miércoles, 26 de diciembre de 2012

Yo no estuve allí: ¡Ya vienen los Reyes...!

Como estamos en navidad, actualizaré un poquito el blog, pero sin pasarme, que sigo en las mismas condiciones de excesdo de cargos y desesperanza espiritual a las que aludía en la entrada anterior.

Entrando en la (falsa) polémica despertada en los medios de des-información por el libro "La infancia de Jesús" del Papa Benedicto XVI, donde no hace otra cosa que recordar lo que los evangelios narran sobre este acontecimiento (todo lo demás sería cosa de la tradición de 2000 años), y en relación a la cual hemos tenido que soportar gilipolleces como que "el Papa retira al buey y la mula del pesebre" o, peor aún, "los Reyes Magos eran andaluces" (esto último es para estar dándole de palos al periodista hasta el día de Reyes, por lo menos), voy a recuperar una parte de una antigua entrada donde hablo precisamente de esta tradición "tan española" (la de los reyes, no la de que los medios de comunicación tergiversen la realidad, que también)

Los tres Reyes Magos, sí, eso sí viene al caso. Que no eran ni tres, ni reyes. La única mención de la Biblia a estos “visitantes” se hace en el evangelio de Mateo. Su historia de cuenta en el capítulo 2, versículos 1 al 13. En él se cuenta que unos magos (o sabios, depende de la traducción, aunque sin decir el número) llegaron a Israel y preguntaron a Herodes si sabía dónde había nacido el rey de lo judíos. Herodes, celoso de que alguien le pudiera quitar el trono, mandó a estos sabios que siguiesen el rastro de la estrella que les había guiado hasta allí, y que, cuando encontrasen al niño, le avisasen para poder ir a adorarle él también. Los magos siguieron la estrella hasta Belén, entraron en casa del niño, le hicieron sus tres regalos (oro, incienso y mirra) y, avisados por un ángel de las aviesas intenciones de Herodes, volvieron a su tierra sin avisar al taimado rey. ¿De dónde sale lo de tres? Pues parece que debido al número de regalos. Tres regalos, tres sabios. Al menos esto fue así desde el siglo IV. Hay tradiciones, por ejemplo la armenia, donde los sabios/magos, son doce. Y lo de reyes, pues tampoco es seguro. Lo normal sería relacionarlos con la astronomía, pues al fin y al cabo seguían a una estrella, y así hacen los exegetas más rigurosos. Dotarlos de condición real es cosa de la tradición, y se hizo para ajustar la historia con la profecía del salmo 72 de Salomón, donde se dice que al rey de los judíos los reyes de tres naciones traerán tributos (Tarsis, Seba y Sabá) y ante él se postrarán. Pudo ser San Cesáreo de Arlés, en el siglo VI, el primero en “coronarles”. Y no digamos ya lo de los nombres (aparecen “bautizados” ya en inscripciones del siglo VI y son nombrados y descritos por Beda el Venerable, en el siglo VIII, que además contribuye a que se los represente conforme a las tres edades de la vida: Melchor el anciano, Gaspar el adulto y Baltasar el joven), y lo del rey negro, que es la parte más “moderna” de la tradición (a partir del XIV, cuando se identifica a cada uno de los reyes con las tres razas humanas que se conocían: europeos, asiáticos y africanos). Vamos, que esto de los reyes magos se merece un artículo aparte

3 comentarios:

Colorines dijo...

Muy interesante pero muy escueto para lo que nos tienes acostumbrados, 0jalá los tres ó doce reyes (o no) magos te traigan tiempo y tranquilidad para dedicarlo a lo que te apetezca sea escribir, leer, saltar alto, saltar bajo, o rascar cabezas

Wayne dijo...

Y usted que lo vea... Pero por experiencia le digo que leer y escribir es difícilmente compatible con saltar alto, saltar bajo y rascar cabezas.

Jose carlos dijo...
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