudad Real más lejos del título; el Kiel lo tiene agarrado por un asa y está posando su mano sobre la otra. Yo sigo repantingado en mi asiento. Vergüenza me debería dar. ¿Recordáis lo que dije de Rian? Pues lo mismo vale para el BM Ciudad Real. Una y otra vez me demuestra que no se rinden nunca, que son capaces de remontar lo irremontable, de vencer lo invencible, de alcanzar lo inalcanzable, y yo, como Santo Tomás, sigo sin tener fe ciega en ellos. Al final, como siempre, los hechos me quitan la razón. Y ojalá siempre, como en este caso, el estar equivocado me llenase de tanta felicidad.

Jerome Fernández, otro fichaje en el que yo no creía porque pensaba que había suficientes laterales izquierdos y que ha hecho una grandísima temporada (¿Adivináis de quién es el jugador preferido? Sí, de Rian), recortaba la diferencia a tres goles. Y entonces surgió Arpad. Es increíble que ese hombre tan grande, con pinta de bonachón indolente, que se mueve a cámara lenta y que "corre", por decir algo, de una forma muy cómica sin doblar las rodillas (parece un saltimbanqui, como si llevase zancos) sea el mejor portero del mundo. Sí, sí, cuando le ves dar con la punta del pie en el larguero de la portería ya te lo explicas más, pero así a primera vista... Sin embargo, lo viene demostrando año tras año, y ya son... Ha dado lecciones de ser imbatible, como en la ida de la final de Champions 2005-2006 en Pamplona contra el Portland parándolo todo, pero también de ser un gran portero, el mejor, parando como decía el gran Lorenzo Rico, "cuando tiene que parar". Así ocurrió en la semifinal del año pasado en Hamburgo, rechazando un disparo a bocajarro de Bertrand Gille con el reloj casi a cero que hubiera privado a su equipo de la posterior victoria en la Champions. Y así lo hizo ayer en unos últimos veinte minutos donde sólo permitió siete goles por los dieciséis que logró su equipo.

A partir del despertar de Sterbik, el resto de los compañeros se entonaron. Ya Omeyer no parecía insuperable, porque acababan de recordar que el guardameta imbatible en realidad jugaba en su equipo. Chema Rodríguez, el torete, como Rian le ha apodado, comenzó a correr la cancha como un poseso recortando la diferencia. Kallmann, desafortunado en el lanzamiento hasta ese momento, volvió a ser el de siempre metiendo lo difícil, porque ya antes, como es habitual, había fallado lo fácil. Jerome siguió atacando la defensa alemana con bravura y esta vez encontrando porteria, y Rutenka se siguió peleando en los seis metros como un enorme jabato logrando superar a sus defensores en varias ocasiones.

El Ciudad Real empató y ya se creía en el milagro. Viran Morros, esforzado en defensa, logró robar un balón y marcar el contragolpe. Ya entonces yo me había incorporado, y en mi mente se estaba empezando a dibujar la idea de que estaba a punto de asistir a algo extraordinario. Miro a mi lado y veo a Rian aplaudiendo y riendo enfervorecida. Pero cuando vuelvo la vista de nuevo al campo, veo otra vez a Viran Morros culminando un contraataque. ¿La repetición? No, hombre, si esto no es la tele, estás en el campo, en directo. Morros acaba de robar otro balón del saque de centro del Kiel y pone al CR a tres goles de la gesta. Es entonces cuando Talant sustituye a un cansado Stefansson por Metlicic, que se batió el cobre en defensa todo el partido y aunque en ataque es inferior al genio islandés al poco de salir logró un gol importantísimo. 26-23.

Todo el campo grita "Sí se puede", siguiendo la pancarta colocada en uno de los laterales que "adaptaba" el lema de la campaña de Obama al idioma quijotesco: "Yes, We Qan". Y el rostro de los alemanes refleja preocupación, impotencia, miedo. Y yo, tras haber metido el dedo en la llaga, tras hacer acto de contrición por mi falta de fe, me doy cuenta de que llevo cinco minutos creyendo en el milagro. Y sigo animando. Y Arpad sigue parando. Y Chema corriendo. Y Abaló, ese jugador de dibujos animados, logrando goles imposibles. Y finalmente Olafur Stefansson, el genio islandés, el filósofo deportista, el perfecto desgarbado cuya camiseta llevo puesta en los partidos importantes, logra el gol definitivo. 33-27. No, el partido no ha terminado. Pero los alemanes se han rendido. Tras una nueva pérdida de balón han bajado los brazos. Queda un minuto y han tirado la toalla. La presión ha podido con ellos. La presión ejercida por un equipo, el mejor equipo del mundo, que les ha demostrado que nunca se rinde, y por un pabellón y una afición que siempre ha creído en el milagro. Al menos la mayoría. Y mi mente entiende entonces los rostros serios de los jugadores y el entrenador alemán en la ida tras haber ganado por cinco goles. Porque a pesar de la diferencia sabían que esto podía pasar. Sabían que iba a pasar. Sabían que se enfrentaban con el BM Ciudad Real, a estos jugadores de todas partes del mundo imbuidos del espíritu del pueblo manchego al que Tomás Roncero define como "jornaleros de la épica que la hacen cotidiana". Quizá los del condado de Schleswig-Holstein habían escuchado la jota manchega:

"Y si vas a a La Mancha,
no te alborotes,
porque vas a la tierra
de Don Quijote"


... y sabían lo que les venía encima.

Yo me giro a Rian, la abrazo y la beso. Y prometo mentalmente no volver a poner en duda jamás sus palabras, ni a desconfiar de este equipo. Pero estoy cruzando los dedos, maldita sea. Da igual, es la hora de disfrutar, de gozar con el mejor equipo de balonmano del mundo, el equipo de un lugar de La Mancha que se llama Ciudad Real. El BM Ciudad Real, el equipo culipardo, otra vez Campeón de Europa. Y lo que queda...

Ahí van dos vídeos, uno de homenaje al Ciudad Real y otro de despedida de Olafur Stefansson, ambos procedentes de la magnífica página bmciudadreal.net.





5 comentarios:

Bartman dijo...

Espectacular. Creo que para los que estuvimos allí, va a ser uno de los partidos más difíciles de olvidar.

Muy buena crónica. Yo sigo aún sin palabras.

Saludos!

La aludida dijo...

Pues si, ha sido el partido más emocionante de todos los que he ido con diferencia, es de los que hacen afición y de los que muestran lo que pueden dar de si los jugadores física y sobretodo mentalmente.
Los alemanes se rindieron, no se creyeron capaces de defender lo que, durante casi todo el partido fue suyo, los de Talant les ganaron por calidad, sino no habrían llegado a la final pero sobre todo por coraje.
Alé Ciudad Real alé, alé….

Pogorelov dijo...

El jugador que más me gustó fue Chema. En la segunda parte me puse a corregir exámenes mientras tenía la tele de fondo, cuando empezamos a remontar no dejé de corregir porque creo que es lo que nos trajo buena suerte.

Anónimo dijo...

Olé, olé y olé. Vaya crónica. Con un poco de retraso por mi incorporación tardía al trabajo esta semana y por el empanamiento mental que me poseyó ayer, te felicito con todas mis fuerzas. Hemos estado fuera de la ciudad este fin de semana pero gracias a tí es como si hubiéramos vivido el partido en directo. He sentido el latir acelerado de mi corazón y sobre todo aún tengo pelillos de punta tras leerte.
Enhorabuena y gracias, Wayne.
Oeee, oe, oe, oeeeee

1ºBchCCSS dijo...

Increiblemente increible, yo tambien estuve alli y fui uno mas de los muchos que perdieron la confianza...