No sería de extrañar que durante un tiempo este blog se mantenga sin actualizaciones. He decidido, a la fuerza ahorcan, tomarme un descanso debido al poco tiempo que me deja la paternidad, ya que intento utilizar el tiempo que la niña me deja libre para recuperar mis costumbres pre-paternas, y bastante es que consiga sacar algún minuto para las primeras de la lista (la lectura y el ejercicio). Por lo tanto, me tomaré un respiro a ver si dentro de poco vuelvo con fuerzas renovadas (y más tiempo).
Aprovecho esta entrada para comentar un poco la indignante actualidad de nuestro país. Las últimas actuaciones políticas de nuevo me reafirman en dos de mis ideas: qué vergüenza de políticos tenemos en nuestro país aunque, eso sí, tenemos lo que nos merecemos. Que cargos públicos pidan que se conculquen las leyes en nombre de una soberanía popular cuya única expresión es precisamente la ley es un ejemplo de desvergüenza, irresponsabilidad y mezquindad casi insuperable. Nunca desde el inicio de la democracia la división de poderes ha estado tan en jaque. Después se llamarán a sí mismos demócratas, pero no dejan de ser trileros de la política, populistas de la peor ralea y especuladores de la ignorancia y la mentira. Y todo porque no tienen cojones para cambiar la constitución, no sea que se les venga abajo el chiringuito, o que la realidad sea distinta de la que ellos se han pintado e intentan proyectar a la sociedad.
Pero lo verdaderamente democrático en un Estado de derecho, a ver si dejamos de marear la perdiz y de tratar a la gente como imbéciles, es gobernar conforme a la ley, y si esa ley no nos gusta, la cambiamos por otra, porque la propia ley legisla sobre cómo hacerlo (por eso estamos en un Estado de derecho). Lo que es indecente es apoyarse en la supuesta voluntad del pueblo para saltarse a la torera la verdadera expresión de la soberanía popular, que en estos momentos es la Constitución de 1978, que en su articulado explica, la pobre, cómo cuando los españoles decidan que hay que cambiarla, ha de hacerse. Pero claro, no hay huevos, porque cientos de impúdicos vividores dependen de un victimismo que esconde la anacronía de un sentimiento nacional marchito basado en el egoísmo y la insolidaridad cimentados en mentiras históricas y metafísicos sentimientos incoherentes con los que después reniegan de toda casuística supraterrena; amén de los que subsisten con millonarios salarios azuzando el espantajo del malo malísimo, que siempre es el PP, y que todo lo que no sea la llegada de los "fachas" estará bien, aunque sea el país con más paro de Europa, y el que más rápido camina hacia la desigualdad de sus ciudadanos (lo que no sé es cómo no nos han mandado a tomar por culo ya de la UE, ¿qué pensarán los alemanes o franceses, que han pagado nuestros fondos de cohesión europeos las dos últimas décadas, ante las quejas indecentes de las “nacionalidades históricas” -juas, juas- sobre su “excesiva” -de nuevo juas, juas- contribución a los gastos del resto del país -andaluces y extremeños, panda de vagos paniaguados…-?). Por cierto, ¿no es curioso que nunca se pongan de acuerdo en el número de perosnas en las "manifas" salvo el otro día en Barcelona, en la "marcha de un millón -rejuás- de catalanes"? Qué cosas...
Todo esto, aparte de tener estos fariseos políticamente correctos su mejor seguro de vida en el funesto sistema educativo que permite que sus milongas e inventos se sustenten ante la incapacidad crítica de los ciudadanos a los que han intentado negar (a todos no lo han conseguido) la capacidad de, simplemente, pensar. ¿Cómo van a arreglar la educación, si la ignorancia les da de comer todos los días? (bueno, les da de comer y les paga los viajes, los trajes y la decoración de la casa). Pero que no me vengan con que fíjate qué listos somos, cómo nos lo hemos montado, que el chiringo plantado en este país llamado de momento España no es nuevo, eh, que como siempre los españoles no hemos inventado nada. “Panem et circenses”, uséase pan y circo. Y cuando escasee el pan, que el circo haga más ruido. A los emperadores romanos les dio para ir tirando más de cuatro siglos, o sea que…
Y es que la vergüenza, la dignidad, la decencia y la honradez son especies en peligro de extinción, para nuestra desgracia (y “su” satisfacción, claro). Dinero también hay poco, y ahí estamos, recortando sueldos y pensiones, ésas que hace dos días alguien, no sé quién sería, algunos imitadores del presidente y de la “vice” que se colaron en los telediarios, nos dijeron que jamás iba a pasar. Estos jodíos imitadores es que nos la dan siempre con queso, oye, y meten al gobierno de ZP en unos apuros… Fíjate tú que debieron ser ellos los que dijeron en las elecciones del 2008 que no había crisis, y que de haber una pequeña recesión se saldría de ella en dos o tres meses, qué casualidad, justo después de las elecciones. También debieron ser estos imitadores los que acuñaron la frase “merecemos un gobierno que no nos mienta”, jejeje. Y así estamos, sin un duro después de haber dilapidado el dinero público en impúdicas y desaprensivas dádivas a fondo perdido (recuerdo a un progresista de pro decirme que las subvenciones que el gobierno de Aznar dio a los pescadores de las rías gallegas tras el desastre del Prestige eran “compra de votos y de silencio”… jua, jua, jua, ¿a qué eso tiene ahora mucha gracia?) Eso sí, como escribía mi admirado Pérez Reverte en uno de sus últimos artículos, para esto que él describe a la perfección sí hay dinero:
“El mayor homenaje a nuestra imbecilidad nacional tuvo lugar en el Senado hace unas semanas, el primer día que allí se utilizaron las diversas lenguas oficiales con traducción simultánea y pinganillo. Ésa es la España que los días de cabreo extremo, cuando aconsejo, como mi abuelo, tener idiomas y una maleta por si hay que largarse, quisiera ahorrar a los jóvenes más lúcidos: un andaluz medio analfabeto, presidente autonómico, hablaba con torpeza en catalán mientras otro andaluz casi tan analfabeto como él, vicepresidente tercero del Gobierno, escuchaba mediante un auricular la disparatada traducción a una lengua, el castellano, que ambos conocían –decir dominaban es excesivo– casi perfectamente. Y mientras, en sus bancos, encantados de estar allí, los cómplices de esos dos sujetos aplaudían”.
Todo sea en nombre de los derechos históricos y de la libertad de los pueblos oprimidos (y es que yo me siento de un opresor que no me aguanto, oiga).
Increiblebleble (por no decir idos todos a tomar por el culo de una puñetera vez, pero no, no lo digo, que hay que guardar las formas que si no mi señora me regaña).
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