viernes, 5 de junio de 2009

Yo no estuve allí: El Rey Arturo (III)

Como consecuencia de todo lo explicado en el artículo anterior podemos concluir que a mediados del siglo XII ya se existía en la tradición oral europea historias y leyendas en torno al mito artúrico. A lo descrito anteriormente podemos añadir la Vita Gildae de Caradoc de Llancarvan, anterior a 1136, donde se narra el secuestro de Guennuvar, esposa de un rey llamado Arthur, por parte de un tal Melvas, lo cual es perfectamente identificable con el posterior relato de Chretien de Troyes del rapto de Ginebra a manos de Maheloas. Otra prueba de la existencia de esta tradición oral, más allá de lo literario, nos la ofrece el monje francés Hermann de Laon, que en su obra “De Miraculis Sanctae Mariae Laudunensis” (1146) describe cómo a unos monjes en peregrinación por Britania en el año 1131les fueron mostrados en Devon el horno y el trono de “Arturius famosus secundum fabulas Brittanorum Rex” (Arturo, célebre rey de los Britanos según las leyendas).Por último, también de esos inicios del XII, cabrían señalar los relieves referidos a un tal “Artus de Britania” en una escena de rapto y rescate de dama presentes en la Catedral de Módena, en la región Emilia de Italia, esculpidos entre 1099 y 1106 y acompañados de otros donde aparecen otros personajes del mito artúrico (Caradoc, Galván, Mardoc…).


Como he dicho antes, la aparición más profusa y prolija de Arturo se encuentra en la Historia Regnum Brittaniae de Geoffrey de Montmouth. Este monje que vivió en la primera mitad del siglo XI relata en ésta, su obra más famosa (aunque tiene otras relacionadas como Las profecías de Merlín y Las vidas de Merlín), la historia de Britania desde el primer asentamiento de un tal Bruto, descendiente del héroe troyano Eneas, hasta el siglo VII. Según él mismo asegura, en esta obra se limita a traducir al Latín la historia de los reyes de Britania escrita en un libro en lengua britona que había llegado a sus manos gracias al Archidiácono Walter de Oxford, universidad en la que el de Montmouth cursó estudios. Se puede asegurar casi con total seguridad que ese libro del que habla no es más que una mera invención con el fin de dotar de autoridad a lo que narra en su historia. Hay que dejar claro desde el principio que esta Historia de los Reyes de Bretaña es una composición mucho más cercana a la fantasía que a la historia. El autor reúne algunos aspectos de la historia britana insertos en obras anteriores como las comentadas Annales Cambriae, Historia Brittonum o De Excidio Brittanae y los mezcla con leyendas y relatos procedentes de la tradición oral y poética galesa y romana.

No es el Arturo de Geoffrey de Montmouth el personaje que posteriormente alcanzó fama; ni siquiera es el principal protagonista de la obra. La vida y obra artúrica es muy distinta de la que la posterior novela de caballerías van a crear y difundir por todo el orbe. Eso sí, aparecen aquí ya muhos personajes que formarán parte del ciclo literario artúrico posterior y de la visión “ortodoxa” del mito. Según este monje galés Arturo es hijo de Uter Pendragón, llamado así (Cabeza de Dragón) por el dragón de oro que le sirve de estandarte para conmemorar la noche en que gracias al rayo que salía de la cabeza de un dragón de fuego que emitía una estrella se convirtió rey de Britania debido a la muerte de su hermano Aurelio Ambrosio. Ambos eran hijos de Constantino, rey de Britania tras expulsar a los invasores germanos (pictos y hunos), noruegos y daneses, y en cuyo linaje confluyen la nobleza britana y la romana. Úter vence a los invasores sajones, que se habían establecido en Britania gracias al taimado y vil rey Vortigern, a cuyo hijo Pascencio y al rey de Hibernia Gilomán había derrotado para convertirse en rey, y en los festejos por la victoria se enamora de Ingraine, la esposa del Duque Gorlois de Cornwall, el más fiel de sus vasallos. Las circunstancias del nacimiento de Arturo que forman parte de las leyendas artúricas parecen proceder de esta obra: Uter pide ayuda a Merlín y el mago lanza un hechizo que le da la forma de Gorlois, gracias a lo cual yace con Ingraine y engendra a Arturo. En este caso Arturo no es separado de su padre ni criado como un escudero. Posteriormente Uter morirá envenenado por lo sajones, y Arturo se convierte en rey con tan sólo quince años.

En las siguientes batallas en las que lidera al pueblo britano Arturo da cuenta a menudo de los invasores germanos, que se nos presentan maliciosos y taimados a pesar de los esfuerzos del nuevo Pendragón por conseguir la paz. Del matrimonio de la hermana de Arturo, Ana (posteriormente conocida como Morgana), con el duque Lot de Lodonesia, nacen Gawain y Mordred. Como vemos, aquí Mordred es sobrino y no hijo incestuoso de Arturo. Por cierto que no sólo la fantasía hace dudar del rigor histórico de esta narración; también su incoherencia interna. Ana (Morgana), supuesta hermana menor de Arturo, había aparecido antes como esposa de Budicio desde los tiempos de Aurelio Ambrosio y madre de Hoel, rey de los britanos armoricanos. Así, Ana (Morgana) debía de tener un hijo mayor que ella misma y haberse casado una primera vez antes de haber nacido y una segunda vez con un hombre más joven que su hijo pero mayor que su hermano mayor. Un lío, vamos.

Tras esto, Arturo se casa con Ginebra, perteneciente a una familia noble romana. En los años en que gobierna, Arturo conquista Hibernis (Irlanda), Islandia, Noruega, Dinamarca y toda la Galia. Igualmente entra en confrontación con Roma, gobernada por el emperador León. Cuando se dispone a cruzar los Alpes para atacar Roma, recibe la noticia de que su sobrino Mordred, al que había encargado la regencia, se ha apoderado del trono y proclamado rey, además de casarse adúlteramente con Ginebra. Arturo vuelve para recuperar su corona y vence al ejército de Mordred, compuesto por sajones, hiberneses, pictos y escotos (por tanto, extranjeros). Mordred huye y Ginebra se mete a monja para purgar su pecado. Tras emprender la búsqueda de su felón sobrino, Arturo y Mordred se enfrentan en la batalla del río Cammlan, que acaba con la muerte de Mordred y con el rey mortalmente herido. Arturo se retira definitivamente a Avalón y deja la corona en manos de Constantino. Esto sucedió, según Geoffrey de Monmouth, en el año 542.

Esta crónica de Monmouth se inscribe en la realidad política de su época, e intenta justificar históricamente la conquista del normando Guillermo I del territorio britano y presentar a un pueblo sajón ruin e infame pues no en vano esta nueva dinastía sustituía a la anterior sajona personificada por el derrotado y muerto en la batalla de Hastings (1066) Haroldo de Wessex.

Como vemos, en esta obra Arturo se convierte en parte de la historia británica como elemento importante de resistencia britana (romano-britana; vemos cómo se le entronca con una genealogía romana y se casa con una noble romana) frente a las invasiones germánicas (sajones en especial). Ésta visión del monarca como elemento “civilizador” heredero del imperio romano supondrá su uso por parte de las nuevas elites sociales y políticas bajomedievales (nobleza, monarquía, Iglesia) como símbolo de perfección ética y moral y ejemplo de buenas costumbres.

Lo importante de esta crónica es que con su traducción a las lenguas romances se convertirá en fuente de inspiración para la incipiente novela cortés o novela de caballerías, en la cual el mito artúrico jugó un importante papel. Ambas, el mito y la literatura caballeresca, se retroalimentan: si lo artúrico proporciona hechos y personajes sobre los que construir las narraciones, las novelas conformarán definitivamente la leyenda de Arturo y sus caballeros de la Tabla Redonda. En esto destaca la obra de Chrétien de Troyes, escrita a mediados del XII, en cuyas obras Yvain, el caballero del León, Lancelot, el Caballero de la Carreta o Perceval, el cuento del Grial expanden el mito artúrico y le dotan de un nuevo significado cristiano (incluyendo las primeras referencias a la búsqueda del Grial).

Chrétien de Troyes, uniendo las leyendas artúricas, la canción de gesta, la tradición poética celta-galesa y las crónicas britonas, sienta las bases de lo que será la novela europea durante siglos: aventuras, amor cortés y fondo cristiano. Además es el primero, al menos que se sepa, que utiliza el verso romance tal y como lo conocemos actualmente. Destaca entre sus obras la última, que además dejó inacabada: Perceval, el cuento del Grial. Resulta especialmente misteriosa esta composición por cuanto además de no poder acabarla, en ella habla de un manuscrito titulado El Cuento del Grial proporcionado por Felipe de Flandes, benefactor del escritor y autor del encargo, que sería la base de esta novela ¿Existió este manuscrito, o es un invento del autor al modo que antes ya había hecho Geoffrey de Monmouth? Lo desconocemos, aunque me inclino por lo segundo.

Previo a la aparición de la obra de Troyes, la obra de Monmouth fue la base del Roman de Brut de Wace, que supone la primera aparición del mito artúrico en la literatura francesa (está escrita en anglo-normando, un antecedente del francés). Wace lo dedica a la reina Leonor de Aquitania y relata la historia de los antepasados del rey Enrique II, remontándose de nuevo a Brutus de Britania y al propio Eneas. Su gran innovación: la aparición de la tabla redonda, que simboliza la situación de Primus inter pares propia del rey en las incipientes monarquías feudales.

A partir de Wace y Chrétien de Troyes la literatura artúrica francesa crece y se expande con Le Bel Inconnu, de Renaut de Beaujeu y Joseph d'Arimathie y Estoire del San Graal de Robert de Boron. En el siglo XIII aparece el Perlesvaus o Libro del Alto Grial y, sobre todo, el Lanzarote-Grial, también conocido como ciclo de La Vulgata o el Pseudo-map. Se trata de cinco volúmenes escritos en francés en un principio atribuida erróneamente al galés Walter Map. Consta de cinco historias: Estoire del Saint Graal, sobre José de Arimatea y su hijo Josefo llevando el Grial a Inglaterra; Estoire de Merlin, sobre el mago y su relación con Arturo; Lancelot propre, que tras narrar las aventuras de Lanzarote y algunos de sus camaradas culmina con los amoríos entre éste y la reina Ginebra; Queste del Saint Graal, sobre la búsqueda y hallazgo del Grial por Galahad; y Mort Artu; acerca de la muerte del Rey en batalla con Mordred. Con esta obra, La Vulgata, se puede considerar que los aspectos más conocidos de la leyenda artúrica se encuentran ya asentados, convirtiéndose así en la principal fuente de La Mort d´Arthur de Thomas Malory (siglo XV).

La influencia de la obra de Chrétien de Troyes no se quedó sólo en Francia. Tomando como referente la obra inacabada del francés, el alemán Wolfram von Eschenbach compondría su Parzival, que seis siglos después inspiraría la ópera Parsifal de Richard Wagner. Parzival supuso la primera de las muchas obras de tema artúrico en la literatura germana como el Lanzalet de Ulrich von Zatzikhoven o el Gauriel von Muntabel de Konrad von Stoffeln.

También la literatura hispana se vió influenciada por Chrétien de Troyes en la aparición de las novelas de caballería a finales del XV, entre las que destaca, tanto por su significación dentro de las mismas como por su relación con los mitos artúricos, el Amadís de Gaula.

¿Y en el lugar de origen de todo esto? La literatura inglesa sólo había aportado el Brut de Layamon, de la primera mitad del siglo XIII y escrito en Middle English, una de las versiones medievales del idioma inglés y basado casi por entero en la Crónica de Monmouth. A fines del siglo XIV, sin embargo, aparece una de las piezas más valoradas de entre toda la literatura artúrica: el romance de Sir Gawain y el Caballero Verde. Constituido Gawain en ejemplo de moral cristiana, arrojo vital para afrontar el destino y fidelidad a los principios y valores personales, pero no exento a pesar de todo de humana debilidad, esta historia ha cautivado a los lectores durante siglos. Igualmente se trata el tema del amor cortés, erigiéndose su protagonista en paradigma del mismo (amor que debía ser adúltero , pues no en vano el matrimonio no era una opción personal y no dependía del amor, pero espiritual y no carnal en la mayoría de los casos, aunque una de las excepciones forma parte del propio ciclo artúrico en las figuras de Lancelot y Ginebra). Este romance fue escrito en una variedad del Middle English propia de las Midlands. Es de destacar que uno de los principales estudiosos del mismo, y coautor de una traducción y edición del mismo, fue Tolkien.

Y nos encontramos con la configuración definitiva y más popular del mito artúrico: La Muerte del Rey Arturo ( La Mort d´Arthur) de Thomas Malory, publicado en 1485. El autor compila en este libro historias anteriores, que él reinterpreta, y las enlaza con nuevos relatos surgidos de su imaginación. Así, en los 21 libros en que se divide la obra, Malory aborda desde el nacimiento de Arturo hasta su muerte, así como un sinfín de aventuras protagonizadas por el propio rey y por sus caballeros de la Tabla Redonda. Aunque se desconoce la verdadera identidad de quién se oculta tras este nombre, parece probado que se trataba de un noble militar que sirvió en la Guerra de los Cien Años en las filas inglesas y que lamentaba, una vez finalizado el conflicto, el “fin de la era de los caballeros”. No iba mal encaminado el tal Malory, pues nos encontramos en el cambio de era que supuso este final del siglo XV con la aparición del Renacimiento y el Humanismo. Esta obra bien podría ser clasificada como la ortodoxia artúrica, al englobar las distintas visiones que de los relatos artúricos se hicieron anteriormente e intentar dar una versión de compromiso para los casos en que existían distintas exposiciones de un mismo relato. Así, será la base de las reinterpretaciones modernas del mito por parte de T. H. White (en el ciclo de novelas conocido como The Once and Future King) y John Steinbeck (Los Hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros), ambas ya en en siglo XX y que serán comentadas más adelante.

Pero por hoy aquí nos quedamos, habiendo finalizado la formación de la leyenda artúrica a lo largo de la toda la Edad Media. Arturo y sus caballeros perderán presencia literaria en los siglos posteriores, siendo en el XIX cuando se renueve el interés por estos personajes y el fantástico mundo que les rodea.

3 comentarios:

Arturo Jesús Fernando Carlos dijo...

Macanudo como quedó. Para cuando la teleserie.

Anónimo dijo...

¡Albricias! Es la tercera vez que intento publicar un Comentario en Arturo III.

No era anónimo, era yo dijo...

¡Se ha publicado! (Ahora es cuando tenía que decir lo de albricias)