Mi intención era comenzar a hacer un inventario de “disparates” que me he ido encontrando en los exámenes, advirtiendo que lo hacía con todo el aprecio y el cariño del mundo. La mayoría son fruto del despiste, o de un incorrecto uso del vocabulario. Pero se me han quitado las ganas. La verdad es que
no tengo ánimo ahora mismo ni para tomarme estas cosas con humor, como siempre he hecho. Supongo que se me pasará, y volveré a creer que mi trabajo tiene algún sentido, que alguien saca algo en claro de mi esfuerzo y de mis palabras, pero ahora mismo no es el caso. Puedo entender y asumir que haya alumnos que no tengan buena base de conocimientos, como son la mayoría. Puedo entender y asumir que haya chavales que no sean muy despiertos. Puedo entender y asumir que haya estudiantes vagos, y hasta muy vagos. Puedo entender y asumir que haya jóvenes con problemas para leer y para expresarse de forma tanto oral como escrita, los cuales, de igual forma, son multitud. Somos toda la sociedad los responsables de todo esto. Pero
ni entiendo ni asumo que les dé igual todo, que les dé igual no entender nada, que les dé igual no saber leer, que les dé igual no saber ni entender cómo funciona nuestro mundo, ni porqué existen las desigualdades, ni qué opciones se plantean para construir la sociedad del futuro. Que les dé igual pasar por este mundo sin dejar huella. Eso suele ser habitual en muchos, sí, y prácticamente en todos cuando llegamos a cierta edad.
Pero con jóvenes entre 15 y 18 años a los que les da igual todo esto, la batalla está perdida. Han vencido. A lo largo de los siglos siempre los poderosos, las élites, han logrado imponer sus intereses al resto de la sociedad, mantener el statu quo siempre que les ha interesado, acallando las voces críticas con golpes o con dádivas. Pero hoy, me temo, que han logrado la victoria definitiva.
Han matado el sueño a golpe de estupidez y desgana, de sinrazón y desvergüenza. Han vencido. La guerra está perdida. Han matado el sueño, joder.¡Oh, Dios mío!¡Han matado el sueño! ¡Hijos de puta!
Por cierto, ¿sabéis quién era Soichi Yokoi y Hiroo Onoda? Fueron soldados japoneses que estuvieron 27 y 29 años respectivamente luchando en una guerra que ya habían perdido, la II Guerra Mundial. En 1972 dos cazadores encontraron en la isla de Guam a Soichi Yokoi. Cuando le explicaron que la guerra había terminado 27 años antes, él tardó en creerlo. Había leído las octavillas que lanzaron los americanos anunciando el fin de la guerra, pero pensó que era propaganda para confundirlos y obligarles a rendirse. Hiroo Onoda fue descubierto en 1974 por un turista en la isla de Lubang, en Filipinas. Cuando su “descubridor” le comunicó que la guerra había terminado 29 años antes, dijo que no entregaría su fusil y se rendiría hasta que su oficial al mando, el mismo que le había ordenado resistir en la isla, así se lo indicase. El turista volvió a Japón con la noticia. Se localizó a ese antiguo oficial, que por entonces regentaba una librería, y se le trasladó a la isla para ordenar al soldado irredento que depusiese las armas y certificarle que la guerra había terminado. Lo primero que hizo Onoda al volver a Japón, por cierto, fue visitar su propio tumba, que su familia había erigido en su recuerdo.
Pues eso.
No hay batalla perdida en ti, el mundo sólo se cambia desde el individuo, no desde lo social, así que ánimo que no es general.
ResponderEliminarCuñada
Vale, muy bien, ya te has desahogado. Ciertamente la batalla en bastantes aspectos y con muchísima gente está perdida pero parece mentira que tu, profesor de historia, diga que la guerra está perdida.
ResponderEliminarCorrígeme en lo que me equivoque. Desde que se tiene conocimiento del paso del ser humano por el mundo, éste ha sido cíclico, entendiendo por tal la alternancia entre épocas de crecimiento, máximo esplendor, decadencia y llegado al caso desaparición de sociedades, culturas…. Evidentemente, la sociedad o cultura occidental, España en concreto, está en una época de declive no solo económico (dichosa crisis), sino cultural y humana, cada vez sabemos menos y cada vez sentimos menos, nada nos interesa y nada nos emociona ni nos conmueve. Estamos acostumbrados a ver catástrofes, hambrunas, guerras… y ya ninguna imagen ni ningunas palabras nos hacen reaccionar. Por otro lado tampoco estamos acostumbrados a reconocer los méritos ajenos, preferimos envidiarlos, ningunearlos y si podemos sembrar dudas sobre la valía de tal o cual persona u organización mejor que mejor, de esta manera es muy difícil que nadie quiera sobresalir del rebaño y aprovechar y desarrollar las buenas cualidades y habilidades que todos tenemos.
Pero como ya he dicho, esto es cíclico, cuando hayamos tocado fondo volveremos a subir y en esa subida, de alguna manera, directa o inversa, habréis influido todos los profesores que ahora os mismo estáis dejando los… nervios con unos chavales que aún no saben cual es su sitio en el mundo pero que lo encontrarán, solo necesitan que les encendáis un poco más la luz o que pongáis los carteles más claros, pero nunca, nunca, nunca que os deis por vencidos o que perdáis la confianza en ellos (en algunos de ellos).
En cualquier caso mientras nosotros vamos cuesta abajo y sin frenos otros estarán llegando a la cima de la montaña, donde el aire es más fresco, en ese momento nuestra mejor opción será aprender de ellos, es lo que se ha hecho siempre, aprender del más listo y seguir al más fuerte.
¿Que no les interesa nada? ¡No tienen tus mismos intereses, pero claro que les interesa aquello que mueve el mundo (y no es el dinero)!
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