martes, 28 de septiembre de 2010

Belén de España


Por razones creo que evidentes el dichoso video de la Esteban me ha tocado de cerca. En uno de esos correos electrónicos que rebotan por aquí y allá, me ha llegado el de una profesora que se queja del “síndrome de la Esteban”, en relación a cómo una persona que se jacta de su ignorancia y la presenta como algo positivo influye en la mentalidad de los jóvenes de hoy en día, que imitan tal actitud. Estoy bastante desconectado de las vicisitudes de esa señora (cada mes que pasa estoy más satisfecho con el dinero que me dejo en la tv de pago, ahorrándome bazofias como La Noria, el Sálvame, etc.), pero es difícil impermeabilizarse de forma absoluta a su influjo, porque siempre hay alguien que intenta comentarte, como si fuese algo de interés general, las vicisitudes de la autoproclamada “princesa del pueblo” (argh). Generalmente es mi madre, pero como “hay confianza”, enseguida la corto y le digo que no siga por ahí, que no quiero saber nada de ese tema. La conversación suele acabar en discusión con mi querida progenitora, pero al menos me ahorro conocer los detalles de la ínclita ex -señora de Ubrique. Cuando el tema lo saca otra persona con quien no haya confianza, uno intenta desviarlo de la manera más discreta posible, no sea tachado de snob o ”intelectual”(esto último es para muchos, curiosamente, un insulto). Pero, como digo, es imposible zafarse de las andanzas de la señora. La pena, es que al final, para que te dejen en paz, hay que dar la opinión que nos merece, y ahí es cuando uno cava su propia tumba, además de sentirse mal porque, las cosas como son, seguramente quien menos culpa tiene de lo que le está pasando y la importancia que ha tomado su figura es la propia Belén Esteban.El caso es que tiran a uno de la lengua y tiene que decir que le parece una pobre payasa, una maleducada ignorante encumbrada por aquellos que igualmente lo son, una broma de carne, hueso y cirugía, y que es uno de los peores reflejos de este cada vez más perdido y desorientado país. Y es entonces cuando la lías, porque estos personajes encumbrados por el imaginario popular suelen provocar una adhesión irracional y fanatismo por encima de los partidos políticos o incluso de los clubes de fútbol. Además, a falta de rasgos positivos que aportar, hacen de sus carencias su principal valor, utilizadas como bumerán dialéctico que se vuelve en contra de quien las hace patentes, que sufren la acusación de crueles, pedantes, y pretenciosos. Por supuesto, su figura no resiste un debate reflexivo y racional, pero si esta situación fuese la habitual ni estaríamos hablando de tal personaje ni estaríamos en España.

Lo más dañino y perjudicial de esta señora es que se convierte, seguramente sin intención propia, en un modelo a seguir por el resto de ciudadanos, especialmente los más jóvenes, que observan cómo una persona sin formación ni educación y tremendamente egoísta y ególatra, se convierte en el referente de todo un país. Es más, es un vademécum de lo peor de la sociedad, desde la ignorancia y la estupidez más “natural” y simple, hasta los deseos de vivir del cuento y la apetencia por conocer los asuntos más banales y escabrosos de la vida de los demás. Un monumento manufacturado en carne a lo más bajo y más zafio de la especie humana. Y lo peor no por su mala educación, su ignorancia, ni todas las censuras que se pueden hacer a su forma de hablar, vestir o incluso vivir. Lo peor es la apología de la inanidad, de la estupidez, de la banalidad y la cortedad de miras, de la pobreza de espíritu y el nihilismo cognitivo, de la regresión cultural y la miseria moral. Y no es culpa suya, sino de esta sociedad donde los conocimientos, el trabajo, el sacrificio y la razón están proscritos. Una sociedad indecente, injusta e incorregible, donde unos pocos se aprovechan de la estupidez de la mayoría cultivando fenómenos como éste de la Esteban. Una sociedad que lejos de asumir e intentar acabar con sus vicios y carencias, los disfraza de pecadillos veniales cuando no los traviste de virtudes y los potencia y los lega como modelos a las nuevas generaciones para perpetuarlos.

Tengo claro que este fenómeno no es nuevo. Belén Esteban no es otra cosa que un Jesús Gil con tetas, un Ruiz Mateos de pechos y labios operados, un Pozí sin chepa o un cuñaaaaaaao con mal de amores. Todos ellos, sin embargo, para desgracia patria, multiplicados exponencialmente en su influjo sobre las mentes de los españolitos y españolitas de andar por casa. Quitándole el glamour y la belleza, podríamos hablar de una Marilyn cañí, con la que por desgracia (Dios no lo quiera) no me extrañaría que compartiera trágico destino en cuanto su popularidad decaiga y la dirigida pero caprichosa masa muestre su hastío. La proclamada “princesa del pueblo” también admite cierta comparación con aquélla británica de misteriosa y desdichada muerte, siempre y cuando admitamos la superioridad de la cultura británica y demos la razón a Victoria Beckham cuando decía que “España huele a ajo”. La Esteban bien podría ser una lady Di con olor a ajo, princesa de la España de pandereta. La fatal expresión que nos caracterizó en el pasado, “que inventen ellos”, retorna a nuestra historia con tintes chabacanos echando un telón zurcido de bragas y calzoncillos (con zurraspas, claro) a la esperanza de la educación en España. Así nos va, y no esperen que la cosa cambie.

Echo mano de un documento proscrito, que estaría en la lista de los libros prohibidos de la sociedad actual si la hubiere: el diccionario. Busco la palabra gilipollas. Me remite a gilí. Ésta me la define como tonto o lelo. Abundo en la búsqueda de ambas. Tonto, en su primera acepción, adjetivo que caracteriza al “falto o escaso de entendimiento o razón”. Lelo, en su única acepción, “fatuo, simple y como pasmado”. Me gusta lo de fatuo, e indago sobre el término. Su primera acepción es casi calcada a la misma de tonto. La segunda, “lleno de presunción o vanidad infundada y ridícula”. Todos los términos me valen. Y expreso mi opinión (en cuanto al "personaje", se entiende, pues a la persona no la conozco) aunque nadie me la haya pedido, como se suele hacer en este país. Belén Esteban es gilipollas y fatua. Como aquellos que la escuchan y la toman como ejemplo y eje central de sus vidas. Como esta España, en suma. Belén de España.

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