Una de las bases de cualquier movimiento político o social es la comunicación. El traslado de la información sobre acontecimientos, programas, proclamas, etc. es primordial para el éxito de las acciones de los grupos humanos en relación con su contexto.
Lo estamos viviendo en la actualidad, con la importancia que ha tomado internet, y en especial twitter, en la reciente oleada de revoluciones en el mundo islámico, así como en el controvertido movimiento 15M en España. También se hizo famoso el “pásalo” enviado por sms tras el atentado del 11M y que jugó un papel trascendental en la primera victoria electoral de Rodríguez Zapatero en España.
La aldea global en que se ha convertido nuestro planeta gracias a las tecnologías de la información y la comunicación nos permiten saber casi al segundo lo que ocurre en cualquier punto de la geografía (otra cosa son los intereses de los que controlan esta tecnología, o si verdaderamente es “democrática y universal”, es decir, llega a todo el mundo y en las mismas condiciones). Sin embargo, esto es algo relativamente nuevo.
En los siglos pasados, la transmisión de noticias era mucho más lenta y dificultosa por cuanto se tenía que hacer de viva voz o a través de misivas que viajaban por el mundo portadas por mensajeros. Sin duda, el correo más famoso de la historia fue
Filípides, el joven griego, que dio lugar a la famosa leyenda del Maratón, de la que existen dos versiones: la más romántica es la que nos cuenta que llevó la noticia de la victoria de los atenienses ante los persas a Atenas para evitar que las mujeres atenienses matasen a sus hijos y se suicidasen, como habían planeado en caso de derrota griega, para lo cual recorrió unos 40 kilómetros; Herodoto, en cambio, nos cuenta que en realidad recorrió los 240 km. que separan Atenas de Esparta en tan sólo dos días para pedir ayuda a los espartanos.
En la literatura, el mensajero más célebre es Miguel Strogoff, “el correo del zar”, que en la imaginativa mente de Julio Verne evita con su epopeya a través de la estepa rusa una invasión tártara. Sin embargo,
en este artículo quiero referirme a dos figuras, cuya actuación tuvo similitudes en la forma y alcance de su gesta, pero cuyo reconocimiento en sus respectivas historias nacionales dista bastante: Paul Revere y Pedro Serrano.
Paul Revere es una figura muy conocida y apreciada en los EEUU. Todo niño estadounidense conoce la historia de este patriota y su famosa “cabalgada de medianoche”. En el transcurso de la guerra de la independencia norteamericana, este industrial de éxito ideó un sistema para avisar con antelación de los movimientos de los británicos. Así, sus informantes, por medio de la luz de lámparas encendidas, le comunicaron en la noche del 11 de abril de 1775 que las tropas realistas avanzaban a través del Río Charles en dirección a Lexington y Concord, donde los rebeldes guardaban un importante arsenal. Conocido esto, Revere inició un recorrido a caballo avisando a los patriotas de las acciones británicas al grito de “the Regulars (así conocían a las tropas del rey Jorge) are coming!”, lo que permitió que se prepararan las defensas y se ganase la batalla, protegiendo el arsenal y evitando que figuras tan importantes como John Hancock cayesen en manos británicas. Al terminar la guerra, la hazaña de Paul Revere fue celebrada y pasó a la historia de los EEUU, convirtiéndose en una leyenda nacional. Bien es cierto que la historia tampoco ha sido justa en este caso, pues Revere contó con el apoyo de otros dos jinetes, William Dawes y Samuel Prescott, cuyos nombres han quedado olvidados. Buena parte de culpa de la fama que la figura de Revere ha obtenido la tuvo el poeta Longfellow, que en su obra “Paul´s Revere ride” puso las bases de su leyenda.
España, en cambio, y como es bien sabido, gusta más de olvidar a los protagonistas de su historia, y, en caso de recordarlos, prefiere hacerlo para censurarlos y vituperarlos. Por ello no es de extrañar que el nombre de Pedro Serrano nos sea desconocido, al igual que lo es buena parte de nuestra historia, sobre todo porque muchos llevan varias décadas considerando que ésta empieza en la guerra civil. Empero, estamos en años de bicentenario de otra de nuestras guerras, una de las más crueles pero también la más patriótica de nuestro acontecer histórico, que llevó a la nación española a luchar por un objetivo común, e incluso puso la bases de la libertad en nuestro país, evidenciando que no necesitábamos la tutela de un rey absoluto. Pero, como todo lo que habla de España y la nación española, ha sido relegada al olvido, poniendo el foco en otros hechos que magnifican lo que nos separa. Pedro Serrano fue protagonista del levantamiento que dio origen a la guerra de la independencia española tras la invasión napoleónica de 1808. Como todo el mundo debería saber, el 2 de mayo de 1808, tras haber forzado Napoleón a Fernando VII y Carlos IV a cederle la corona de España y habérsela entregado éste a su hermano José, las tropas francesas sacaban de España al último miembro de la casa real que aún quedaba en Madrid, el infante Francisco de Paula. El pueblo de Madrid, ante esta situación, y al grito de “¡Que nos lo llevan!” se amotinó contra las tropas de ocupación mandadas por Murat. La brutal respuesta francesa enardeció los ánimos de los madrileños y españoles que poco a poco iban conociendo la noticia. Ese día hizo que pasaran a la historia nombres como los de los capitanes Daoiz y Velarde, que apoyaron el levantamiento de las clases populares desde el Parque de Artillería de Monteleón, o lo de las mujeres Manuela Malasaña y Clara del Rey. Los políticos Juan Pérez Villamil y Esteban Fernández de León, éste último testigo directo de lo acaecido en la capital, urgieron a los alcaldes de la vecina localidad de Móstoles, Andrés Torrejón y Simón Hernández, a publicar un bando, previamente preparado por ellos, que llamase a todos los españoles a tomar las armas frente a los invasores gabachos. Este bando, a la vez declaración de guerra a Francia y petición de auxilio a los compatriotas, debía ser hecho público por los alcaldes ordinarios y demás autoridades de las localidades en que fuera recibido. En este punto aparece la figura de Pedro Serrano, jinete que ejercía de postillón (mozo que iba a caballo delante de las postas), y que se ofreció a transmitir y entregar copias del documento por los municipios del Camino Real de Extremadura. En dos días recorrió más de 400 km., cambiando de caballo en las diferentes postas, y llevando por localidades extremeñas y andaluzas la llamada a un levantamiento general armado que tras cinco años de guerra expulsará al invasor de España.
Contrasta, pues, lo poco que sabemos de este Pedro Serrano, y lo poco que nos hemos hecho eco de su nombre, con el papel otorgado al que, como él, llevó noticias de sublevación y rebeldía contra la opresión poco antes y a un océano de distancia, Paul Revere. Eso sí, creo que todos convenimos, conociendo a los americanos y conociendo España, que no resulta extraño ni la leyenda fabricada por aquéllos, ni el olvido al que hemos relegado a nuestro compatriota. Ambas circunstancias nos dicen mucho de ambos países, de cómo se ha construido su historia, y de cómo encaramos el futuro. ¿Las conclusiones? Que cada uno saque las suyas. Yo me limito a constatar la disparidad con que la historia ha tratado a ambas figuras.
Leer más...