Con el brazo todavía dormido por haber tenido a la niña durmiendo la siesta encima con el fin de que no se despertase y con ello evitara el sueño de mi santa esposa (todo sea por tenerla de buen humor; guiño, giño, codazo, codazo, ya me entendéis)no me resisto a expresar aquí mi estupefacción y cierto desagrado por haber presenciado el mayor desfile de imbéciles por metro cuadrado al que se puede asistir, creo, en el mundo. Por supuesto, no me refiero a los esforzados y heroicos ciclistas, ni a los dignos aficionados al ciclismo sino a aquellos que han robado el protagonismo de ete tipo de etapas tanto a unos como a otros y amenazan con provocar cualquier día un serio incidente. De verdad, no he visto tanto tonto junto y en menos espacio/tiempo en mi vida. Me da pena porque lo que se suponía era un espectáculo deportivo lo están convirtiendo en un esperpento inaguantable. Razón tiene la máxima: "hay más tontos que botellines"; pues hoy la mayoría se habían concentrado en la subida al Tourmalet. Un macrobotellón de ridículos y egocéntricos patanes. Pero esto es lo que hay. Uno intenta resguardarse de tales a-personalidades guareciéndose de la televisión basura y de los actos de celebración pública de la estupidez, pero te persiguen hasta yendo en bici por lo que se ve. Resulta frustrante que atendiendo a un espectáculo de superación como es el ciclismo, el poso que me deja es que para la humanidad, por este camino, no hay remedio. Y, más allá, si esto es lo que hay, mejor que no lo haya. "Que paren el mundo, que me bajo".
jueves, 22 de julio de 2010
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