viernes, 22 de enero de 2010

Amos que... (VIII)

Vamos con unas cuantas anécdotas históricas más.

Empezamos con este anuncio que una liga de mujeres a favor de la prohibición del alcohol en los EEUU publicaron en 1919 (recordemos que la Ley Seca finalmente se aprobó en 1920 en aquel país):


El cartel dice: “Labios que tocan licor no tocarán los nuestros”… ¿no será un anuncio de güiski usando la psicología inversa?"

(Venga, ahora las acusaciones de machismo de las mentes estrechas de siempre, como me pille la ministra de “igualdá”...)

Pues hala, como soy un “iscociente”, otra anécdota histórica de esas que a las feministas les pone el pelo como escarpias (cuando es un chascarrillo y no hay que darle más importancia, claro). Cuando murió Napoleón, se le notificó la noticia al rey de Inglaterra Jorge IV de la siguiente manera: “Majestad, vuestro peor enemigo ha muerto”. Al escuchar esto, el monarca exclamó: “¿Qué le ha pasado a mi mujer?”.

Vamos con otra de escenas de matrimonio. El confesor del rey de Francia Enrique IV censuraba de manera continua a éste sus aventuras amorosas fuera del matrimonio. El promiscuo monarca francés, harto de tal situación, decidió hacer algo: ordenó dar de cenar perdiz al clérigo todas las noches. Así, hasta que un día el confesor exclamó: “¿Siempre perdiz, majestad?”, a lo que el otro contestó: “¿Siempre reina, padre, siempre reina?”.

Y como estamos algo machistas, seguimos. Italia, siglo XV. Reunión de la flor y nata del pensamiento quattrocentista italiano. Por un lado, los florentinos: por otro, los venecianos. Tras tratar temas más serios (filosóficos, teológicos, políticos, artísticos…) terminaron, cómo no, hablando de “cosas de hombres”… aunque también es cierto que la discusión sobre si el tamaño importa es uno de los primeros y más importantes debates filosóficos de la humanidad. Que sí. En serio. Al menos yo estoy seguro de ello. Bueno, el caso es que el debate se encendió cuando se abordó el tamaño de los atributos de unos y otros. Mientras los venecianos se jactaban de tenerla más grande, los florentinos, por supuesto, lo negaban y se declaraban mejor y más “viriles”. Bien es cierto que todo teórico, nadie se la sacó para hacer una prueba empírica… (si esta discusión la hubiesen protagonizado Locke, Descartes, Hume y Leibniz, por poner un ejemplo, habría sido más divertida) Finalmente, el humanista florentino Poggio Braccolini tomó la palabra: “Evidentemente, los hombres mejor dotados son los venecianos…” Parecía que los de Florencia aceptaban su derrota, pero prosiguió: “…puesto que su miembro viril es de tales dimensiones que cubre enormes distancias… ¿Cómo se explicaría sino que, aún permaneciendo varios años lejos de su hogar a causa de sus prolongados viajes por mar, se encontraran a su regreso con que son padres de dos y hasta tres criaturas?”. Supongo que después de eso, esa reunión de insignes humanistas acabaría como el rosario de la aurora…

Para dar fin a este artículo tan “macho”, una “de cojones”. Ramón María Narváez, militar y político liberal del XIX, siete veces presidente entre 1844 y 1868, con fama de bruto y autoritario. En uno de los Consejos de Ministros que presidía, uno de ellos declaró que antes se cortaba la mano derecha que firmar la disposición que estaban aprobando. Narváez, haciendo gala de una gran diplomacia, le contestó: "Usted no se cortará ninguna mano, con la derecha firmará la disposición y con la izquierda me tocará usted los pelendengues". Y formó, vaya si firmó. Lo que no sabemos si hizo fue lo otro, aunque si Narváez se empeñó, todo puede ser. Esto sí es talante… no del de ZP, pero talante al fin y al cabo…

Precisamente a este Narváez, en su lecho de muerte, el confesor le pidió que perdonara a sus enemigos, contestando el moribundo: “no puedo, porque los he matado a todos. Qué simpático, el hombre.



2 comentarios:

  1. La verdad es que la selección de modelos es “güena, güena” que toda la vida ha habido personas mas agradables de mirar que otras dictase la moda lo que dictase.

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  2. Continuando con el tono machista del artículo, el cartel debería decir lo contrario: "Sólo los que estén mamaos tocarán nuestros labios", refrendando el viejo axioma que relaciona directamente el número de copas de más con la belleza de la mujer, sea ésta como sea.

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